Fernando Mires
Para entender al
otro, aunque sea un enemigo (y quizás por eso mismo) hay que intentar mirar las
cosas desde la posición del otro.
Y bien, si nos
ponemos en la posición de Maduro, por más desagradable que eso sea, hay que
entender que el régimen –repito, desde su posición- hizo lo que tenía que
hacer: anular el revocatorio y todas las elecciones en las que pueda perder por
aplastante mayoría, vale decir, a todas las elecciones.
El régimen eligió
entre dos males. O salir por la vía electoral o mantenerse en el poder gracias
a la fuerza militar. Elegir la segunda alternativa implicaba un riesgo y ese no
era otro sino traicionar el carácter originario del chavismo, vale decir, su
impronta populista y electoral. Ambas, al fin y al cabo, una sola impronta.
El de Chávez era un
populismo electoral y electorero. Un Chávez sin elecciones habría sido un
simple gobierno militar, uno más de los tantos que han ensuciado la historia
del continente. Maduro en cambio, ya es uno de ellos. Otro dictador en una
larga galería.
Convertir al
régimen en una dictadura de jure y de facto es una maniobra no exenta de
peligros. Esos peligros fueron seguramente evaluados por el régimen. Sus
detentores han de haber considerado preferible arriesgar una caída no electoral
que una derrota electoral. En breve, han decidido declararse dispuestos a pagar
un precio altísimo a fin de mantenerse en el poder.
Han violado la
legalidad, forman un gobierno anticonstitucional, no tienen legitimidad ni
mayoría política. Saben que todo eso se traducirá en un mayor aislamiento
internacional y, no por último, arriesgan la posibilidad de experimentar
irreparables fracturas internas. No les importa.
Personajes como
Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez no han encontrado otra puerta de escape que
no requiera del uso de la fuerza bruta. Sus delitos han sido tan evidentes y el
odio popular concentrado en sus personas es tan grande que no tienen otra
salida sino quemar las naves antes de enfrentar a un tribunal idóneo.
Cualquiera que sea, deberá condenarlos.
La apuesta es
demasiado alta. Para ganarla deben atraer al adversario al único lugar en el
cual el régimen es todavía fuerte, el del enfrentamiento no político sino
violento. Eso llevaría a desatar una represión no selectiva como la que han
venido practicando hasta ahora, sino una masiva. Una represión al lado de la
cual la del turco Erdogan parecería un niño de pecho, para usar las amenazantes
palabras de Nicolás Maduro.
Lo que seguramente
no sabe Maduro es que detrás de la
represión de Erdogan no solo había un ejército como él tiene o cree tener.
Había además una inmensa mayoría social. Tampoco parece haber tomado en cuenta
que Erdogan poseía el carisma de una religión convertida en ideología. Al lado
de los poderes que tiene Erdogan detrás de sí, Maduro parece un niño de pecho.
En síntesis, la
fracción mas dura del post-chavismo pareciera
-que eso parezca no significa que así será- ser capaz de cometer un horrible crimen colectivo y pasar a la
historia como emuladora de Pinochet, Videla, Trujillo y Castro. Pero antes
deberá aceptar que Maduro juegue algunas cartas políticas. Es lo que está
haciendo con el llamado diálogo.
Un diálogo muy sui
generis pues el régimen no tiene nada que ofrecer sino la aceptación de la
norma constitucional, ya sea vía RR16 o mediante un adelanto de las elecciones
presidenciales. Cualquier ofrecimiento anti o no constitucional no puede ser
aceptado por la oposición. En el libro azul de la Constitución están condensadas todas las demandas de la MUD. Lo
que une a la MUD no es un programa ni una ideología. Es solo la Constitución.
La oposición es la Constitución
El objetivo del
supuesto diálogo es para el gobierno dividir a la oposición entre dialoguistas
y radicales destruyendo así el centro político que hasta ahora mantiene su
hegemonía gracias al liderazgo ejercido dentro y fuera de la MUD por algunas
personas de la oposición. Entre ellos Jesús Torrealba desde la MUD, Henry Ramos
Allup desde la AN, Leopoldo López desde la prisión, y Henrique Capriles en
comunicación con la mayoría ciudadana.
Hasta ahora el
entrampado del diálogo funciona en el plano internacional. Diálogo es la
palabra mágica que permite a los gobiernos latinoamericanos escurrir el bulto
del problema. Al haberse imbricado el propio Vaticano (¿qué Papa va a decir no
a un diálogo?) el régimen ha logrado neutralizar en parte la abierta oposición
ejercida por la Iglesia Católica venezolana y con ello ha obligado a la MUD a
participar en el simulacro de diálogo organizado por Rodríguez Zapatero, Samper
y Torrijos. Bajo esas condiciones, no asistir a una reunión con presencia
vaticana habría sido un gran desacato diplomático y, por lo mismo, un error
político. La MUD hizo lo correcto.
Incorrecto habría sido poner las movilizaciones anunciadas al servicio del
diálogo.
La no asistencia de
VP al supuesto encuentro dialógico tampoco puede ser criticada. Su líder es un
prisionero del régimen. Ningún partido aceptaría dialogar bajo esas
condiciones. Para VP era casi una cuestión de honor no asistir.Y así hay que
entenderla.
Sin
embargo, hay
que convenir en que el diálogo, si se mantienen los términos planteados
por el
régimen, será un juego de corta duración. La razón es simple: No hay
mucho tema
sobre el cual dialogar. No obstante, no dialogar tampoco es la solución.
Hay
que mantener un mínimo cable de comunicación, no porque no haya
enfrentamiento sino precisamente porque lo hay. Pero –en ese punto puede
haber concenso en la
MUD- el diálogo debe estar siempre subordinado al dilema fundamental.
Ese
dilema no es otro que el que se da entre democracia o dictadura.
El objetivo de la
MUD solo puede ser la restauración de
la Constitución. Exigir que el régimen capitule frente a la MUD no es, por lo
mismo, un planteamiento correcto. El régimen debe capitular frente a la
Constitución y nada más. Si la Constitución rige al país, los presos políticos
serán liberados y las elecciones libres y soberanas deben tener lugar en los
plazos acordados.
Ahora, si el
régimen no logra dividir a la MUD, si el centro político opositor sigue
manteniendo su hegemonía en el conjunto de la oposición, disminuyendo los
peligros que provienen de sus dos extremos, y si este centro sigue contando con
el apoyo multitudinario de la sociedad civil y de la inmensa mayoría del
pueblo, como hasta ahora ha venido ocurriendo, el régimen tiene todas las de
perder. Con diálogo o sin diálogo.
Jugar la carta
genocida de Diosdado Cabello (y otros) precisa de una condición previa y esta
es, que la unidad interna del bloque de dominación política representado por
Maduro no sufra ninguna grieta en sus dos pilares fundamentales. Esos pilares
son el PSUV y las FNAB. Ambos pilares están internamente unidos y por lo mismo
son dependientes el uno del otro.
Disidencias
políticas al interior del bloque dominante ya las hay. Algunas como el grupo
Marea Socialista se han desgajado del madurismo y lo combaten con tanta o más
fiereza que a la oposición. Hay ex ministros de Chávez, precisamente quienes
pertenecieron a la generación fundacional, en abierta oposición a Maduro y su
séquito. En APORREA, revista doctrinal del chavismo, se agolpan invectivas en
contra del régimen y si bien sus autores no apoyan a la MUD, tampoco parecen
proclives a acompañar a Maduro hasta las últimas consecuencias. Y no por
último, hay generales y altos oficiales en retiro que no vacilaron en apoyar al
RR16. Ellos ven en el madurismo, y no sin cierta razón, una traición al
chavismo.
De una u otra
manera todas esas trizaduras deben repercutir en las las FANB. A menos que las
FANB sean de otro planeta.
La impresión
predominante es que el alto mando de las FANB ha unido su destino a la
dictadura. La corrupción y envilecimiento de no pocos generales parece ser
desorbitante.
Por otro lado, es
muy difícil que en Venezuela surja un levantamiento de la tropa en contra de la
dictadura. Eso sucede solo en las películas. La crisis del estamento militar,
en la mayoría de los casos históricos ha tenido como epicentro el segmento
intermedio del ejército, sobre todo entre los oficiales que ejercen mando de
tropa. Y bien, ahí, justamente en ese segmento reside el gran misterio de la
política venezolana.
Nadie sabe como
reaccionará el sector intermedio de las FANB si es que llegara a producirse una
situación límite. No olvidemos que la mayoría de ese sector proviene de capas
sociales también intermedias, precisamente las más maltratadas por el régimen.
Al fin y al cabo, por más cerradas que estén las puertas de los cuarteles, las
luces del exterior siempre terminan por colarse en sus interiores. De todos
modos, pensar en que el amplio
movimiento democrático logrará romper el bloque de dominación político-militar
es por el momento solo una posibilidad. Y toda posibilidad es una incognita.
Hay experiencias
históricas en las cuales la ruptura del bloque de dominación político-militar
ha permitido el desarrollo de amplios movimientos sociales (ejemplo: el ocaso
de las dictaduras de Portugal, Grecia y España durante los años setenta del
siglo XX ). Hay otros en los cuales, a la inversa, amplios movimientos sociales
han logrado fracturar el bloque de dominación (ejemplo: el ocaso de las
dictaduras comunistas europeas a fines de los años ochenta, y en América
Latina, el colapso del régimen durante la Argentina de Galtieri). También ha
habido algunos episodios en los cuales las trizaduras en el bloque dominante no
han sido lo suficientemente profundas, hecho que ha obligado a los actores
políticos a buscar salidas negociadas o pactadas. Así sucedió con el declive de
las dictaduras en Brasil, Uruguay y Chile.
En fin, nadie tiene
la bola de cristal para predecir exactamente como y cuales serán las formas que
asumirá la liberación democrática de Venezuela. Lo decisivo –y esa es la gran
responsabilidad de los actores- es que
esta ocurra del modo menos cruento posible. Para ello se requiere del
cumplimiento de algunas condiciones; entre ellas:
1)
Que la
oposición no pierda sus vínculos con las más amplias movilizaciones ciudadanas.
2)
Que la
oposición – por lo menos el núcleo formado por sus cuatro partidos
mayoritarios- mantenga su condición unitaria.
3)
Que la
unidad se de en torno al tema de la restauración constitucional.
4)
Y que, por
lo tanto, esa oposición no abandone jamás su carácter pacífico, democrático y
electoral.
Los acontecimientos
que ocurrirán el 3 de Noviembre llevarán, con toda seguridad, a reformular
algunos temas aquí esbozados. La política es siempre dinámica y hay que
pensarla día a día.
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