La encuesta de febrero de Datincorp contiene unos números que confirman una frase que compartí hace pocos días por medios electrónicos con un amigo:
“Ahorita tenemos una luna de miel con la oposición. Estamos en luna de miel. La clase media todavía está enamorada. Pero las clases populares lo que están es arrechas con su pareja anterior y por eso le están montado cacho con la MUD. En situaciones como esa, la pareja anterior tiene siempre algún chance de reconciliación”.
A este respecto, dan miedo las cifras de Datincorp, que indica en su último sondeo que después del 6-D, “el chavismo creció y la oposición bajó”.
Cuesta creer una aseveración de este tipo, pero según Datincorp, después del 6-D, el chavismo “registró un incremento de 6 puntos porcentuales, comparado con la evaluación de octubre de 2015, cuando tenía 20% de afiliación”. “En sentido contrario, la oposición registró una baja y regresó al punto en que estaba en mayo de 2015 (45%)”.
La tesis de la encuestadora Datincorp es que la MUD ha fallado al desarrollar una alegada estrategia de confrontación más que una de diálogo, desde que ganó la Asamblea. En su análisis prospectivo, el presidente de la encuestadora, el periodista Jesús Seguías, sostiene que si las fuerzas de oposición hubiesen solicitado al día siguiente de su victoria parlamentaria una audiencia formal al presidente de la República, para trabajar juntos en función de resolver con urgencia la enorme crisis económico-social que vive el país, “hoy Venezuela estuviese en un escenario más proclive a la solución de la crisis y a la liberación de los presos políticos”.
El criterio del amigo Seguías es discutible, creo yo. En primer lugar, porque era al Ejecutivo –y sobre todo el de este régimen, que controla el resto de los poderes del Estado, menos la Asamblea– al que correspondía dar el primer paso, sobre todo después de la aplastante derrota que le infligió la población en las elecciones parlamentarias. El régimen, por el contrario, no solo nunca llamó a la oposición a un diálogo sincero, sino que se ha obstinado en no escuchar la voz del pueblo, empeñado en que las causas de los males de Venezuela se deben a una supuesta guerra económica generada desde el imperio en conchupancia con sus aliados internos y no a sus políticas, que además de fracasadas fueron derrotadas en la urnas electorales.
El régimen no ha dado señales de estar dispuesto a dialogar, a menos que sea para estar de acuerdo con él. La mejor oportunidad de una reconciliación política se la ha ofrecido la oposición, al proponer la Ley de Amnistía, que el régimen ha rechazado y que probablemente esté en camino de ser negada por el Tribunal Supremo de Justicia, que sirve solo a los intereses del chavismo.
Si ya existe un desencanto con la oposición, de acuerdo con los números de Datincorp, yo lo atribuiría al establecimiento de prioridades de los partidos de la MUD y al ritmo en que han decidido sus líderes dar los pasos necesarios para el cambio; a la combinación de ambos factores.
“Hoy, cuando la Asamblea Nacional tiende a convertirse en un ‘elefante blanco’ gracias al poder de coacción del chavismo, el cual está neutralizando toda acción del nuevo Parlamento a través del TSJ, es cuando los opositores descubren que ‘los rusos también juegan’, y que el juego se trancó en perjuicio de la nación entera”, expresa Seguías en su conclusión prospectiva del informe de febrero de Datincorp.
Ahí coincido con Seguías, por la aparente falta de planificación de la oposición y de adelanto a las jugadas del adversario. Inexplicablemente, la Asamblea Nacional, contando con una mayoría suficiente para cambiar el Tribunal Supremo, mediante una reforma a la ley que lo rige, no lo ha presentado todavía. Una ley que ha debido estar preparada antes del 6-D, a sabiendas de que las fuerzas democráticas ejercerían la mayoría, según todas las estimaciones previas a la elección parlamentaria. Esa sigue siendo la prioridad, porque el Tribunal Supremo del chavismo está dispuesto a bloquear cuanto cambio proponga la oposición democrática, sea del carácter que sea, político, como la Ley de Amnistía, o económico, como el muy prioritario proyecto que por fin se presentaría este martes en la Asamblea, para la activación y fortalecimiento de la producción nacional.
Según Datincorp, el nivel de optimismo de los venezolanos aumentó de 26% en octubre de 2015 a 43% el 15 de diciembre, después del triunfo de la oposición en la Asamblea. Y 61% pensó entonces que la nueva Asamblea Nacional superaría la crisis económica.
Según los sondeos de febrero de Datincorp, el porcentaje de los que piensan que las cosas mejorarán en el país bajó a 28% –de 43% a 28%–, y los que calculan que van a empeorar pasaron de 21% el 15 de diciembre a 37% en febrero de este año.
En lo que está abrumadoramente de acuerdo la mayoría es en que el presidente Maduro debe irse de Miraflores. Dos terceras partes quieren que se vaya antes de concluir su mandato en 2019, bien sea por referéndum revocatorio (29%), asamblea nacional constituyente (14%), gobierno de unidad nacional (14%), renuncia (13%), o intervención de los militares (2%).
Es quizás por ello que el liderazgo democrático se ha encandilado últimamente con esta posibilidad y ha estado discutiendo diferentes opciones constitucionales y legales, en vez de dar los pasos jurídicos previos, como la reforma del TSJ, para poder concretar cualquiera de las opciones que se decidan. (Por cierto, que la enmienda constitucional para recortar el periodo presidencial y salir con ello del mandatario no es mencionada explícitamente en el informe de Datincorp, aunque también se la planteó la oposición como una propuesta que favorece Henry Ramos Allup, el presidente de la Asamblea).
El tiempo, los momentos, son muy importantes en política. Las circunstancias pueden cambiar muy rápidamente para los actores del debate público. Las oportunidades de acción y el establecimiento de prioridades están muy vinculadas, especialmente en tiempos de crisis. La gravedad de las circunstancias demanda el diálogo y el entendimiento, pero en ausencia de ello hace falta entonces mucho la acción, una acción concertada, madura, despojada en lo posible de los intereses inmediatos, con apetito de poder para servir más que para servirse, de parte de quienes quieren superar la crisis y echar andar al país de un modo diferente. Una acción sobre todo oportuna.
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