Gustavo Tovar Arroyo
La Venezuela de las cavernas
Diosdado Cabello es lo más cercano que conoceremos en el siglo XXI a un cavernícola. No me refiero solamente a su aspecto físico -que ya es suficiente indicio- sino a sus formas, modales, lenguaje y brutalidad.
Debo ser ecuánime y en lo posible objetivo en mi reflexión semanal: Diosdado aunque tiene aspecto de primate, vocifera como primate, actúa como primate y gruñe como primate, no es un primate.
A decir verdad ha superado esa etapa del hombre, no sabemos muy bien qué es, pero es un poquito más que un simio. Sin embargo, es complicada su calificación. Científicamente sabemos que está entre un homo erectusporque anda en dos patas, dispone de ciertos utensilios de madera y piedra, mimetiza y se comunica (aunque con gestos bestiales) con otros cavernícolas semejantes a él, pero no creemos que sea un homo sapiens. No se le ve capaz de entender o de razonar.
He ahí la duda.
Sólo un especialista en el Paleolítico superior podría determinar si se trata de un cromañón o un neandertal. Su fisonomía parece humana, pero no así su lenguaje primitivo (pronuncia 4 o 5 palabras, a veces una idea casi completa), ni su hostilidad animal, mucho menos su canibalismo: es un devorador de seres dignos y libres.
Confieso que, como objeto de estudio científico, me gustaría observarlo en un taparrabos de piel de bisonte -revelando su retaca y gordinflona monumentalidad corrupta-, con un mazo de hueso de mamut en la mano, oficiando desde la Asamblea Nacional su brutalidad -como hace día a día pero con vestimentas que calzan a su especie-, para poder distinguir con precisión si estamos ante un cromañón o un neandertal y de ese modo poder definir en qué fase de la prehistoria se encuentra Venezuela.
No se burlen ni se rían, lo mío es serio, estamos ante una oportunidad científica única: ¿qué tipo de cavernícola es Cabello? ¿en qué fase del Paleolítico se encuentra la Venezuela chavista de las cavernas?
Ni mi escaso conocimiento ni mi imaginación me permiten clasificarlo.
Ayúdenme.
Diosdado, el más abominado por Chávez
Para nadie es un secreto que Chávez en sus últimos años así como consintió y amó profundamente a Maduro, detestó y despreció con la misma profundidad a Cabello.
Se opuso a que fuera el presidente de la Asamblea Nacional y hasta hizo público su rechazo. Sabía muy bien quién era este primate político, digo, este neandertal o cromañón -por definir- revolucionario y sabía además que su primitivismo corrupto, tan brutal como nefasto, su ostentosidad y su ferocidad cavernícola demolería su imagen una vez que él-Chávez- se estuviese fundiendo en la quinta paila del infierno.
Lo sabía y desde el sempiterno fuego que abrazará su espíritu por los siglos de los siglos lo está confirmando.
Ese olfato peculiar, único de Chávez, lo llevó a condenar a Diosdado al ostracismo y a arrinconarlo fuera de toda esfera de influencia política. Sólo la enfermedad mortal, la presión de los corruptos cercanos a Cabello y la debilidad que le ocasionó el pésimo tratamiento médico de los cubanos lo hicieron flaquear en su postura.
A decir verdad, Chávez sabía muy bien que Diosdado no era el único corrupto del régimen ni el más déspota de ellos, sin embargo, sabía de sobra que era el más burdo, torpe y ramplón de todos. Intentó evitar a toda costa su preeminencia dentro de su partido, pero, como señaló antes, el cáncer, la presión y el agotamiento lo dejaron sin aliento para culminar esta pelea.
Diosdado se salió con la suya, se le escurrió al sátrapa eterno y hoy rige a mazotazo limpio la caverna de Venezuela.
El golpe de Diosdado
Diosdado ha logrado penetrar el imaginario chavista -a veces también el opositor- con el tabú que lo presenta como el “hombre fuerte” -el cavernícola- que controla el sector militar venezolano.
Como todo tabú no admite un análisis frío que lo soporte, se trata de una falsedad, no sólo porque Cabello culminó su carrera como un simple teniente y el mérito castrense que se le conoce fue el fallido y asesino golpe de estado de febrero de 1992, sino porque el único ascendente o reconocimiento que tiene dentro de la familia militar es como el soldado más corrupto y déspota que haya salido de la Academia.
Sí, el único ascendente que tiene entre los oficiales venezolanos lo representa el hecho de que el acercarse a él puede representar un guiso millonario o un colosal negocio sucio. Ni más ni menos: dinero, mucho dinero.
Ese es su ascendente y reconocimiento: la corrupción y el despotismo.
Él lo sabe, por eso le conviene y fortalece su hegemonía dual con el bobalicón de Maduro, amado sucesor de Chávez (a quien controla a su antojo) y por eso permite la descarada ocupación cubana como jefes supremos del país.
Diosdado no puede dar ni dará un golpe de estado, el sector militar no lo obedecería, ni siquiera por dinero: ¿por qué compartir el botín con un regordete y mofletudo teniente -ahora ilegal e inconstitucional “capitán”- de hojalata?
La mejor y más cómoda posición de Diosdado Cabello, el cavernícola, es la actual: ungido con el garrote de la Asamblea Nacional (segundo abordo en la ficción institucional), dueño de los dineros públicos y, según Henrique Capriles, el Al Capone de la revolución, su mejor manera de subsistencia es mantener las cosas como están, eso sí, usando toda su fuerza paleolítica para mantener a Venezuela, a coñazo limpio, en la prehistoria.
Y todos nosotros, militares y civiles, como sus presas de caza.
La rebelión de la moral
En todos estos desquiciados años, jamás había sido más fácil y urgente liberarnos de toda esta perversión y corruptela.
Pese a que Chávez, sus pervertidos y sus corruptos han hecho un ingente esfuerzo por convertirnos en una monumental “playa culito” (no dejen de ver este triste documental español en youtube para que se avergüencen, nos avergoncemos, como sociedad), la juventud junto a María Corina Machado, Leopoldo López, Daniel Ceballos y Antonio Ledezma, entre otros, han organizado su hartazgo y han encarado con dignidad este apocalipsis.
No los dejemos solos, no nos cansemos. Cuentan más con nosotros que con las mulas fastidiadas de la “unidad democrática”. Salgamos de las cavernas del miedo y del conformismo.
Un salto evolutivo del hombre a la modernidad es el libre pensamiento, la razón y la crítica. ¡Saltemos unidos en esta hora crucial!
La rebelión de la moral y la conciencia son nuestra consigna. Pongamos a los cavernícolas tras las rejas, en sus cavernas.
No seamos sólo homo sapiens, seamos más que eso: seamos hombres dignos y libres.
Es ahora.
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