Editorial El Nacional
Haría falta una supercomputadora de última generación para aproximarse someramente a la suma infinita que Fidel Castro y su revolución hoy en declive le ha arrancado a todos los países del mundo, incluso a aquellos que pasan por ser anticomunistas de dura piel y larga data.
Esta historia no es desconocida para nadie, ha sido contabilizada año tras año y muy bien documentada no sólo por los adversarios de Fidel y de su tragicomedia ideológica, sino también por los socios y aliados de la desaparecida Unión Soviética, a quienes el castrismo les vació los bolsillos, con el agregado de que a los que le sacaban el dinero eran “países vitrinas” que, al registrarle la trastienda, no se encontraban otra cosa que hambre, miseria y racionamiento de los víveres más esenciales.
Nada de eso le importó a Fidel Castro, que estaba más interesado en obtener todo a cambio de nada pues es fama reconocida mundialmente que la Cuba socialista jamás cumplió ni canceló en su totalidad hasta el día de hoy sus compromisos comerciales y financieros.
Al contrario, todos recuerdan la campaña emprendida por el régimen de La Habana, año tras año, para convencer a los países del Tercer Mundo de no cancelar sus deudas con la banca internacional, una campaña tramposa ya que tras una propuesta que pretendía ser justa para los pueblos se escondía la estrategia de Fidel para enmascarar su propia deuda, adquirida no por presiones y zancadillas del capital internacional, sino por una serie infinita de disparates económicos cometidos por los hermanos Castro y su entorno burocrático.
Olvida Fidel que hoy la revolución que él mismo ayudó a naufragar y hundir sin remordimiento alguno se mantuvo a flote mientras fluían intensamente hacia La Habana los capitales y las ayudas externas que cedían al chantaje del “bloqueo”, un ardid tan eficaz como el truco del paquete chileno pero elevado a escala continental y mundial. Una rápida mirada del curso de las economías de otras naciones “revolucionarias” demuestra que un país puede sortear esos escollos y mantener su rumbo de crecimiento sin contar con Estados Unidos.
Basta con el ejemplo de China y de Vietnam, este último país donde manda el partido comunista culminó el año pasado con una tasa de crecimiento de su PIB cercano a 11%, a pesar del quiebre de la economía en el resto del mundo. De paso se ha convertido en el principal abastecedor y exportador de café hacia el mercado internacional.
Fidel olvida que los cubanos exiliados por la dictadura de Batista financiaron, incluso desde Estados Unidos, buena parte de la guerrilla en la sierra Maestra. Venezuela no sólo envió dinero sino armas en una muestra de apoyo político considerable.
Más tarde, con la llegada de Hugo Chávez al poder se desbordó el río y Fidel no sólo nos mandó en calidad de alquiler a médicos y técnicos deportivos, sino que obtuvo, y sigue obteniendo, petróleo venezolano a precio regalado que los Castro, angelitos rojos, revenden por el Caribe y África con pingues ganancias.
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