Editorial El Nacional
Ayer las cómodas y cada vez más rollizas fuerzas del madurismo salieron a la calle para darle un poco de vida a uno de sus programas políticamente claves en estos momentos de tantas desgracias y derrotas. Siguiendo una idea (eso dicen) del presidente Maduro, los manifestantes buscaban demostrar su fervoroso apoyo a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), nueva trampa cazabobo diseñada para capturar los votos perdidos el 6 de diciembre, luego de la inolvidable paliza que el electorado propinó al partido de gobierno.
Tal humillación no tiene cura ni remedio porque fue de tal magnitud que las heridas siguen tardando en cicatrizar, a pesar de los gritos de esperanzas incluidos en las fastidiosas cadenas radiotelevisivas del señor Maduro que poco ayudan, pues al contrario de lo recetado funcionan como sal sobre la carne viva. Pero poco se puede esperar de quienes, escasos de meninges, buscan cualquier palo donde ahorcarse para seguir chupando del presupuesto nacional.
Pero no se piense ni por un minuto que las bolsas de Freddy Bernal son las que traen los grandes jefes rojitos en sus viajes al imperio. No se trata pues de esas bolsas de la boliburguesía rojita y cínica.
Es peor a todo lo imaginado hasta ahora, que es bastante y siniestro, como eso de darles casa o apartamento a los pobres y no entregarles el título de propiedad ni de vaina, no sea que se pasen a la oposición con neveras y televisores y demás aparatos domésticos saqueados con la venia del gobierno para que su gente fuera a votar.
En las bolsas de Bernal hay comida, esa que no se consigue ni siquiera haciendo cola desde la madrugada entre malandros que amenazan y venden los puestos en las filas, o policías que extorsionan a los dueños y encargados de los comercios para acceder (¿o extraer?) privilegiadamente los alimentos regulados, que sacan en cantidades irregularmente excesivas de los depósitos.
Bernal sabe de eso pues es policía graduado con honores, aunque haya sido en la tristemente célebre Policía Metropolitana; tiene posgrado en Nicaragua como escolta (enviado por Carlos Andrés Pérez) de la señora Chamorro, fue golpista el 27 de noviembre y alcalde de Caracas. Pero nadie sabe cuándo Bernal aprendió el complicado oficio de abastecer a la población de escasos recursos, un objetivo en el cual han fallado escandalosamente hasta nuestras bolivarianas FANB.
Lo que sí aprendió Bernal fue el oficio de politiquero populista que simplifica cualquier cosa si ella sirve a la revolución, es decir, a Maduro. Por ello dice repartir bolsas de comida cuando en verdad distribuye “raciones de sobrevivencia”, escasos alimentos que pocas horas duran en la cocina de los pobres y cuyo precio regaña bien duro al salario mínimo. Pero lo más descarado es que en el camino les extraen algún producto que luego bachaquean en el mismo barrio.
Como si no bastara tanto descaro, el beneficiario de la bolsa de Bernal debe llenar una planilla con sus datos y los de su familia, teléfono o celular, carnet de conducir, tipo o modelo de moto, sitio de trabajo, escuelas y liceos donde estudian sus hijos, y parientes que viven en otros barrios. Valga decir, una ficha política, electoral y policial.
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