El 18 de febrero se cumplieron 2 años de la prisión de Leopoldo López. Sin haber cometido un delito, sin elementos que acrediten su culpabilidad, sin un juicio justo, ha sido condenado por instigar al odio y a la desobediencia de las leyes, como determinador de daños a la propiedad e incendio y como integrante de un grupo de crimen organizado.
Sencillamente paga en la cárcel su condición de líder, de dirigente político, por su tenacidad, por expresar su voluntad de propiciar un cambio en Venezuela que nos convierta en un país de ciudadanos iguales ante la ley y consciente de que podemos convertirnos en actores de una sociedad más justa en la que, sencillamente, se respeten nuestros derechos y la dignidad humana deje de ser una vacía invocación consignada en el texto de una Constitución que no existe en la realidad, dado el irrespeto a los derechos y el secuestro del poder judicial.
Sus denuncias han sido concretas, de cara al pueblo y expresadas con la vehemencia de un líder que aspira legítimamente a un a un ansiado cambio de rumbo en el país y al plantearlo públicamente fue considerado su discurso como subversión y merecedor de cárcel además de haberse constituido en pactar que desencadenó hechos de violencia por los cuales se le ha pretendido responsabilizar al considerarse determinador de esos hechos.
Sin duda el proceso y la condena a Leopoldo López es una afrenta al Estado de Derecho y al sistema de libertades. Llamar a “conquistar la democracia” o a “salir a la calle a protestar” no constituyen conductas delictivas. Se trata del ejercicio de un derecho; de la legítima protesta; de la libertad para expresar las ideas.
La prisión de Leopoldo no tiene justificación alguna. Está preso por pensar distinto, por su condición de líder, por su ascendencia política, por su “peligrosidad” para el régimen. Es el reconocimiento y aceptación de que no hay derecho a disentir y que el castigo penal se impone simplemente por intenciones o por la condición especifica de ejercer liderazgo político, aberración que llevó al nacional-socialismo a la tesis del derecho penal de autor o de voluntad que propugna el castigo por lo que se es, sin que importe lo que la persona hace, sobre la base de determinadas características de la personalidad que definen a un sujeto como una amenaza para la estabilidad del status.
La prisión de Leopoldo López resulta incompatible con un mundo de libertades y aparece desfasada del concierto internacional que no tolera la persecución de las ideas.
Venezuela reclama que se ponga fin a esta prisión que mantiene igualmente bajo castigo a sus familiares y a sus hijos, sometidos al vejamen de requisas impúdicas y la descarada violación de los derechos de los niños.
La voz del Papa se ha hecho sentir en Venezuela, en su mensaje a los presos de Ciudad Juárez con evidente alusión a la condición de otros encarcelados, como los nuestros que “pagan” por hechos que no son delitos en procesos injustos impulsados por quienes se sirven de la apariencia de una legalidad que se burla de la justicia.
Ex presidentes, premios Nobel, organizaciones de derechos humanos se unido en una cruzada por la libertad de Leopoldo López y los restantes presos políticos.
Venezuela no puede quedar retratada en la prisión injusta de sus dirigentes que deja constancia del encierro de las causas de libertad que no pueden ser coartadas por la arbitrariedad del poder.
El entuerto y los errores de la justicia formal deben ser rectificados por la amnistía que reivindica el cese de los odios y el inicio del rescate del verdadero sentir venezolano.
aas@arteagasanchez.com
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