Vlamiro Mujica
Cada vez con más claridad se manifiesta la disposición del gobierno y de los sectores más atrincherados en el poder del Psuv de arrastrar a Venezuela a una confrontación de poderes cuyo objetivo es nulificar y esterilizar la victoria popular del 6D.
El uso del TSJ que hace el Ejecutivo como escudo protector contra las decisiones de la AN, el desacato a las decisiones del Poder Legislativo, la instalación de organismos paralelos del Poder Comunal, el pretender mantener el gobierno por decreto en materia económica, y la amenaza permanente del uso de la violencia y la represión contra la disidencia democrática, son demostraciones inequívocas del curso confrontacional asumido por la oligarquía chavista contra el pueblo venezolano y sus legítimos representantes.
Esta deriva confrontacional se traduce en que no será posible aliviar la situación de sufrimiento del país, que ya se esta convirtiendo en catastrófica, sencillamente porque para ello es indispensable que el gobierno muestre algún intento de rectificación, de contribución a un acuerdo nacional para enfrentar la crisis que ese mismo gobierno ha generado, y el chavismo no está dispuesto a hacerlo.
La razón es cada vez más evidente: la oligarquía chavista en el poder entiende que cualquier concesión abrirá una grieta por la cual se escapará inevitablemente la revolución debido a una combinación de factores externos e internos. Es decir, no se trata de que el gobierno no sepa que hacer para aliviar la crisis de Venezuela, se trata de que no lo hace porque pone en riesgo el poder. El ejemplo de las medidas estrafalarias en relación al precio de la gasolina, ilustra hasta que punto el chavismo pretende seguir generando recursos para la corrupción y su esquema insostenible de populismo de manera absolutamente irresponsable.
Otra consecuencia inescapable es que la oposición, imposibilitada de cumplir con su oferta electoral de mejorar las condiciones del país a través de una acción legislativa y de control, tendrá que explicarle con claridad meridiana a los venezolanos que, sin dejar de atender sus deberes legislativos y el importante foro nacional e internacional que es la Asamblea Nacional, deberá diseñar una estrategia para provocar el desplazamiento democrático, pacífico y constitucional del gobierno del presidente Nicolás Maduro. El asunto medular es que este diseño no puede hacerse a puerta cerrada ni en conciliábulos, sino de cara al país e involucrando a los ciudadanos, so pena de que la oposición arriesgue lo que en este momento es su activo más valioso: la confianza de la gente.
Mucho se ha escrito sobre el rol esencial que cumplió en la campaña electoral para la AN el que la MUD, y de manera muy preponderante su Secretario Ejecutivo Chúo Torrealba, desarrollara una campaña “casa por casa”. Ese contacto directo entre los candidatos a diputados, el liderazgo opositor y la población fue clave para la paliza que se llevó el chavismo en esas elecciones. En estos momentos es necesario por un lado preparar a la ciudadanía para el curso de colisión al que el oficialismo pretende llevar al país; advertir que la situación económica y social va a empeorar, y denunciar nacional e internacionalmente la intrincada madeja de corrupción que ha permitido que se despilfarre a manos llenas el patrimonio de la nación.
Pero eso no es suficiente, es indispensable que el liderazgo opositor y los diputados del pueblo en la AN hagan su trabajo de estudiar con detalle las diferentes alternativas que se han asomado: enmienda, renuncia o revocatorio y que promuevan un ejercicio de participación ciudadana como el que nunca antes hemos visto en la vida republicana de Venezuela. Un ejercicio que no solamente preserve la unidad opositora sino que prepare a la gente para un difícil conflicto que requerirá, hoy mas que nunca, una combinación de estrategias de protesta popular, desobediencia civil y articulación con las acciones de la AN y la MUD.
Estas dos instancias, la AN y la MUD juegan roles muy distintos, y esos roles se deben ejercer en concierto, conjuntamente con las organizaciones de la sociedad civil. De ello dependerá que el conflicto que pretende desatar el chavismo se encuentre de frente no solamente con los diputados en la AN, sino con la protesta popular. Lo peor que podría ocurrir es que la gente se desanime porque la situación del país continúa empeorando y le atribuya el incremento del deterioro a partes iguales al gobierno y a la oposición. Es por eso que la claridad en el lenguaje, explicitar una y mil veces que es lo que puede y no puede hacer la AN es indispensable para ganar la batalla crucial de la opinión de la gente. También es indispensable que no ocurran posiciones adelantadas que pretendan resolver en este momento crucial el liderazgo de la oposición para los tiempos futuros.
Mientras este proceso se va articulando, parece impensable que vaya a ocurrir una mejora sustancial en ninguno de los ámbitos en que se desenvuelve la vida, más bien la supervivencia, de los venezolanos. Es imposible exagerar el dolor que produce ver como se ha vuelto literalmente añicos la vida de mucha de nuestra gente, conducida a un régimen de subsistencia ante los ojos atónitos del mundo que ve como Bolivia, uno de los países más pobres del mundo, tiene números en verde en prácticamente todos los espacios, superación de la pobreza, reducción de la exclusión, educación, seguridad, salud pública, en que Venezuela tiene números en rojo. Pero esa es la terrible realidad que enfrentamos y de la cual estamos obligados a salir constitucionalmente.
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