Obama y Castro (Raulito en comparación con Fidelito) algo discutieron sobre Venezuela. Obama diciendo, argumentando sobre la necesidad de un cambio en Venezuela, y Castro defendiendo la no intervención en los asuntos internos de los venezolanos. Pero, en el fondo, ambos reconocieron tácita o explícitamente, escoja usted lector la versión que más le guste, que Venezuela atraviesa una severa crisis económica, social, sanitaria, alimenticia y de seguridad.
Obama estuvo machacando que la situación de Venezuela contagia y altera el funcionamiento de toda la región, y Raúl se empecinó en sostener la idea de que Venezuela es capaz, con su realidad interna, de superar las trabas y los problemas generados por una política económica demencial a la cual, por cierto, los Castro han venido renunciando paulatinamente.
Mientras estas señales de paz tomaban cuerpo en la realidad, reinaba como debe ser el diálogo; los terroristas, los asesinos, los malvados, mataban, masacraban a sangre fría a inocentes personas. Europa y la humanidad deben declararle una guerra total al ISIS hasta liquidarlos definitivamente. Sostengo, volviendo a nuestro tema, que los principales dirigentes del moribundo chavismo saben a qué se exponen cuando el poder los abandone a su suerte. Sin guardaespaldas. Sin camionetotas. Sin parafernalias. Sin jalabolas. Es de temer su futuro.
El caso de Iroshima Bravo tratando de pasar inadvertida en Miami y la respuesta furibunda de los exiliados criollos en aquel país frente a quien fuese expresión radical de la torcida política cambiaria y fiscal del régimen, así como las críticas severas hechas contra la ex defensora Gabriela Ramírez en sus compras furtivas en Miami se constituyen como muestras simples de la avalancha de críticas, la lluvia de pequeños pero significativos rechazos y desprecios, el alud inconmensurable de miradas críticas, torceduras de ojos, sonido de platos, copas y vasos, pitas, palabras altisonantes y gestos vulgares a que se verán sometidos los jerarcas del actual gobierno si no adoptan una política de diálogo sincero, de apertura, de amnistía a los presos políticos. Y eso puede suceder en cualquier lugar del globo terráqueo. No hay lugar seguro.
Estamos, más bien, están ellos, más obligados que nosotros, tanto por las circunstancias actuales como por lo que se otea y percibe en el horizonte cercano, a buscar un entendimiento que cambie el rumbo de la carrera desenfrenada hacia el abismo que representa el gobierno actual. Y nosotros estamos de acuerdo con ello. Cuando ese momento nos alcance, serán ellos quienes clamarán ardorosamente por una política de amnistía que evite persecuciones sesgadas, defienda y practique el debido proceso, asegure la salvaguarda de sus bienes y la protección de sus familias. Y en eso debemos ser tan firmes ofreciendo amnistía como lo somos ahora pidiéndola. Los jefes del chavismo deben estar seguros de que no serán acorralados como fieras peligrosas. Que los tribunales de justicia no se conviertan en paredones como lo fueron contra Afiuni, contra Leopoldo, contra Ledezma, en fin, contra todo aquel que tuviera olor a oposición. Que la Contraloría no se trasmute en un organismo de persecución contra sus bienes. Como lo dijo alguna vez Mandela: “El perdón libera el alma, elimina el miedo. Por eso es una herramienta tan poderosa”. Al igual que Jorge Luis Borges, quien sentenció: “Pero no basta ser valiente, para aprender el arte del olvido”. Se trata de reconciliar, de practicar una amnistía bidireccional. Que permita el surgimiento de sentimientos y acciones positivas, reunificadoras, edificantes.
La persecución puede durar siglos. El perdón y la amnistía es un instante. Que la Fiscalía abandone por siempre su triste papel de verdugo impío e implacable y se convierta en otro fiel de la balanza. Hay tantas cosas por hacer. Construir un nuevo CNE, de consenso para ambas partes, y nunca más en una oficina subalterna, furtiva, de malos olores y tristona del PSUV o de cualquier otro partido o de la MUD si fuera el caso. Donde las tendencias irreversibles sean verdaderamente ciertas e irreversibles. Y todo ello solo será posible en un clima de diálogo, de entendimiento nacional y bajo la dirección de un gobierno de unidad nacional.
¿Cómo evitar la desconfianza de los rojos rojitos una vez que finalice su gobierno en el sentido de que el nuevo poder público cumpla sus ofrecimientos de amnistía y perdón? De muchas maneras. Una de ellas es el auxilio de organismos internacionales con experiencia en procesos de diálogo. Son instituciones que gozan de prestigio mundial, cuyos resultados han sido siempre positivos. Cuyos acuerdos son verificables y donde las partes actuantes han mostrados su satisfacción a lo largo de los tiempos. Son los garantes, los fiadores, los testigos.
El Institute for Integrated Transitions. IFIT. Instituto para Transiciones Integradas. Está destinado a colaborar, a ayudar, en transiciones nacionales donde existan condiciones de fragilidad, en gobiernos afectados por conflictos y se constituyen como recursos expertos para procesos locales destinados a mejorar las condiciones políticas, sociales y económicas. Esfuerzos que evitan y ayudan a reducir las tendencias autoritarias y la guerra civil. Prevención de conflictos. Desarme. Desmovilización y reintegración. Lucha contra el crimen organizado. Reforma del área de seguridad. Tienen una amplísima experiencia en estos asuntos. Cuentan con habilidades y amplia experiencia con una visión integrada para establecer prioridades que respondan a las características especiales de los riesgos y oportunidades de una transición. IFIT no toma decisiones ni aplica resultados.
Una segunda y muy importante organización es el International Crisis Group. ICG. Grupo Internacional de Crisis. Institución independiente, sin fines de lucro, no gubernamental, dedicada a prevenir y resolver conflictos graves. ICG decide en cuáles situaciones actuar basados en numerosos factores. La seriedad del conflicto. Si ICG puede o no contribuir a las soluciones dada su experiencia y personal. Y especialmente si ICG puede o no obtener los recursos que aseguren reportes de altísima calidad en relación al conflicto y si tales recursos pueden operar con seguridad en el campo de trabajo. ICG está formado por antiguos y experimentados diplomáticos, periodistas, académicos y ONG. Siempre con expertos en las materias tratadas. De 116 expertos miembros de ICG 63 están trabajando en procesos conflictivos en 25 países distintos.
Aquí tenemos entonces dos de los principales organismos para el manejo y resolución de conflictos políticos, económicos, sociales y de seguridad que pueden preparar un plan de transición, un camino de diálogo y, por qué no, las bases para un gobierno de unidad que enrumbe a Venezuela por el camino de la paz civil y el desarrollo económico. Hay tiempo. Hay futuro. Hay oportunidad.
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