“En el régimen absoluto, el poder autorizado no tiene, no admite límites. La voluntad del déspota es la ley suprema”. Simón Bolívar
La presencia de numerosos militares en los cargos públicos del estado en los últimos tiempos, convalida la idea de millones de venezolanos de que el régimen pretende perpetuarse en el poder, bajo la falsa premisa de que se trata de conformar un gobierno cívico militar, en el que los hombres de uniforme jueguen papel preponderante en el desarrollo del país, como si no lo tuviesen, si cumplieran su función primigenia, tal como lo contempla la propia Constitución Nacional, pero que para satisfacer los caprichos y devaneos de quienes detentan el poder, no solo la pisotean, sino que además se burlan de un pueblo que tras 18 años de latrocinio, inseguridad, desempleo, corrupción, escasez de alimentos y medicinas, pésimos servicios públicos y de salud, y un mar de atrocidades que han deteriorado en sumo extremo la calidad de vida de los venezolanos, no soporta más que su destino esté manejado por los cubanos hermanos Castro. Bien lo afirmó en cierta ocasión Rufino Blanco Fombona, (1930) cuando sentenció lapidariamente: “Entre ser devorado por Gómez y ser devorado por los yanquis, prefiero los dientes de Gómez que son dientes venezolanos. Patria, patria, cuántos dolores nos cuestas”.
Casi a diario, en sus diatribas en cadena el inquilino de Miraflores suele hacer énfasis en un nacionalismo revolucionario, que por su poca preparación académica no le permite diferenciar del verdadero nacionalismo, por cuanto dentro del vocabulario histórico y político contemporáneo, no hay término más cargado de ambigüedad que el término Nacionalismo. En Venezuela, desde fines del siglo XIX comienzos del XX, el vocablo no cesó de enriquecerse con sucesivas y variadas significaciones, en muchos casos episódicas e inciertas, derivadas de una acción común. Probablemente demasiado común, frente a la Nación y al Estado, pero no necesariamente reducidas las unas a las otras. De manera particular, a partir de la segunda década del pasado siglo XX, pues se generalizó para servir de etiqueta y de profesión de fe a las distintas corrientes políticas que surgen en la coyuntura, al afirmar la estrategia de defensa de los intereses y valores nacionales, instrumento importante como opción de poder, y para el desarrollo de la conciencia y del carácter nacionalista.
Según historiadores de las ideas políticas se pueden definir tres momentos del nacionalismo venezolano: 1) El de comienzos del siglo XIX, que nace de la herencia doctrinal y afectiva legada por la independencia y, posteriormente, por las aspiraciones liberales. 2) El de fines del siglo XIX y comienzos del XX, nacionalismo que aparece ligado a ideologías conservadoras, autoritarias y antidemocráticas. 3) Y el que ocurre dentro del cuadro económico, político, ideológico y social de la segunda década del siglo XX, cuando el nacionalismo aparece como el objetivo prioritario en defensa de la independencia económica y de reafirmación del Estado Nacional, como lo reseña el economista Luis Ricardo Dávila, graduado en la Universidad de Los Andes, profesor del Centro de Estudios Políticos y Sociales de América Latina (Cepsal) y doctorado en Sociología (Francia).
Venezuela la ubicaríamos en los actuales instantes en el segundo momento del nacionalismo, visto las erradas políticas sociales aplicadas por el régimen, cuyas directrices son impartidas por la dictadura cubana castrista. Una de estas erradas políticas es la creación de una empresa petrolera militar con más poder que Pdvsa. (Gaceta Oficial N° 40.845). Se trata de una súper industria petrolera, cuyas competencias incluyen la rehabilitación y mantenimiento de pozos petroleros, administración de taladros de perforación; importar, exportar, comercializar y distribuir productos químicos para el sector minero. La larga lista de operaciones que puede realizar también abarca transporte marítimo, construcción de infraestructura civil, entre otros negocios. Es en síntesis una Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (Camimpeg), que realizará labores en esas tres áreas bajo las órdenes del Ministerio de la Defensa, que cuenta con una asamblea de accionistas conformada por cinco personas nombradas por el Ministro de Defensa y que le reportan a Vladimir Padrino López.
La suspicacia del venezolano común, de seguidas dio rienda suelta a diversas conjeturas. Una de ellas de que Maduro se está congraciando con la Fuerza Armada al otorgarles prebendas y múltiples beneficios además de cargos en la administración pública, con el único propósito de tenerlos contentos y evitar un posible golpe de estado, el cual por cierto es “vox populi”, desde hace semanas atrás y que día a día toma más cuerpo, lo que ha dado pie a un atemorizado Nicolás Maduro a anunciar a voz en cuello que “nada ni nadie lo podrán sacar de la presidencia de la República”, anunciando al mismo tiempo un forzado, tardío y condicionado diálogo, luego de 3 años de garrotazos, insultos, agravios, contra todos aquellos que se le oponen. Olvida que lo más elemental para convocar a un diálogo es el respeto, educación y un verdadero talante democrático y que en un país en el que se cumple al pie de la letra la Constitución Nacional, se garantizan los derechos sociales, de expresión y libertad de prensa, así como la existencia de la empresa privada. Caso contrario, el país seguirá por el despeñadero cuya caída mortal la inició el Comandante galáctico durante los 13 años de pérfido gobierno en el que se cerraron 1 440 compañías, galpones y terrenos expropiados, según un informe presentado en el 2013 por la Confederación Venezolana de Industriales (Conindustria). Los sectores económicos donde existieron más expropiaciones fueron en los de la construcción, la agroindustria, el petrolero, el comercial y el de alimentos. Un caos que tiene inmerso a la nación en la más dolorosa tragedia que jamás había experimentado.
Hace poco tiempo se realizó un foro bajo el título de “Militares y Poder” auspiciado por el Centro de Estudios Latinoamericanos Arturo Uslar Pietri de la UNIMED, con el propósito de analizar la influencia de los cuerpos militares en la configuración de Venezuela como sociedad, Estado y Gobierno. En este evento que contó con masiva asistencia de estudiantes y académicos, participaron Hernán Castillo y Luis Alberto Buttó, profesores de la Universidad Simón Bolívar, quienes disertaron sobre la situación política que aqueja al país, como consecuencia de un gobierno que mantiene fuertes lazos con la Fuerza Armada Nacional. Castillo, historiador de profesión, explicó que el problema tiene su fundamento en que se ha desvirtuado la función de los cuerpos militares, por cuanto “ellos están para defender a la sociedad y al Estado, no para definir ideas regentes de sociedad, economía y estado”, al mismo tiempo que indicó que sería importante revisar el proceso educativo y formativo castrense.
El profesor Buttó por su parte, quien se desempeña como director del Centro Latinoamericano de Estudios de Seguridad de la Universidad Simón Bolívar, se refirió a la historia de los golpes de estado suscitados en Venezuela, y afirmó que no es necesario que la insurgencia concrete su objetivo de derrocar al Gobierno; aún si es fallida, pues crea un clima de inestabilidad que termina por hacer inmanejable la situación política nacional, al mismo tiempo que cuestionó la excesiva relevancia que han tenido culturalmente, ministerios como el de Defensa, o Interior y Justicia, frente a otras carteras.
Ambas disertaciones fueron recibidas con real beneplácito por educandos de distintas escuelas y académicos, quienes al final del encuentro hicieron uso de la palabra para plantear las inquietudes surgidas como producto de esta reflexión, lo que sin duda alguna les debe haber permitido al mismo tiempo, distinguir la diferencia entre un llamado gobierno cívico militar, y un régimen “cínico” militar.
careduagui@gmail.com // @_toquedediana
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