Judith Sukerman
Más del ochenta por ciento del país coincide en la necesidad de un cambio. Han sido muchos los años de corrupción, engaños, argucias, trampas y manipulaciones que han provocado la peor crisis política, institucional, económica y social que ha vivido Venezuela en toda su historia.
Cuando se nos pregunta ¿qué tipo de cambio queremos los venezolanos? Es casi unánime el clamor por el respeto a la división de poderes, ya que no hay democracia posible si no se cumple con este principio, concordamos también en la urgente necesidad de funcionarios públicos honestos, coherentes en su decir y su actuar, transparentes, sensatos, con más ganas de servir que de servirse del cargo ostentado. Deseamos también una democracia vibrante, sana, fuerte, con ciudadanos activos y bien informados sobre la actuación de sus gobernantes. El país reclama un cambio real, un cambio de gobierno, un cambio en la forma de hacer las cosas, un cambio profundo, no un cambio de personajes.
Para lograr ese país que soñamos, que nos merecemos y que debemos construir, no hay soluciones mágicas, no hay atajos, hay que hacer las cosas correctas, aplicar las buenas prácticas políticas y dar cumplimiento a los principios y valores que sustentan las mejores democracias del mundo.
Si queremos un gobierno honesto, diferente, capaz, ¿cómo se pueden alcahuetear ilegalidades, incompetencias, o abusos de gobernantes solo por el hecho de haber sido elegidos bajo la tarjeta unitaria? ¿Cómo se puede hablar de cambio si desde las posiciones de poder se actúa igual, o peor, que lo que criticamos?
Los venezolanos demócratas aplaudimos, la sanción impuesta a la presidenta Dilma Rouseff por los hechos de corrupción ocurridos durante su mandato, todo lo cual sucedió con los votos de senadores de su partido, quienes entendieron que su compromiso era con su país, con la decencia, con los principios.
El chavismo ha sido monolítico, y ciertamente eso le ha dado la fortaleza necesaria para sostenerse en el poder, pero es imperativo reconocer que ha sido la inexistencia de controles, la centralización del poder, el personalismo, la permisividad ante la corrupción y el abuso la principal causa de la crisis que nos asola. Como bien decía Albert Einstein “no podemos pretender que las cosas cambien, si seguimos haciendo lo mismo”
No se le hace ningún daño, ni se traiciona la unidad, defendiendo la honestidad y los valores democráticos. Daño y traición hacen quienes despreciando la confianza de un pueblo, se corrompen y demuestran cobardía cuando hay que ser más valientes
Creemos que el cambio real que el país necesita no es solo un derecho, sino que es deber y que tenemos la obligación de lograrlo….desde Valencia, estamos en esa lucha.
@judithsukerman / judithsukerman@yahoo.com
No comments:
Post a Comment