3 DE FEBRERO 2016 - 12:01 AM
La Universidad de Pekín dio a conocer una investigación en la que pone de relieve las más dramáticas desigualdades en el ingreso familiar que tienen lugar en un país en donde ha imperado el comunismo como tesis de manejo del Estado y ha sido gobernado por políticos que aseguran estar empeñados hacer crecer la economía en la medida en que son resueltas las carencias de sus estratos sociales bajos. La tarea de hacer de China una sociedad más justa resulta ser una cuesta tan empinada como el Everest.
Resaltemos, solo como abreboca, que 1% de los hogares detentan un tercio de la riqueza del país y que una cuarta parte de los hogares del gigante asiático concentran apenas 1% de esa riqueza.
Para los conocedores de los índices de medición de la desigualdad, ello equivale a constatar que el Coeficiente de GINI se ubica en 0,49, muy por encima de los que el Banco Mundial considera una situación de extrema severidad. Estados Unidos exhibe 0,41 y Alemania 0,3. Este índice es calculado en base al consumo declarado por los hogares de los diferentes estratos sociales. Los países con evidentes desigualdades como Brasil logran sobrepasar ligeramente a China al ubicarse en 0,53. Solo para usarlo a título de comparación, Bolivia se ubica en 0,48 al igual que Ecuador y la Republica Dominicana.
Si el rumbo chino no es corregido alcanzará en breve a los países más pobres de África o de América Latina. Es útil, para ello, saber que en los últimos 35 años, décadas en las que los gobiernos del Imperio del Medio se han empeñado en corregir las distorsiones de su acelerada expansión y de aprovechar los beneficios en favor de los excluidos, el índice de desigualdad se ha catapultado de 0,3 a finales de los 80 hasta casi 0,5 a estas fechas. Algunos centros de estudios aseguran que la situación es más grave aún. Las mediciones de la Universidad de Finanzas y Economía de Chengdu le dan al Coeficiente de Ginide China 0,61 para 2010 tomando como base 15.000 hogares en 25 provincias.
La realidad es que China, el líder mundial de crecimiento económico, lo que está resultando ser es una inmensamente grande fábrica de pobres… y de ricos, al mismo tiempo. En octubre pasado, el peor mes del descalabro económico chino, el número de sus mil millonarios – 596- sobrepasó el de Estados Unidos- 537-. En el mismo instante, 252 millones de seres vivían con menos de 2 dólares al día, equivalente a 5 veces la población de Colombia.
Tres elementos se juntan para que las mediciones sean engañosas y es que la declaración de ingresos en China es turbia en todos los segmentos. Además, en los segmentos altos este hecho se ve notoriamente agravado por la corrupción y los negociados ilícitos. Si a ello se une que los principales agentes de las distorsiones se encuentran cercanos al gobierno, la transparencia vital para combatir los males sociales es poco menos que inexistente.
A fin de cuentas, no puede decirse que las elites se estén enriqueciendo en detrimento de los pobres porque millones entre ellos han sido extraídos de su puesto debajo de la línea de la pobreza. Un analista comentaba recientemente que el asunto es muy simple y tiene que ver con la forma en que la economía se comporta cuando esta crece desbocadamente: “mientras los pobres se están convirtiendo en más ricos, los ricos se hacen más ricos a una velocidad mayor”.
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