El pueblo, a veces, se comporta como una mujer enceguecida que, imprudentemente, se enamora de un hombre que la maltrata. Mientras más se le advierte, más se involucra con él.
Hay que buscar símiles y no eufemismos, para explicar la peligrosísima desgracia que vive Venezuela. Pareciera que estos bichos, a diario, amanecen con un martillote para devastar lo que nos queda de país.
Lamentablemente, el culpable de la debacle que padecemos los venezolanos, murió sin ver el final de su maligna y destructora obra. Solo quedan sus ojos acechantes como para que no olvidemos su enorme irresponsabilidad.
El ocaso de los caudillos, a veces, está acompañado por el ocaso de sus pueblos, tal y como ocurrió con Hitler cuando se suicidó. Mientras el monstruo llevaba su pistola a la cabeza, dejaba tras de sí 60 millones de muertos. La Alemania que lo apoyaba e idolatraba como su “canciller eterno”, quedó destruida. Millones de alemanes muertos. Cientos de miles de mujeres violadas por soldados rusos. Y 2 millones de soldados alemanes enviados a morir en Siberia. Y ¿todo por qué? Porque un aciago día el pueblo alemán se enamoró de un líder carismático, loco y asesino, a quien creían mesiánico. Ojo, no estoy diciendo que el de aquí se comportó igual. Estamos hablando de la forma.
Millones de venezolanos se dejaron seducir por el falso mesías. Ingenuos, cultos e inteligentes, lo vieron como la solución a los problemas de esa Venezuela. Problemas irrisorios si lo comparamos con la catástrofe inédita que padecemos.
Un demente carismático, sea religioso o político, influye en un pueblo. La gente que le cree se interna en un intrincado y destructivo laberinto.
Hitler, al hablar, hipnotizaba a millones de fanáticos. ¿Cómo no se dieron cuenta de que estaba loco?
Venezuela despertó del hechizo y, poco a poco, ojalá y en paz, emerjamos victoriosos de este inmenso desastre. Paciencia. Confiemos en nuestros valientes e inteligentes dirigentes que hacen lo que hay que hacer. Afortunadamente, vemos cómo América está saliendo del espejismo comunista.
Pueblos de Estados Unidos y de España: la pesadilla comunista, nazi, fascista, o patriótica los acecha. Se disfraza como un dulce, peligroso y venenoso, llamado locura mesiánica.
Estadounidenses y españoles: ¡cuidado! Miren a Venezuela. Trump y Pablo Iglesias no son mesías. Son líderes oscuros. Son destructores. Y por carismáticos que parezcan, no olviden que el diablo era un ángel.
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