Wednesday, November 2, 2016

Más cómodo negociar que resistir: una vuelta más a la noria

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Gustavo Coronel


La mayoría del “liderazgo” político venezolano e internacional ha llegado a la conclusión de que es mejor negociar que resistir. Mejor Chamberlain que Churchill. Mejor una transacción que la prisión de conciencia. Preferible sentarse a regatear con George Wallace que marchar con Martin Luther King. Así lo ordena nada menos que el Papa y lo pide Obama. Lo apoyan los gobiernos democráticos de la región. Súbitamente, Maduro es una paloma y Voluntad Popular y Leopoldo López un grupo de terroristas que debe ser estigmatizado. ¿Vendrá una excomunión para sus dirigentes?  ¿Quién se creía ese indiecito Gandhi que era, oponiéndose a la civilización encarnada en el imperio? 

En Venezuela el Vaticano pidió (un pedimento del Vaticano es una orden) abandonar la marcha pautada para mañana. La razón es que, como lo trató de explicar el cardenal Urosa, ello sería es muy peligroso, sería una incitación a la violencia. Es una lógica absurda. Si una marcha pacífica de ciudadanos que tienen todo el derecho a hacerla debe ser cancelada porque habrá violencia, es por qué la violencia vendrá del régimen. Entonces, la orden de cancelación representa, en la realidad, una concesión a la violencia. Se está obligando al país a ceder ante el chantaje de la violencia. Se está pidiendo al país que se arrodille frente al hamponato más atroz que se haya visto en Venezuela, el mismo hamponato con el cual deben sentarse a negociar. Como hemos visto, el dictadorzuelo no perdió tiempo en satanizar a quienes promueven la marcha, llamándolos  “terroristas” y pidiendo cárcel para ellos. Y esta desfachatez  es aceptada en silencio por los arquitectos de la falsa paz venezolana, una paz que están comprando a cualquier precio. 

Hoy asistimos a una inversión absurda de posiciones. Quienes antaño tomaron armas contra la democracia  asesoran hoy a los negociadores que quieren arreglar las cosas “por las buenas” con un régimen dictatorial. El ardor y el idealismo de antaño se han transmutado en una mansa sabiduría.  Los papeles están trastocados. Los guerrilleros de ayer, cuando teníamos democracia,  hoy  se pliegan a una negociación con la dictadura, mientras los conservadores de antaño, quienes defendimos la democracia en aquel momento, somos hoy radicales, extremistas y hasta “terroristas”. 

En la Venezuela de hoy, en el mundo de hoy, las viejas brújulas éticas ya no funcionan. Lo que funciona es el GPS (Sistema de Posicionamiento Global) del pragmatismo, de la jugada secreta, de las entregas clandestinas. Y no pensemos que Venezuela es la única arena en la cual han prevalecido esas negociaciones en cuartos cerrados. Ellas han sido más predominantes en la historia del planeta que las posturas principistas. Las llamadas transiciones a la democracia que se han llevado a cabo en países como España, Chile, Brasil, Polonia o Indonesia, así como las negociaciones de paz en Colombia simplemente barrieron mucha basura debajo de la alfombra. Las  transiciones en esos países fueron  el producto de gran “flexibilidad moral” por parte de los negociadores de la democracia, una metodología que rara vez ha llevado a democracias estables, ya que le enseña a los hampones políticos que el crimen si paga.  

En Venezuela está en marcha un gran arreglo. Habrá elecciones, sí, pero no hoy ni mañana. Los hampones podrán irse tranquilos, con sus dineros mal habidos, excepto por aquellos quienes caigan en manos de la justicia en países donde la justicia existe. El país quedará en ruinas para que gobiernos honestos logren enderezarlo algún día. Y cuando esté de nuevo enderezado, ese será el momento propicio para que llegue otro Chávez y, luego, otro Maduro para destruirlo nuevamente, sabiendo que su impunidad estará garantizada por la blandura y ambigüedad moral de sus adversarios. 


En esta ocasión, conducida por UNASUR y Obama, con la bendición Papal, Venezuela se prepara para darle otra vuelta a la noria de la mediocridad.  

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