Sunday, November 20, 2016

Historia de vampiros

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Alberto Barrera Tyszka

En mayo del 2013, Mario Silva se refirió a la diputada Tania Díaz en términos duros y sangrientos. Dijo que era una ladrona y señaló que ella pertenecía a un grupo que —dentro del mismo chavismo— llamaban “los vampiros”. En ese entonces la bancada pro Gobierno era mayoría y controlaba a su antojo la Asamblea Nacional. Por esa misma razón, impusieron el silencio e impidieron que se debatiera la grabación con las trepidantes confesiones del conductor de La Hojilla. Todos se quedaron calladitos. Trataron de pasar por debajo de la historia. El oficialismo no creía en vampiros.
Tres años después, súbitamente, se han reencontrado con la indignación. Ahora les parece inadmisible que alguien recuerde esa anécdota. Están dispuestos a todo. Actúan como si la intervención de Rafael Guzmán fuera más importante que el triunfo de Donald Trump. Ahora, el oficialismo cree que la palabra “vampira” es un pecado.
En realidad, ponderado todo con cierta distancia y un poco de calma, si Tania Díaz y sus muchachos hubieran permanecido inmutables, este relato sería distinto. Pero, apenas escuchó el término, la diputada saltó descontrolada y, de manera inmediata, formó un revuelo. Si alguien no sabía del cuento, si no se había enterado de que —incluso dentro de las filas bolivarianas— existe un grupo denominado “los vampiros”, en ese justo momento comenzó a interesarse en el tema. Si alguien no conocía, o había olvidado, las denuncias que hace años hizo Mario Silva, en ese preciso instante fue a buscarlas. La vehemencia de la reacción se volvió en contra de ellos. Eso de ver a Héctor Rodríguez inclinándose de manera tan acosadora sobre Guzmán, como si en cualquier momento, en un arrebato de ansia ideológica, fuera a morderle los labios, resultó un espectáculo tan sorprendente como inesperado. Con tanta alharaca, Tania Díaz volvió a ponerse —ella solita— debajo de los reflectores. Resucitó una vergüenza personal. Le confirmó a todo el país que es cierto: así le dicen. Y ella no lo soporta.
También frente a la mayoría de la población, resulta un poco ridículo este repentino aspaviento en defensa de las formas por parte de los parlamentarios gubernamentales. El oficialismo ha sufrido de pronto un fulminante ataque de respeto. Se han mudado, sin aviso y sin anestesia, del manual de Pedro Carreño al manual de Manuel Carreño. Actúan y hablan como si pudiéramos olvidar la antología de ofensas verbales con las que han alimentado el debate político de todos estos años. Para no ir muy lejos, la propia Tania Díaz, en el 2014, llamó “jinetera” a la entonces diputada María Corina Machado. No hace falta revisar demasiado. En la lengua del chavismo, los insultos son tan constantes como las preposiciones. No hace mucho, el propio Presidente Maduro, en una de sus deslumbrantes intervenciones públicas, trató de armar un raro juego de palabras para decir que Henrique Capriles era un periquero. O todavía más directamente, también hace poco, en un acto político, Maduro llamó “coño de su madre” a Henry Ramos Allup. Es el mismo Maduro que, esta semana, por las redes sociales, escribió este mensaje: “Venezuela entera debe repudiar la agresión contra la diputada Tania Díaz por parte de la derecha violenta y fascista”. Sin duda, el tuit es una joya, una muestra fascinante de la locura del poder. La incoherencia ya parece una condición genética del madurismo.
Pronunciando tan solo dos palabras, el diputado Rafael Guzmán produjo un hechizo inusitado. De pronto, el oficialismo quiso convertirse en la nueva liga de la decencia. Aguerridos, valientes, imbatibles, los líderes de la auto proclamada revolución bolivariana han salido de inmediato a enfrentar este nuevo y terrible peligro. Ya organizaron un acto de desagravio. Hablan incluso de demandar a Guzmán. A este paso, van a convertir el “cálmate, Vampira” en una gaita, en una expresión popular jodedora y subversiva. La mejor respuesta ante cualquier histeria absurda, incomprensible.
Porque toda esta clase privilegiada, que pretende atornillarse en los espacios del poder, está dispuesta a declarar, a escribir, a marchar, a enjuiciar, a decir y a hacer lo que sea… para proteger a cualquiera de los suyos. Pero no tienen palabras ni acciones para defender, de la misma manera, a las víctimas de la realidad. ¿Alguno de ellos habló esta semana de lo que ocurre en Quimbiotec? ¿Alguno puso un tuit para defender la vida y la honra de los enfermos que son víctimas de la falta de producción de esta planta estatal? ¿Alguno de estos funcionarios se ha referido a los 9 pacientes con hemofilia que han fallecido este año por falta del medicamento que debía producir esta empresa? ¿Eso no les parece una agravio? ¿Eso no les parece violento? ¿No es, acaso, otra historia de vampiros? ¿No creen que Venezuela entera debería rechazar esta agresión?

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