Luis Vicente León
La MUD tomó una decisión racional: actuar sobre aquello que puede controlar. Ir a recoger sus firmas. Llenar el país de gente por tres días mostrando su mayoría. Defender que el 20% relevante es el nacional, tal como establece la Constitución, y convertir esa recolección en la demostración de que el pueblo quiere cambio. Y cuando un pueblo quiere cambio, más tarde o más temprano, lo consigue.
Más allá de las diferencias que se puedan tener sobre la metodología usada para reaccionar a la decisión del Consejo Nacional Electoral, la oposición no puede dejar de presionar la ejecución del Referendo Revocatorio, incluso a sabiendas de que el gobierno hará todo lo posible por evitarlo, mediante el control institucional que todavía tiene.
Se puede perder una batalla… pero peleándola.
Sería un error abandonar el campo y dejar espacios libres para que el adversario gane por forfait. Y hay que aclarar que esto no se trata de aceptar las violaciones de los derechos constitucionales: se trata de defenderlos, se trata de mantener la presión necesaria para que esos derechos se puedan ejecutar y así elevarle el costo a la estrategia del adversario. Y eso sólo se logra cuando no se baja la guardia ni un segundo en ese intento de ejercer el derecho, incluso contra los más poderosos obstáculos que pongan para bloquearlo.
Todos debemos hacerle ciertas preguntas a quienes creen que la ruta no es ésta, sino enfrentarse al gobierno ya mismo por la fuerza para presionar y “no regresar hasta llegar a Miraflores”. ¿Con cuál liderazgo? ¿Con cuáles armas? ¿Con cuáles militares? ¿Con cuánta gente que vaya a arriesgar la vida? ¿Con quién en la primera fila para atravesar el fuego antimotines? Es facilito escribir o decir que “se va porque se va”, pero lo realmente importante es construir una fuerza verdadera que se enfile hacia un objetivo común y sea capaz de defenderlo en su ejecución. Y esa fuerza verdadera es algo más que la mayoría de los votos.
Sin embargo, la oportunidad de tener a la mayoría de los venezolanos persiguiendo un objetivo común en plena calle y mostrar su mayoría, mostrar su deseo de cambio, no tiene precio. Recoger las firmas y manifestaciones de voluntad, pese al evidente abuso de poder con el cual el gobierno intenta complicarlo todo, es en sí misma una actividad de movilización. Y el hecho de que la presión de calle sea la consecuencia natural de esa búsqueda y que el país se una para defender ese objetivo activamente evitará el temor a que la acción se frustre, se atomice y se enfríe. Si se hace bien, una acción unificadora sería imparable y quien se le atraviese a una avalancha como ésa la va a pasar muy mal.
Obligar al adversario a mostrar su desespero, no porque sea mayoría sino precisamente porque no lo es, hoy es la estrategia correcta.
Y de eso se trata: de seguir la lucha sin descanso, de entender que el camino es largo y que se enfrentarán muchas tentaciones y cantos de sirena para tomar atajos, de saber que sólo siendo consistente con tus posibilidades reales y más inteligente que tu adversario podrás lograr lo que estás buscando.
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