De antemano sabemos que predecir es anunciar un hecho futuro por adivinación; por tanto, esto de profetizar es un riesgo que comúnmente nos expone a un tropezón. Sin embargo, de la asistencia masiva a la Toma de Caracas el día de ayer no pudo haber dudas. A pesar de todas las trabas y amenazas del gobierno, los venezolanos desde hace tiempo se sacudieron el miedo y este se mudó para Fuerte Tiuna y Miraflores. Allá vive.
Esta tierra, que Cristóbal Colón llamó “de gracia”, fue transformada por la dictadura en un gigantesco rancho, habitada por madres hambrientas demasiado débiles para amamantar a sus hijos, y por gente que vive como si fueran refugiados de la guerra en Siria, haciendo largas colas para recibir raciones de alimento o galletas con alto contenido energético, como las víctimas de terremotos en Haití o Pakistán. Es un escenario dantesco lo que se vive en Venezuela. Es un modelo tenebroso, evidentemente, de condiciones infrahumanas al que nos ha llevado el gobierno, y que hoy más de 80% de los compatriotas quiere arrojar al fondo del mar.
Evidencias del raquitismo grave que vive el gobierno lo vemos dibujado en la retención del padre “caminante” Lenin Bastidas, un humilde sacerdote, valiente por supuesto, pero lejos de ser el nuncio apostólico; sin embargo, hizo movilizar el aparataje de las fuerzas de la policía política del Estado. Igual le aconteció a la Guardia Nacional con el grupo de indígenas que se desplazaba a pie desde Amazonas hasta la capital.
En fin, estos dos simples ejemplos son suficientes para evidenciar que el presidente Maduro y su gobierno se tambalean; una leve oscilación basta para que se desplome y caiga como una “máquina de escribir”.
A partir de ayer la historia venezolana se partió en dos pedazos. Dio otro giro; la política se jugará en otro tablero. Será más ruda, de mayor presión y al aire libre, de mayores exigencias.
Las fuerzas democráticas han crecido en popularidad; a su lado se encuentra 80% de venezolanos dispuestos a todo para que el Consejo Nacional Electoral fije la fecha del referendo revocatorio. Sin subterfugios ni fechas vacilantes, sin más tácticas dilatorias, es un sí o sí.
Perfectamente se puede sacar la siguiente conclusión: si la Fuerza Armada Nacional de 2002 se negó a aplicar el Plan Ávila contra una población inerme pese a la orden del entonces presidente Chávez, con más jefatura y liderazgo que Maduro, esa desobediencia pudiera repetirse aunque los motivos sean otros. Aquel fue un gobierno que nadaba en la abundancia, dispendios para compras de conciencias; entonces, por qué ha de extrañar que ese proceder de los hombres de verde se repita de nuevo.
Sus viejos seguidores que salieron a marchar ayer jueves, primero de septiembre, se despolarizan y se unen a los antiguos contrincantes en la batalla contra la dolencia de hambre que azota a la nación, contra la corrupción y el narcotráfico, el militarismo y la mentira.
En conclusión, el gobierno de Maduro tiene todas las salidas cerradas. Él tiene que elegir, no la rectora Lucena, cuál “muerte” prefiere. Sigue siendo el referendo revocatorio o su renuncia la salida más digna que tiene en sus manos parkinsonianas.
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