Tuesday, November 1, 2016

Venezuela antes del 3 de noviembre

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Fernando Mires


Para entender al otro, aunque sea un enemigo (y quizás por eso mismo) hay que intentar mirar las cosas desde la posición del otro.

Y bien, si nos ponemos en la posición de Maduro, por más desagradable que eso sea, hay que entender que el régimen –repito, desde su posición- hizo lo que tenía que hacer: anular el revocatorio y todas las elecciones en las que pueda perder por aplastante mayoría, vale decir, a todas las elecciones. 

El régimen eligió entre dos males. O salir por la vía electoral o mantenerse en el poder gracias a la fuerza militar. Elegir la segunda alternativa implicaba un riesgo y ese no era otro sino traicionar el carácter originario del chavismo, vale decir, su impronta populista y electoral. Ambas, al fin y al cabo, una sola impronta.

El de Chávez era un populismo electoral y electorero. Un Chávez sin elecciones habría sido un simple gobierno militar, uno más de los tantos que han ensuciado la historia del continente. Maduro en cambio, ya es uno de ellos. Otro dictador en una larga galería.

Convertir al régimen en una dictadura de jure y de facto es una maniobra no exenta de peligros. Esos peligros fueron seguramente evaluados por el régimen. Sus detentores han de haber considerado preferible arriesgar una caída no electoral que una derrota electoral. En breve, han decidido declararse dispuestos a pagar un precio altísimo a fin de mantenerse en el poder.

Han violado la legalidad, forman un gobierno anticonstitucional, no tienen legitimidad ni mayoría política. Saben que todo eso se traducirá en un mayor aislamiento internacional y, no por último, arriesgan la posibilidad de experimentar irreparables fracturas internas. No les importa.

Personajes como Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez no han encontrado otra puerta de escape que no requiera del uso de la fuerza bruta. Sus delitos han sido tan evidentes y el odio popular concentrado en sus personas es tan grande que no tienen otra salida sino quemar las naves antes de enfrentar a un tribunal idóneo. Cualquiera que sea, deberá condenarlos. 

La apuesta es demasiado alta. Para ganarla deben atraer al adversario al único lugar en el cual el régimen es todavía fuerte, el del enfrentamiento no político sino violento. Eso llevaría a desatar una represión no selectiva como la que han venido practicando hasta ahora, sino una masiva. Una represión al lado de la cual la del turco Erdogan parecería un niño de pecho, para usar las amenazantes palabras de Nicolás Maduro.

Lo que seguramente no sabe Maduro es que detrás de la represión de Erdogan no solo había un ejército como él tiene o cree tener. Había además una inmensa mayoría social. Tampoco parece haber tomado en cuenta que Erdogan poseía el carisma de una religión convertida en ideología. Al lado de los poderes que tiene Erdogan detrás de sí, Maduro parece un niño de pecho.

En síntesis, la fracción mas dura del post-chavismo pareciera  -que eso parezca no significa que así será-  ser capaz de cometer un horrible crimen colectivo y pasar a la historia como emuladora de Pinochet, Videla, Trujillo y Castro. Pero antes deberá aceptar que Maduro juegue algunas cartas políticas. Es lo que está haciendo con el llamado diálogo.

Un diálogo muy sui generis pues el régimen no tiene nada que ofrecer sino la aceptación de la norma constitucional, ya sea vía RR16 o mediante un adelanto de las elecciones presidenciales. Cualquier ofrecimiento anti o no constitucional no puede ser aceptado por la oposición. En el libro azul de la Constitución están condensadas todas las demandas de la MUD. Lo que une a la MUD no es un programa ni una ideología. Es solo la Constitución. La oposición es la Constitución

El objetivo del supuesto diálogo es para el gobierno dividir a la oposición entre dialoguistas y radicales destruyendo así el centro político que hasta ahora mantiene su hegemonía gracias al liderazgo ejercido dentro y fuera de la MUD por algunas personas de la oposición. Entre ellos Jesús Torrealba desde la MUD, Henry Ramos Allup desde la AN, Leopoldo López desde la prisión, y Henrique Capriles en comunicación con la mayoría ciudadana.

Hasta ahora el entrampado del diálogo funciona en el plano internacional. Diálogo es la palabra mágica que permite a los gobiernos latinoamericanos escurrir el bulto del problema. Al haberse imbricado el propio Vaticano (¿qué Papa va a decir no a un diálogo?) el régimen ha logrado neutralizar en parte la abierta oposición ejercida por la Iglesia Católica venezolana y con ello ha obligado a la MUD a participar en el simulacro de diálogo organizado por Rodríguez Zapatero, Samper y Torrijos. Bajo esas condiciones, no asistir a una reunión con presencia vaticana habría sido un gran desacato diplomático y, por lo mismo, un error político. La MUD hizo lo correcto. Incorrecto habría sido poner las movilizaciones anunciadas al servicio del diálogo.

La no asistencia de VP al supuesto encuentro dialógico tampoco puede ser criticada. Su líder es un prisionero del régimen. Ningún partido aceptaría dialogar bajo esas condiciones. Para VP era casi una cuestión de honor no asistir.Y así hay que entenderla.

Sin embargo, hay que convenir en que el diálogo, si se mantienen los términos planteados por el régimen, será un juego de corta duración. La razón es simple: No hay mucho tema sobre el cual dialogar. No obstante, no dialogar tampoco es la solución. Hay que mantener un mínimo cable de comunicación, no porque no haya enfrentamiento sino precisamente porque lo hay. Pero –en ese punto puede haber concenso en la MUD- el diálogo debe estar siempre subordinado al dilema fundamental. Ese dilema no es otro que el que se da entre democracia o dictadura.

El objetivo de la MUD solo puede ser la restauración de la Constitución. Exigir que el régimen capitule frente a la MUD no es, por lo mismo, un planteamiento correcto. El régimen debe capitular frente a la Constitución y nada más. Si la Constitución rige al país, los presos políticos serán liberados y las elecciones libres y soberanas deben tener lugar en los plazos acordados.

Ahora, si el régimen no logra dividir a la MUD, si el centro político opositor sigue manteniendo su hegemonía en el conjunto de la oposición, disminuyendo los peligros que provienen de sus dos extremos, y si este centro sigue contando con el apoyo multitudinario de la sociedad civil y de la inmensa mayoría del pueblo, como hasta ahora ha venido ocurriendo, el régimen tiene todas las de perder. Con diálogo o sin diálogo.

Jugar la carta genocida de Diosdado Cabello (y otros) precisa de una condición previa y esta es, que la unidad interna del bloque de dominación política representado por Maduro no sufra ninguna grieta en sus dos pilares fundamentales. Esos pilares son el PSUV y las FNAB. Ambos pilares están internamente unidos y por lo mismo son dependientes el uno del otro.

Disidencias políticas al interior del bloque dominante ya las hay. Algunas como el grupo Marea Socialista se han desgajado del madurismo y lo combaten con tanta o más fiereza que a la oposición. Hay ex ministros de Chávez, precisamente quienes pertenecieron a la generación fundacional, en abierta oposición a Maduro y su séquito. En APORREA, revista doctrinal del chavismo, se agolpan invectivas en contra del régimen y si bien sus autores no apoyan a la MUD, tampoco parecen proclives a acompañar a Maduro hasta las últimas consecuencias. Y no por último, hay generales y altos oficiales en retiro que no vacilaron en apoyar al RR16. Ellos ven en el madurismo, y no sin cierta razón, una traición al chavismo.

De una u otra manera todas esas trizaduras deben repercutir en las las FANB. A menos que las FANB sean de otro planeta.

La impresión predominante es que el alto mando de las FANB ha unido su destino a la dictadura. La corrupción y envilecimiento de no pocos generales parece ser desorbitante.

Por otro lado, es muy difícil que en Venezuela surja un levantamiento de la tropa en contra de la dictadura. Eso sucede solo en las películas. La crisis del estamento militar, en la mayoría de los casos históricos ha tenido como epicentro el segmento intermedio del ejército, sobre todo entre los oficiales que ejercen mando de tropa. Y bien, ahí, justamente en ese segmento reside el gran misterio de la política venezolana.

Nadie sabe como reaccionará el sector intermedio de las FANB si es que llegara a producirse una situación límite. No olvidemos que la mayoría de ese sector proviene de capas sociales también intermedias, precisamente las más maltratadas por el régimen. Al fin y al cabo, por más cerradas que estén las puertas de los cuarteles, las luces del exterior siempre terminan por colarse en sus interiores. De todos modos, pensar en que el amplio movimiento democrático logrará romper el bloque de dominación político-militar es por el momento solo una posibilidad. Y toda posibilidad es una incognita.

Hay experiencias históricas en las cuales la ruptura del bloque de dominación político-militar ha permitido el desarrollo de amplios movimientos sociales (ejemplo: el ocaso de las dictaduras de Portugal, Grecia y España durante los años setenta del siglo XX ). Hay otros en los cuales, a la inversa, amplios movimientos sociales han logrado fracturar el bloque de dominación (ejemplo: el ocaso de las dictaduras comunistas europeas a fines de los años ochenta, y en América Latina, el colapso del régimen durante la Argentina de Galtieri). También ha habido algunos episodios en los cuales las trizaduras en el bloque dominante no han sido lo suficientemente profundas, hecho que ha obligado a los actores políticos a buscar salidas negociadas o pactadas. Así sucedió con el declive de las dictaduras en Brasil, Uruguay y Chile.

En fin, nadie tiene la bola de cristal para predecir exactamente como y cuales serán las formas que asumirá la liberación democrática de Venezuela. Lo decisivo –y esa es la gran responsabilidad de los actores-  es que esta ocurra del modo menos cruento posible. Para ello se requiere del cumplimiento de algunas condiciones; entre ellas:

1)              Que la oposición no pierda sus vínculos con las más amplias movilizaciones ciudadanas.

2)              Que la oposición – por lo menos el núcleo formado por sus cuatro partidos mayoritarios- mantenga su condición unitaria.

3)              Que la unidad se de en torno al tema de la restauración constitucional.

4)              Y que, por lo tanto, esa oposición no abandone jamás su carácter pacífico, democrático y electoral.

Los acontecimientos que ocurrirán el 3 de Noviembre llevarán, con toda seguridad, a reformular algunos temas aquí esbozados. La política es siempre dinámica y hay que pensarla día a día.

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