Friday, March 31, 2017

Enrique Viloria Vera: ¿GUERRA DE LAS DOS ROSAS EN LA VENEZUELA BOLIVARIANA?

EN: Recibido por email


                                                                                       Enrique Viloria Vera

                    No hay rosa sin espinas, y parece que las de las blancas pichan mucho más.

Recordemos que la llamada Guerra de las Dos Rosas  fue una cruenta  guerra  civil que enfrentó intermitentemente a los miembros y partidarios de la Casa de Lancaster contra los de la Casa de York entre 1455 y 1487. Ambas familias pretendían el trono de Inglaterra, por origen común en la Casa de Plantagenet, como descendientes del rey Eduardo III. El nombre guerra de las dos Rosas o  guerra de las Rosas , en alusión a los emblemas de ambas casas: la Rosa blanca de York y la Roja de Lancaster, fue producto del imaginario de los  protagonistas del  Romanticismo.

 Como consecuencia de los recientes exabruptos judiciales del Supremo – los del Tribunal no los del Comandante que reposa plácido sembrado en su conuco de la montaña -, en la Venezuela bolivariana parece que está en germen una segunda edición de la ancestral guerra que tanto interés ha concitado a lo largo de la Historia universal.

En efecto, un exaltado grupo de las rosas rojas – rojitas, muy femeninas todas en su variada pero convergente especie: las hay ciliadas, socorridas, tibiadas, oblicuas, iridiscentes, delcianas, pilaricas, comandantas, diputadas y ministras –  todas en proceso de marchitarse -, se enfrentan a una rosa blanca - ¿validada? – que ha salido a entorpecer el paso de vencedores, a fin de poner en su lugar los pétalos, las corolas y los pistilos constitucionales de un jardín en crisis.

Las rosas rojas – rojitas, prontas a deslucir, carecen de abono popular e internacional para continuar floreciendo a sus anchas y “como les da la gana”; una rosa blanca – blanquita de albo pelambre, las amenaza desde su rosedal inspector y puede que se convierta en el inicio de un virus o de una plaga que ponga fin a esos arbustos espinosos, nocivos, perniciosos, dañinos, que lastiman a la patria y la hacen sangrar.

En fin, la rosa blanca – blanquita es de Luisiana estirpe, porta el apellido de un célebre filósofo español y según el DRAE su apelativo, es más propio de un ave que de una planta, según los entendidos lexicólogos resulta ser un pájaro del orden de las columbiformes, muy parecido a la ganga.  

Ya algunos fanáticos de la guabinosa oposición democrática comienzan a compararla con Juana de Arco: la de la otra guerra – la de los cien años -; ojalá nuestra heroína en estreno, no termine su demócrata existencia como la Doncella de Orleans, a quien el Tribunal Supremo la declaró recaída en sus errores pasados (relapsus) y la condenó a morir quemada en la hoguera. El 30 de mayo de 1431, Juana de Arco, vestida con una túnica blanca y no con una toga roja - rojita, escoltada por los colectivos afectos al régimen, fue llevada con los ganchos puestos -desde el Verde Ramo de la época - hasta la plaza del Viejo Mercado …que bien podrá ser nuestra muy revolucionaria y celebérrima esquina caliente.   





   

      

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