El régimen está podrido y pudre todo lo que toca. No es que “el Abasto Bicentenario se pudrió”, como dijera Maduro en expresión tan impersonal como si el abasto se hubiera convertido en un muladar por putrefacción espontánea. No. El Bicentenario fue saqueado por la corrupción de los “enchufados” y el “bachaqueo” en contra del pueblo empobrecido y hambriento, como ocurriera con Pdval, llamado Pudreval cuando fue descubierto con miles de toneladas de alimentos putrefactos adquiridos por los “boliburgueses”, que nunca estuvieron presos y siguieron enriqueciéndose con empresas de maletín que arrasaron las reservas internacionales y nos llevaron impunemente a la ruina y al “paquetazo” de esta semana. Tan insensible es la corrupción oficial que hace unos días fueron detectadas en el Sefar compras de medicinas vencidas provenientes de China y Cuba. La pudrición corroe todo cuanto tocan quienes juran trabajar para el bienestar popular: han podrido la educación y la salud públicas y servicios tan vitales como el agua, la electricidad y la seguridad. Han corrompido la justicia, devenida en un TSJ verdugo de la libertad y la democracia, violador de la Constitución y defensor del régimen ya abiertamente dictatorial; han convertido en estercolero las relaciones internacionales, la política carcelaria y otra larga lista de ámbitos destruidos por las devastadoras prácticas oficiales.
Sin atisbo de autocrítica, Maduro sigue culpando de la ruinosa situación venezolana a una inexistente “guerra económica”. ¿Quién puede creerle cuando, como antesala de su infame “paquetazo” del miércoles, dice que su “agenda económica fue hecha para construir el futuro del país, encarar esta guerra económica y crear un modelo productivo”, si Chávez y él acabaron con la producción agrícola e industrial con los “exprópiese”, hasta llegar a la escasez extrema de ahora, y dilapidaron las divisas para importar lo que hoy necesita Venezuela? Miente Maduro al decir que “la oposición y el Imperio vulneraron el sistema de producción del país, la comercialización y el establecimiento de precios en los productos (…) y ahora Venezuela tiene un bloqueo financiero internacional”. Muestra su ignorancia al culpar al “Imperio” de una “guerra mundial contra el petróleo que ha buscado destruir la OPEP y quitarle autoridad de regular el mercado”. Cuando comenzaron a bajar los precios del crudo, fue Arabia Saudita la que lideró la campaña de aumentar la producción, estimulando así el derrumbe de los precios del petróleo. Otro “pana” negado a bajar su producción es Irán, que incrementó la venta de su crudo en los mercados internacionales cuando le fueron levantadas las sanciones.
Ha sido providencial que el texto “Dios no proveyó” (que todos deben leer y sobre todo los chavistas), escrito por los brillantes venezolanos Ricardo Hausmann y Miguel A. Santos publicado en Prodavinci, haya circulado profusamente en las redes sociales días antes de que Maduro expusiese su “paquetazo” que adobó con falsedades como que la debacle nacional es culpa de “la oposición” y del “Imperio. “Hace solo 3 años –escriben Hausmann y Santos– vivíamos en la abundancia más grande e irresponsable de nuestra historia. En 2012 el precio petrolero promedió $ 103 el barril, exportamos $ 97.340 millones e importamos bienes por $ 75.300 millones. Pero a pesar de esa bonanza el gobierno registró un déficit demencial de 17,5% del PIB, en un país que debería haber ahorrado para cuando su buena suerte se agotara, como hizo Kazajistán, que aprovechó las vacas gordas y creó un fondo de ahorro equivalente a 7 años de contribución fiscal petrolera”. El chavismo, en cambio, en el último año electoral de Chávez, gastó como si el precio del barril fuese de 197 dólares, así que la diferencia fue cubierta con un irresponsable endeudamiento y la impresión de dinero inorgánico. Pero los desvaríos venían desde tiempo atrás. Relatan Hausmann y Santos que entre 2006 y 2014 –en plena bonanza petrolera– lejos de ahorrar, Venezuela multiplicó su deuda externa por 5, y comenzó a declararle la guerra al sector privado con “importaciones baratas, racionándole el acceso a divisas para importar insumos, expropiándolo y ocupándolo, regulándole los precios y márgenes, criminalizando los inventarios y la exportación y sujetándolo a numerosas regulaciones que acabaron por extinguir su rentabilidad”. Esta política suicida se pudo camuflar mientras hubo divisas para importar, creando así una falsa idea de bienestar social y de “éxito” artificial del gobierno. Pero ahora llegamos al llegadero. ¿Cómo hizo Venezuela –se preguntan Hausmann y Santos– para importar 50.000 millones de dólares en bienes y servicios en 2014 si apenas exportamos 37.000 millones de dólares (62% menos que en 2012)? ¿De dónde salieron esos millones extras para las importaciones de 2014, 2015 y la corrupción? Pues salieron de las reservas internacionales, de empeñar nuestro oro, de liquidar acreencias de Petrocaribe a precio de ganga, sacar los derechos de giro en el FMI, endeudamiento de Citgo y venta de la refinería Chalmette. Maduro no solo raspó la olla, sino que dejó miles de millones de dólares sin pagar que hoy están reclamando Brasil, Panamá, Uruguay, Nicaragua, Argentina, China y otros. Maduro debe decirnos cuánto podremos importar en 2016, sin reservas internacionales, sin crédito externo, con deudas que vencen y hay pagar por 10.300 millones de dólares, con anaqueles vacíos, empresarios que saben producir pero no tienen insumos porque el gobierno no les entrega divisas desde hace más de 5 años y el chavismo los llevó a la ruina. El feroz paquetazo neoliberal de Maduro (aumento salarial de 20 % con inflación que podría superar 1.000% con la devaluación) soluciona el déficit de caja del gobierno con el aumento de los impuestos y de la gasolina (sin tocarle un pelo a los 100.000 barriles diarios que envía a Cuba). Pero esos recursos no serán para los pobres, como dice el régimen, sino “para los más avispados asociados al poder”, como señala el gobernador de Lara, quien calcula que con el nuevo salario se pueden comprar 5 kilos de caraotas, 2 paquetes de harina PAN y 1 kilo de queso (si los consigue). Con las medidas cambiarias, los “avispados” podrán recibir dólares a 10 bolívares, que no serán para alimentos y medicinas, sino para que los “bolichicos” sigan con sus “guisos” en el mercado negro.
El estercolero oficial ha acabado con las instituciones democráticas y está intentando aniquilar a la nueva AN, legitimada por el masivo voto popular. La inconstitucional sentencia del TSJ de dejar sin efecto el documentado rechazo de la AN al decreto de Maduro sobre la emergencia económica y los alegatos vergonzantes de la presidenta del TSJ a favor de los magistrados de la Sala Electoral – chavistas confesos y autores de las impugnaciones contra los diputados de Amazonas– son prueba de su obscena parcialización. Tal es la sumisión del TSJ al gobierno que los diputados Carreño y Cabello ya anuncian que la Ley de Amnistía será engavetada, declarada inconstitucional por el máximo tribunal y no será publicada en laGaceta Oficial. Así las cosas, dentro y fuera de Venezuela existe la convicción de que este régimen, que lo ha envilecido todo, saldrá muy pronto del poder: él y su podredumbre.
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