¿Se convertirá Venezuela en una segunda Cuba? ¿En cuál Cuba? ¿La de 2014 o la de 2000? ¿La Cuba que abre su economía? Maduro está prometiendo abiertamente una salida violenta a la pérdida de los comicios de diciembre, al menos no estar dispuesto a reconocer las decisiones de la nueva Asamblea.
Maduro está reaccionando como un verdadero marxista para el que las elecciones son un simple medio de llegar al poder. Maduro posee una formación radical y para el verdadero marxismo lo importante es la revolución, no la voluntad popular.
Nicolás Maduro dijo este jueves que “en el escenario ‘hipotético negado’ de que la oposición llegara a ganar las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre ‘no entregaría la revolución’ y pasaría a gobernar con el ‘pueblo’ y en ‘unión cívico-militar”. Esto lo declaró en una entrevista transmitida por el canal estatal VTV.
Es decir, si el pueblo vota contra Maduro, ya no es el pueblo y la minoría se convierte en mayoría.
El rechazo a la gestión del presidente Nicolás Maduro va en aumento en Venezuela a la misma velocidad con que la oposición capitaliza el descontento social a su favor para las parlamentarias del 6 de diciembre. 82% de los venezolanos califica de negativa la gestión del mandatario mientras que la oposición aumenta entre 9 y 20 puntos su ventaja con el chavismo, según sondeos realizados en octubre.
Datincorp aseguró que la oposición alcanzaría 56% de los votos y el chavismo, 39%, según su último estudio. 82% de los venezolanos considera que la gestión de Maduro ha sido mala y negativa. El pasado junio, el mandatario tenía 70% de rechazo, según Luis Vicente León, director de Datanálisis.
En América Latina la revolución ha estado representada por Castro, Allende, Chávez, y por fin por Nicolás Maduro. Los cuatro levantaron la bandera de “patria, socialismo o muerte”; el proceso culminó con Maduro que se siente en la gloria cuando visita a Fidel Castro, con cualquier pretexto viaja a La Habana. En los días lejanos que manejaba autobuses por Caracas nunca imaginó que su dios le contestaría al teléfono. Maduro quiere sumergirse en la aureola revolucionaria mientras los Castro viven del recuerdo de la lucha armada, se visten de militar hasta para ir al baño. Se esfumó la llamada al heroísmo, el Che se volvió un simple monumento en la isla, las cenizas de Allende las dispersó el tiempo. Ni Fidel Castro es ya Fidel Castro, y Maduro es solo Maduro: el grito heroico se transformó en murmullo.
El mito de los libertadores alimentó una historia de golpes de Estado y atraso en Venezuela. Surgió una versión fantástica de la historia nacional, Bolívar era el santo muerto en la cruz por culpa de un Judas. Aparte de contar con petróleo descendíamos de los libertadores, los creadores del militarismo. Chávez fue producto de esa tradición, la conspiración del 4-F no era un secreto, se comentaba abiertamente la posibilidad de un golpe al final del segundo período presidencial de Carlos Andrés Pérez. Al lamentarse un banquero a fines de 1991 de la decadencia moral del país, Ramón J. Velásquez le advirtió: “Un zambo está preparándose para echar una vaina”. En Miraflores, el jefe de la inteligencia militar le comentaba a un periodista señalando a Chávez: “Ese coronel y un tal Arias Cárdenas están organizando un golpe”. Uslar Pietri, un mes antes del 4 de febrero de 1992, hablaba del peligro de golpe. En 1958 hubiera sido considerado un deber moral delatar a los conspiradores; en 1992 un obispo rechazó divulgar informaciones recibidas privadamente sobre el segundo golpe del 27-N.
No es fácil lo que nos espera. Chávez aceptó el sistema electoral porque ganaba las elecciones, en cambio Maduro sabe que las perderá.
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