Editorial El Nacional
Cómo puede calificarse la calidad humana de un mandatario que, ante la escasez de medicinas y alimentos que sufre el pueblo venezolano, prefiere gastarse los escasos dineros públicos en un pomposo viaje a Nicaragua para saludar a uno de los presidentes más perversos de Centroamérica como lo es Daniel Ortega, que ha agotado la lista de crímenes contra la cosa pública.
Solo un alma insensata e insensible es capaz de llegar a tales extremos porque, léase bien, estamos hablando en términos de hambre y muerte de centenares de niños, de ancianos y mujeres embarazadas que han dejado la vida a las puertas de los hospitales públicos que no hacen honor a su nombre sino que, por desgracia, se han convertido en antesalas de las morgues.
En Nicaragua, con la llegada truculenta de los hermanos Ortega y su camarilla de comandantes tan truculentos como ellos, la revolución nicaragüense que tantos esfuerzos había exigido y que se levantaba sobre una montaña de cadáveres de gente de todos los estratos sociales, en especial, de campesinos empobrecidos y hambrientos, fue lentamente perdiendo vigor y honestidad. Era como si la ciudad los estuviera esperando para deglutirlos y luego expulsarlos convertidos en excrementos.
Ahora es posible acceder a testimonios y escritos de los propios protagonistas, algunos de ellos ya fallecidos o alejados definitivamente del grupo inicial que motivó con sus luchas el inicio de la revolución y su establecimiento posterior ya como gobierno formal. El ejercicio del poder, como siempre, fue pudriendo las bases del proyecto revolucionario no sólo en cuanto a los fundamentos políticos e ideológicos, sino también y paralelamente en relación con el sueño inicial de una sociedad justa y equitativa.
Hoy la Nicaragua que visita Maduro a costa de nuestros escasos dinerillos es, a no dudarlo, el pozo séptico de la revolución que una vez soñaron quienes combatían décadas atrás contra Somoza, el sátrapa militar que gobernaba en Managua. El aburguesamiento de los hermanos Ortega y de los comandantes se hizo evidente en sus actos cotidianos y en su vida privada en la cual no escaseaban los escándalos sexuales. Es más que sabido la acusación pública que hizo contra Ortega su hijastra por haber sido objeto, en repetidas oportunidades, de acoso sexual.
Con la llegada de Hugo Chávez al poder, el comandante Fidel Castro se sintió dueño y señor del petróleo venezolano y, cual bachaquero cubano, repartió barriles en condiciones perjudiciales para los intereses de Venezuela. En vez de “sembrar el petróleo”, Hugo prefirió “regalar el petróleo” como parte de la estrategia castrista de hacerse de una mayoría de adhesiones y de votos en el Caribe. El objetivo principal entre otros era lograr el control de la OEA que, como era de esperar, abrió las puertas a Cuba y ésta, despectivamente, los dejó plantados.
Ahora Ortega celebra el aniversario de la revolución sandinista que él mismo enterró hace tiempo. Los venezolanos quedamos como viudos en este velorio de nuevos ricos que, para llanto nuestro, nos deben millones de dólares que nunca cancelarán. Caimanes de un mismo río.
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