ADOLFO P. SALGUEIRO| EL UNIVERSAL
sábado 29 de marzo de 2014 12:00 AM
El ruido desatado alrededor del caso de María Corina Machado es el mayor y más resonante triunfo cosechado por la aguerrida diputada en los últimos tiempos. Poco importa si logró hacer uso de la palabra en la OEA o no, más bien al impedírselo le regalaron una plataforma mediática infinitamente mayor que la que hubiese tenido dentro de un proceso sin sobresaltos. Gracias pues señores representantes de los gobiernos de la OEA que amparados en subterfugios reglamentarios y amarrados por el bozal de arepa ayudaron a nuestra súper diputada para hacer conocer la situación que se vive en Venezuela.
Ayer, en la sala de espera de una oficina pública, una señora, de apariencia popular ella, nos comentaba que el tema de la Machado no era del interés del pueblo ya que no contribuía a bajar el precio de la harina precocida ni a hacer más llevadera la aventura de adquirir alimentos en los mercados de las redes gubernamentales, pero esa misma señora sí reconocía que otra mujer, María Corina, tenía el guáramo de aguantar lo que sea sin rebajar su dignidad ni cejar en su lucha por restablecer la democracia en el país y demostrar al mundo los abusos que se cometen bajo el amparo de una interpretación selectiva y arbitraria del marco legal. Para el oficialismo tal conducta es traición a la patria, para los demócratas es una expresión de lucha legítima que -lamentablemente- viene cobrando un precio demasiado alto en sangre.
Este columnista no puede dejar de expresar el rechazo visceral que le causa el Sr. Cabello quien desde la presidencia del Parlamento se comporta como un bravucón de barrio dejando de lado la majestad que su investidura de presidente de la Asamblea Nacional le confiere y le obliga a respetar. Ese señor, al igual que el que ocupa la jefatura del Estado, se solazan en exhibir la Constitución Nacional -cuyo librito siempre tienen a mano- para avalar todos sus atropellos arropados en el comodín de "el pueblo" cuya representación exclusiva se atribuyen. Pues bien, en ese mismo librito se manda a renovar a tres de los cinco miembros del CNE que tienen sus períodos vencidos, a más de diez magistrados del Tribunal Supremo en igual condición, a elegir Contralor General de la República tras la muerte del Sr. Russian hace casi tres años, etc., y en cuanto a María Corina, si ella debe ser excluida por servir a un país extranjero pues el mismo criterio debiera aplicarse al diputado oficialista Adel El Zabayar quien acaba de regresar de haber servido en el ejército de Siria en su lucha contra quienes combaten para derrocar al gobierno de Damasco.
Es evidente pues que no se trata de mantener la virginidad impoluta de la norma jurídica aplicada por igual sin distinción sino que la cuestión es valerse de cualquier argumento por más rebuscado que luzca y por más discriminatoria que sea su invocación para poner "el derecho" al servicio de una causa política cuya resolución ya está dictada de antemano. Ese es uno de los rasgos que caracterizan a las neodictaduras del siglo XXI diferenciándolas de las tradicionales de antaño en cuanto a la forma mas no en el fondo.
Ayer, en la sala de espera de una oficina pública, una señora, de apariencia popular ella, nos comentaba que el tema de la Machado no era del interés del pueblo ya que no contribuía a bajar el precio de la harina precocida ni a hacer más llevadera la aventura de adquirir alimentos en los mercados de las redes gubernamentales, pero esa misma señora sí reconocía que otra mujer, María Corina, tenía el guáramo de aguantar lo que sea sin rebajar su dignidad ni cejar en su lucha por restablecer la democracia en el país y demostrar al mundo los abusos que se cometen bajo el amparo de una interpretación selectiva y arbitraria del marco legal. Para el oficialismo tal conducta es traición a la patria, para los demócratas es una expresión de lucha legítima que -lamentablemente- viene cobrando un precio demasiado alto en sangre.
Este columnista no puede dejar de expresar el rechazo visceral que le causa el Sr. Cabello quien desde la presidencia del Parlamento se comporta como un bravucón de barrio dejando de lado la majestad que su investidura de presidente de la Asamblea Nacional le confiere y le obliga a respetar. Ese señor, al igual que el que ocupa la jefatura del Estado, se solazan en exhibir la Constitución Nacional -cuyo librito siempre tienen a mano- para avalar todos sus atropellos arropados en el comodín de "el pueblo" cuya representación exclusiva se atribuyen. Pues bien, en ese mismo librito se manda a renovar a tres de los cinco miembros del CNE que tienen sus períodos vencidos, a más de diez magistrados del Tribunal Supremo en igual condición, a elegir Contralor General de la República tras la muerte del Sr. Russian hace casi tres años, etc., y en cuanto a María Corina, si ella debe ser excluida por servir a un país extranjero pues el mismo criterio debiera aplicarse al diputado oficialista Adel El Zabayar quien acaba de regresar de haber servido en el ejército de Siria en su lucha contra quienes combaten para derrocar al gobierno de Damasco.
Es evidente pues que no se trata de mantener la virginidad impoluta de la norma jurídica aplicada por igual sin distinción sino que la cuestión es valerse de cualquier argumento por más rebuscado que luzca y por más discriminatoria que sea su invocación para poner "el derecho" al servicio de una causa política cuya resolución ya está dictada de antemano. Ese es uno de los rasgos que caracterizan a las neodictaduras del siglo XXI diferenciándolas de las tradicionales de antaño en cuanto a la forma mas no en el fondo.
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