Fausto Masó
Con los 5.000 millones de dólares que recibió en Pekín, Nicolás Maduro no ganará las elecciones, porque ese dinero representa la parte que Venezuela debería haber colocado en los campos petroleros que explotarán en asociación Caracas y China. Esos 5.000 millones no los gastará libremente Maduro, no le servirán para las elecciones de diciembre.
Como todo político, Maduro cree en milagros. En el chavismo gana terreno la tesis de no celebrar las elecciones, la aceptación de que los electores rechazan al PSUV. ¿Es posible suspender, o posponer, las elecciones? Esa sería la única salida para Maduro, quitarse la careta democrática. Pero, no es tan fácil, claro.
No hay ambiente electoral, en unos comicios en que votaremos por candidatos que son en su mayor parte desconocidos y que no contarán con recursos para hacer campaña. Sin embargo, hay algo nuevo: constantemente se oye por la calle a gente jurar que le pasará la factura a Maduro el día de las elecciones, al presidente más impopular de la historia nacional.
Las cosas van mal e irán peor. Un experto petrolero asegura que el mercado imagina tontamente que la reunión de Putin y Maduro busca limitar la producción para aumentar los precios, al estilo de la vieja OPEP. Resulta, sin embargo, que los árabes cuentan con reservas en dólares para soportar dos o tres años de precios bajos y así eliminar a productores como Estados Unidos y como a la misma Venezuela, cuyos costos por barril son diez veces superiores a los de los sauditas. A los que también les gustaría quebrar a Irán y a la misma Rusia, quedarse ellos con el mercado. Los sauditas están actuando con una lógica estrictamente comercial, quieren eliminar a los otros productores. Rusia además, no reducirá un barril su producción. Por eso se habla de que el barril bajará a 30, o 25 dólares, lo que representa la ruina para Venezuela, después de que el chavismo despilfarró millones y millones de dólares. Sobra el petróleo en el mercado, e Irán saldrá a vender al precio que sea y los productores de Estados Unidos siguen produciendo a pesar de que el precio sea menor de 50 dólares.
Todo se está poniendo color de hormiga, no alcanza el dinero y no hay prestamistas. Calladamente Maduro otorga concesiones para extraer gas dándoles 100% de la propiedad a los inversionistas. Están pidiendo el agua por señas.
Después de que la Asamblea la domine la oposición la situación económica no mejorará por arte de magia, pero surgirá un rayito de esperanza, se abrirá una puerta lejana y el país se convencerá de que Venezuela, inevitablemente, debe abandonar el modelo petrolero del pasado, del petróleo con la patria y la bandera. Por necesidad debemos ver el petróleo como lo que es, una mercancía, no la bandera nacional. Por tanto, hay que manejar el negocio petrolero como lo que es: un negocio, en el que conviene asociarse con inversionistas y aceptar que empresas extranjeras, a cambio de pagarnos impuestos y darnos participación en la utilidad, sean dueñas del 100% de la empresa.
Maduro anda viajando por el mundo detrás de una ilusión, porque el siglo XXI no es el siglo XX. Todo se derrumbó y ponemos los pies en el suelo, o también a nosotros nos arrastra el mal tiempo. Maduro viaja por última vez como presidente de una Venezuela despilfarradora, la Venezuela chavista. Esa es la herencia final de la revolución, la ruina. Anda acompañado de su hijo, los primos, los amigos, de 100 personas. Aprovecha el último viaje. Es humano. Aprovechando la última oportunidad de recorrer el mundo a lo grande. Los chinos que conocen a los chavistas los tratan a cuerpo de rey, saben que a muchos de ellos les encanta hospedarse en un hotel cinco estrellas. En realidad en esto tienen razón. No hay nada como un buen hotel cinco estrellas. Palabra.
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