Hawking habla de otras posibilidades igual de desastrosas, por ejemplo: un virus, que por accidente, desde un modesto laboratorio acabe con la humanidad
Laureano Márquez
El fin del mundo llegará irremediablemente. Muchas profecías se han hecho a lo largo de la historia acerca de cómo será ese momento último de los que poblamos -también en muchos aspectos inexplicablemente- este planeta. Desde la Biblia hasta Nostradamus, religiosos, científicos, visionarios y hasta lectores de cartas del tarot, han vaticinado como será ese día final. Es un tema que obsesiona a la humanidad: la premonición de ese tiempo en que todos estemos igualados, tanto el que tenga 4000 millones de $ producto de la corrupción, en la banca de Andorra, hasta el más humilde ciudadano. En ese día todos seremos la humanidad: los que estamos en desacuerdo, los terroristas, los asesinos y los pacíficos. Nada tendrá sentido. No importará mucho cuánto petróleo nos quede, o si el Estado Islámico está en el poder, o si Cataluña es independiente. Todo se perderá como Cartago que “con fuego y con sal borró el latino”. Unos científicos escoceses ya le han puesto, incluso, fecha a ese final, ocurrirá según ellos en el año 2.000.002.013. Puede que a usted, despreocupado lector, le parezca que falta mucho, pero alguien de los suyos andará por allá, además cuando pensamos la humanidad toda con espiritualidad profunda, lo que le pasa a un hombre le acontece también a la humanidad toda. En ese momento, ya probablemente no quede vida en el planeta como consecuencia del elevado aumento de las temperaturas que harán imposible que ni las bacterias sobrevivan.
El heredero de Newton, Stephen Hawking ha señalado que antes de ese año muchas otras cosas podrían suceder que aceleren el final. Siempre se habló de que el final del mundo fuese consecuencia de una guerra nuclear. Es decir, que los propios seres humanos, con nuestra inconsciencia pongamos punto final a esta mágica aventura de la vida en este planeta. Pero Hawking habla de otras posibilidades igual de desastrosas, por ejemplo: un virus, que por accidente, desde un modesto laboratorio acabe con la humanidad.
También podría suceder, según él, que probables habitantes de otro lugar del inmenso universo nos colonicen, lo cual sería algo similar a la llegada de Colón al continente americano con consecuencias parecidas para los pobladores aborígenes. Otra posibilidad es la amenaza de la inteligencia artificial. Ésta podría volverse en contra de los seres humanos si no somos capaces de controlarla y ponerle límites y tendríamos una suerte de ejército de terminators, acabando con toda existencia humana.
En fin, el final podría producirse de muchas maneras antes del previsible anunciado para el año 2.000.002.013. Es curioso que desde Newton, siempre sean los británicos los que más piensen en este asunto. Nada de extraño tiene pues que ellos promuevan pequeños adelantos, como lo del Brexit, por ejemplo. Lo que sí es cierto es que también el desarrollo intelectual del ser humano podría encontrar muchas opciones a este aparentemente inevitable final. Por ejemplo una nave con la que todo aquel que tenga cuenta en Andorra pueda abandonar seguramente el sistema solar. También ¿por qué no? la colonización de un planeta lejano. Quién sabe cuántas posibilidades extraordinarias se le avecinan al ingenio humano que en pocos miles de años pasó de pintar la sombra de la huella de su mano en las cuevas de Altamira a dejar en la luna la de su pie. Lo que si queda claro es que, suceda lo que suceda con la humanidad toda, cuando el año 2.000.002.013 llegue para decidir nuestro destino final, las rectoras del CNE aun estarán debatiendo cómo será la recolección del 20% de las firmas para el RR.
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