No podemos hablar de "pan y circo" porque no hay trigo, pero el espectáculo continúa...
MARUJA TARRE | EL UNIVERSAL
viernes 29 de julio de 2011 12:00 AM
El Papa Pío VII, cansado de las numerosas triquiñuelas de Napoleón, se refería a él en esos términos: "¡Comediante, tragediante!". Un autócrata que recurría a su talento histriónico para conservar el afecto de las masas.
Hugo Chávez dista mucho de ser un Napoleón caribeño. Bonaparte, en medio de su ambición imperial, creó instituciones, monumentos, cultura, que todavía hoy en día contribuyen a la grandeza de Francia. Mientras que Chávez será recordado sólo por su récord destructivo a pesar de los ingresos petroleros más cuantiosos de la historia universal.
Pero a Chávez también podríamos calificarlo de "Comediante, tragediante". Su dominio mediático es su única cualidad realmente notable. En días pasados ha mantenido al país entero, y buena parte de la prensa mundial, pendientes de una enfermedad misteriosa. Amanece hoy pálido, demacrado e inspirando lástima a sus acongojados seguidores, pero mañana lo veremos rozagante, alegre, cantando y anunciando ya ese milagro esperado, como un elegido que es él de los dioses del Olimpo. El eterno "Comediante, tragediante" actualizado con una buena dosis del más puro reality show de Los Angeles imperiales.
Mientras tanto, quien contempla el espectáculo es un pobre país que se desangra y está a merced de un tirano extranjero. Las instituciones desaparecidas, la inflación más alta del mundo, la criminalidad que nos mantiene encerrados, la violencia en todos los ámbitos, la producción inexistente, la corrupción convertida en frenesí. Mediocridad, fin de la inteligencia, adulancia grotesca. El país vuelve a ser aquel cuero seco decimonónico e ingobernable. No podemos hablar de "pan y circo" porque no hay trigo, pero el espectáculo continúa para el Comediante, tragediante.
Hugo Chávez dista mucho de ser un Napoleón caribeño. Bonaparte, en medio de su ambición imperial, creó instituciones, monumentos, cultura, que todavía hoy en día contribuyen a la grandeza de Francia. Mientras que Chávez será recordado sólo por su récord destructivo a pesar de los ingresos petroleros más cuantiosos de la historia universal.
Pero a Chávez también podríamos calificarlo de "Comediante, tragediante". Su dominio mediático es su única cualidad realmente notable. En días pasados ha mantenido al país entero, y buena parte de la prensa mundial, pendientes de una enfermedad misteriosa. Amanece hoy pálido, demacrado e inspirando lástima a sus acongojados seguidores, pero mañana lo veremos rozagante, alegre, cantando y anunciando ya ese milagro esperado, como un elegido que es él de los dioses del Olimpo. El eterno "Comediante, tragediante" actualizado con una buena dosis del más puro reality show de Los Angeles imperiales.
Mientras tanto, quien contempla el espectáculo es un pobre país que se desangra y está a merced de un tirano extranjero. Las instituciones desaparecidas, la inflación más alta del mundo, la criminalidad que nos mantiene encerrados, la violencia en todos los ámbitos, la producción inexistente, la corrupción convertida en frenesí. Mediocridad, fin de la inteligencia, adulancia grotesca. El país vuelve a ser aquel cuero seco decimonónico e ingobernable. No podemos hablar de "pan y circo" porque no hay trigo, pero el espectáculo continúa para el Comediante, tragediante.
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