JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO)| EL UNIVERSAL
viernes 28 de marzo de 2014 12:00 AM
Tenemos que llamar las cosas por su nombre: ¡esto es comunismo y dictadura! Porque no hay nada más comunista que la tarjeta, libreta, cartón -o como quiera llamarla este régimen- de racionamiento o abastecimiento. Y no hay nada más dictatorial que la obligatoriedad de aceptarla, sin derecho a pataleo. Esa tarjeta será, para quien la porte, el carnet comunista. La rendición ante las imposiciones del Estado dictatorial. La aceptación sumisa, con huella dactilar que lo suscriba, de que aprueba ser sometido a la voluntad del régimen, el cual, a partir de ese momento, decidirá cuánto puedes o debes comprar de cada producto. ¡Adiós a la libertad de decidir! Esto es como Cuba, señores. Aunque no lo creyéramos cuando, años atrás, los cubanos desertores que viven en Miami nos alertaran sobre la ruta en la que derivaría la presencia de Chávez en el poder. ¡Esto es comunismo y dictadura! Y la tarjeta de abastecimiento, su logotipo.
Total, las tarjetas de abastecimiento no son más que el reconocimiento –solapado- de los regímenes comunistas de que quebraron el aparato productivo del Estado. Es muy poco lo que se está fabricando en el país. El trágico gobierno de Chávez, y ahora el de Maduro, se encargó de quebrar y destruir –a punta de expropiaciones- la industria venezolana y las empresas que subsisten lo hacen dando las últimas brazadas del ahogado. Por eso, para medio paliar la escasez, el desgobierno de Nicolás impone esta tarjeta comunista para que los consumidores sólo adquieran las cantidades que el régimen decida. Un control típico de gobiernos totalitarios. Con el agravante de que la tarjeta de abastecimiento, como bien advierte la gente de Anauco, contendrá los datos biométricos del usuario, información que da para todo, con implicaciones ilimitadas en el uso y fiscalización de los ciudadanos que porten ese carné por parte de los esbirros del régimen. Y bien conocemos las consecuencias de la lista Tascón, u otras que han derivado de ésta. Imaginemos sólo por unos minutos el alcance que tendrá este nuevo registro, el cual, a todas luces, aparenta ser más sofisticado. Y como jaula "atrapabobos" la promesa –contradictoria, por lo capitalista de la oferta- de que, al obtener la tarjeta ¡estarán participando por fabulosos premios y sorpresas! como una casa de Misión Vivienda, un carro iraní o una tablet "made Haití"... ¡Válgame Dios!
Sólo cuando todos los venezolanos comprendamos que vivimos bajo un esquema dictatorial, sólo en ese momento, podremos combatir, con estrategia certera, a lo que nos estamos enfrentando. El asunto es que este régimen, totalitario, fascista, comunista y dictatorial –porque, huele a todo esto y más- pretende seguir engañándonos con elecciones, tras elecciones, de que es democrático y resulta que está comprobado en el mundo entero que no hay nada que le guste más a los dictadores que las elecciones. Si no, pregúntenle a Fidel. El mago de las elecciones fraudulentas, quien no se cansó de maquillarse y disfrazarse de gran demócrata.
Tengo un libro, cuyo autor reseña que fue soñado en la Venezuela de 1917 y finalmente escrito a finales de los años 40, que suelo consultar porque, a pesar de los años que acumula y que se evidencian en sus páginas amarillentas, enumera una serie de conceptos que mantienen intacta su vigencia y que no han sufrido grandes variaciones. Y me sorprendió, especialmente, su capítulo en el que describe a los comunistas. Con su dejo de humor negro dice que "el comunista no admite que otros pudieran tener razón (...). Todos los comunistas se imaginan que si su doctrina tuviera éxito, es decir, tomara el poder por las buenas –o por las malas, les tocaría a "todos" ellos mandar, tener plata, vivir bien y hasta, a lo mejor, volverse "todos" inteligentes. Los líderes se sonrían y les dicen no solamente que así serían, sino que así será. (...) ¡Todo el mundo igual, qué poco comunista es la naturaleza! Lo que se reiría Stalin si oyera a hablar a algunos de nuestros comunistas".
Y prosigue el autor, cuyo nombre es un pseudónimo, diciendo que el comunista "tiene siempre en los labios la palabra democracia. Habla, clama y reclama en nombre de ella, en todas partes. Menos en Rusia, donde esa palabra es desconocida o desconocido su verdadero significado, que es peor. Clama también contra el fascismo, sus derivados o imitaciones o sea, contra el mando único por medio de la fuerza. Contra la dictadura pues, de un hombre o de un partido. Y en Rusia ¿quiénes o cómo mandan? Clama por libertad ¿y qué clase de libertad hay en Rusia? Clama por prensa libre, y en Rusia no se le permite a ella sino emitir una sola opinión (...) El comunismo niega la conquista más sagrada del hombre: la individualidad. En el Estado comunista el ciudadano es un esclavo del Estado. ¿y este famoso Estado quién es? Una ínfima minoría. Dictadura: Esclavo y amo. Comunismo: Cambio de amo".
Total, las tarjetas de abastecimiento no son más que el reconocimiento –solapado- de los regímenes comunistas de que quebraron el aparato productivo del Estado. Es muy poco lo que se está fabricando en el país. El trágico gobierno de Chávez, y ahora el de Maduro, se encargó de quebrar y destruir –a punta de expropiaciones- la industria venezolana y las empresas que subsisten lo hacen dando las últimas brazadas del ahogado. Por eso, para medio paliar la escasez, el desgobierno de Nicolás impone esta tarjeta comunista para que los consumidores sólo adquieran las cantidades que el régimen decida. Un control típico de gobiernos totalitarios. Con el agravante de que la tarjeta de abastecimiento, como bien advierte la gente de Anauco, contendrá los datos biométricos del usuario, información que da para todo, con implicaciones ilimitadas en el uso y fiscalización de los ciudadanos que porten ese carné por parte de los esbirros del régimen. Y bien conocemos las consecuencias de la lista Tascón, u otras que han derivado de ésta. Imaginemos sólo por unos minutos el alcance que tendrá este nuevo registro, el cual, a todas luces, aparenta ser más sofisticado. Y como jaula "atrapabobos" la promesa –contradictoria, por lo capitalista de la oferta- de que, al obtener la tarjeta ¡estarán participando por fabulosos premios y sorpresas! como una casa de Misión Vivienda, un carro iraní o una tablet "made Haití"... ¡Válgame Dios!
Sólo cuando todos los venezolanos comprendamos que vivimos bajo un esquema dictatorial, sólo en ese momento, podremos combatir, con estrategia certera, a lo que nos estamos enfrentando. El asunto es que este régimen, totalitario, fascista, comunista y dictatorial –porque, huele a todo esto y más- pretende seguir engañándonos con elecciones, tras elecciones, de que es democrático y resulta que está comprobado en el mundo entero que no hay nada que le guste más a los dictadores que las elecciones. Si no, pregúntenle a Fidel. El mago de las elecciones fraudulentas, quien no se cansó de maquillarse y disfrazarse de gran demócrata.
Tengo un libro, cuyo autor reseña que fue soñado en la Venezuela de 1917 y finalmente escrito a finales de los años 40, que suelo consultar porque, a pesar de los años que acumula y que se evidencian en sus páginas amarillentas, enumera una serie de conceptos que mantienen intacta su vigencia y que no han sufrido grandes variaciones. Y me sorprendió, especialmente, su capítulo en el que describe a los comunistas. Con su dejo de humor negro dice que "el comunista no admite que otros pudieran tener razón (...). Todos los comunistas se imaginan que si su doctrina tuviera éxito, es decir, tomara el poder por las buenas –o por las malas, les tocaría a "todos" ellos mandar, tener plata, vivir bien y hasta, a lo mejor, volverse "todos" inteligentes. Los líderes se sonrían y les dicen no solamente que así serían, sino que así será. (...) ¡Todo el mundo igual, qué poco comunista es la naturaleza! Lo que se reiría Stalin si oyera a hablar a algunos de nuestros comunistas".
Y prosigue el autor, cuyo nombre es un pseudónimo, diciendo que el comunista "tiene siempre en los labios la palabra democracia. Habla, clama y reclama en nombre de ella, en todas partes. Menos en Rusia, donde esa palabra es desconocida o desconocido su verdadero significado, que es peor. Clama también contra el fascismo, sus derivados o imitaciones o sea, contra el mando único por medio de la fuerza. Contra la dictadura pues, de un hombre o de un partido. Y en Rusia ¿quiénes o cómo mandan? Clama por libertad ¿y qué clase de libertad hay en Rusia? Clama por prensa libre, y en Rusia no se le permite a ella sino emitir una sola opinión (...) El comunismo niega la conquista más sagrada del hombre: la individualidad. En el Estado comunista el ciudadano es un esclavo del Estado. ¿y este famoso Estado quién es? Una ínfima minoría. Dictadura: Esclavo y amo. Comunismo: Cambio de amo".
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