Una de las estaciones más vistosas y agradables en Washington es la del otoño. Los árboles se engalanan con hojas de vistosos colores que luego se lanzarán en caída libre al suelo. La temperatura es regularmente agradable, la temporada de exposiciones en museos, espectáculos musicales y piezas de teatro se reactiva, y los niños regresan a sus escuelas y reanudan la práctica de variados deportes, luego de las vacaciones escolares.
Recuerdo que con un párrafo, parecido al anterior, inicié un ensayo sobre el otoño que me había encomendado mi profesora de inglés en Boston cuando realizaba un curso en este idioma, hace ya un montón de años, que no digo para no sentir su peso en este bello atardecer. En aquella oportunidad, mi profesora al leer mi ensayo me dijo que lo que decía, si bien era correcto, recogía apenas una parte de la película. En efecto, nos entretenemos con el colorido del otoño pero nos olvidamos del inmenso esfuerzo que debe hacerse para limpiar las calles, los parques y los jardines de la casas, recogiendo las hojas que han caído desde miles de árboles. Durante mi estadía en Washington he comprobado personalmente la verdad de este comentario de mi recordada profesora.
Ayer, fue la época de iniciar la limpieza de las hojas caídas en nuestro jardín y de preparar los paquetes que luego recogerán los servicios ordinarios de recolección de basura para su reciclaje, pero por mucho que nos empeñamos no pudimos concluirla y tendremos que reasumir esta labor durante el próximo fin de semana. Algunas casas ubicadas en otras áreas de la ciudad donde residimos se benefician de un servicio de recolección centralizada de hojas, por lo que los propietarios no necesitan empaquetarlas sino reunirlas y colocarlas en montones en frente de sus respectivas casas. El próximo 6 de noviembre está previsto que las hojas así amontonadas sean recogidas por camiones provistos de grandes aspiradoras, pero en el entretanto estas montañas de hoja enfrente de las casas, además de estar expuestas a los vaivenes del viento, no dejan de presentar un espectáculo nada atractivo para la vista ni para el ornato de la ciudad.
De forma, pues, que si vienen a Washington en otoño, además de disfrutar el colorido de los árboles de esta bella ciudad, piensen también, como me recordó mi antigua profesora de inglés, en los costos y esfuerzos que hace la ciudad y sus habitantes para mantenerla limpia, luego de las caída de las hojas....Saludos, Jotabe
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