Fernando Ochoa Antich
No soy experto en la compleja ciencia de la negociación. Ella exige en los especialistas de ese campo una amplia formación en materias como política, derecho, historia, psicología, geopolítica, ciencia y arte de la guerra y no sé cuantas más. También se requiere de una larga e importante experiencia en numerosas y difíciles negociaciones. También hay que conocer que es un juego de doble acción, igual que el ajedrez, que exige de un detallado estudio del adversario, sus fortalezas, potencialidades y debilidades y, aunque parezca por lo menos curioso, un igual esfuerzo para conocerse a sí mismo. Después, es fundamental tener muy en claro el objetivo que se busca, la estrategia a aplicar y las tácticas requeridas. La MUD aceptó negociar, así lo creo, ante la necesidad urgente de resolver la inmanejable crisis humanitaria que enfrenta Venezuela y la diaria tragedia que vive nuestro pueblo ante un gobierno incompetente, corrupto, e irresponsable que ha comprometido el destino de nuestra patria y el futuro de las próximas generaciones. Además, es imposible desconocer que la única solución de la crisis nacional es lograr reemplazar, a la brevedad, al presidente Maduro y a su régimen político. El diálogo sería un trascendente camino para lograrlo. Si se fracasa, ante la realidad de un régimen falaz, solo quedará como medio el uso de la fuerza y la movilización permanente de nuestro pueblo en su lucha para recuperar la libertad
Esta dolorosa realidad condujo a los mayoritarios sectores de la oposición, representados por la MUD, a aceptar reiniciar la Mesa de Diálogo, con presencia del representante del Vaticano, arzobispo Claudio María Celli, convencidos de que la única solución de la tragedia venezolana es lograr mediante la realización, a la brevedad posible, del referendo revocatorio o de unas elecciones generales. Esa posición trajo por consecuencia que la MUD estableciera en un comunicado sus exigencias para ser discutidas en la reunión del 11 de noviembre. Ellas fueron las siguientes: reactivación del referendo revocatorio o la realización, a la brevedad posible, de elecciones generales; la libertad de los presos políticos, el regreso de los exiliados y la anulación de los procesos judiciales y administrativos de todos los que están siendo perseguidos; la reinstitucionalización de los poderes públicos, particularmente el CNE y el TSJ; el reconocimiento a la Asamblea Nacional de sus atribuciones constitucionales de parte de los demás poderes y la aceptación por el gobierno nacional de un canal humanitario para enfrentar la delicada crisis alimentaria y de medicinas.,
El gobierno nacional también presentó 4 puntos para la discusión. De manera inexplicable, ellos fueron los siguientes: cese al intervencionismo y respeto a la soberanía nacional y al Estado de Derecho; cese al odio y a la violencia psicológica, racial, política y criminal y a las campañas de odio entre compatriotas; cese a la guerra económica y al bloqueo económico, financiero y comercial contra Venezuela, y cese de las falsarias campañas de desprestigio contra Venezuela. Al leer esos puntos pareciera que el régimen madurista lo que busca es responsabilizar a la oposición de la tragedia nacional. Este hecho me ha impresionado profunda y negativamente, ya que en una mesa de negociación es imposible acercar dos posiciones tan absolutamente contrapuestas que no coinciden ni siquiera en los temas a discutir. De todas maneras las posiciones están definidas: la oposición exigió modificar aspectos concretos de la crisis política generada por la violación flagrante del derecho que tienen los venezolanos de revocar al presidente de la República y a su régimen. Creo que Nicolás Maduro podría conceder algunos de los planteamientos exigidos por la oposición, pero nunca aceptará conceder nada en lo que se refiere a la realización del referendo revocatorio o de las elecciones generales anticipadas y mucho menos nombrar nuevos magistrados para constituir, de manera equilibrada, el TSJ y liberar a todos los presos políticos, incluyendo a Leopoldo López y a Antonio Ledezma. Esta realidad me hace percibir que esas negociaciones terminarán en un diálogo fallido. En ese momento será necesario decidir si se continúa en la Mesa o se retira. Una posición que exige carácter y certeza de otros caminos.
Esta verdad debe conocerla la oposición, ya que de plantearse escenarios no realizables puede conducir a equivocadas estrategias y tácticas. Además puede debilitar la moral combativa de la oposición. Uno de los aspectos que más debe cuidar la MUD es no comprometer, por ninguna causa, la unidad interna de la oposición que debe mantenerse a través de un diálogo creador con todos los factores de la oposición y mucho menos disminuir su capacidad disuasiva. Lamentablemente, en esta oportunidad se cometieron algunos errores que, a mi criterio, comprometieron la credibilidad de la Mesa de Negociación en la opinión pública y en el sector radical del Chavismo. Enumeraré algunos de ellos para encontrar en la discusión reales posibilidades de solución. A mi criterio, los representantes de la oposición en la Mesa de Diálogo no podían ser designados por decisión exclusiva de cada partido. Ese punto tenía que haber sido discutido con la presencia de todos los partidos de la oposición, aun de aquellos que no iban a asistir a la reunión, con la finalidad de que pudieran opinar sobre sus condiciones y capacidades, a objeto de evitar que los negociadores tuvieran el menor rechazo posible en la opinión pública. Esta realidad ha debilitado ampliamente la credibilidad de los acuerdos alcanzados y ha comprometido la unidad de la oposición. Es necesario plantear modificar a algunos de nuestros representantes en la Mesa de Diálogo.
Otro error fue empezar a negociar sin antes reconstituir a la Mesa de Diálogo. No era posible aceptar que dicha Mesa estuviese compuesta por cuatro expresidentes de la América Latina y el representante del Vaticano sin que se hubiese logrado el equilibrio necesario. Se tenía que proponer a otros expresidentes favorables a la oposición y posiblemente determinar si era conveniente la presencia de Unasur. Otro aspecto a criticar es la poca claridad en las informaciones que se han venido transmitiendo a la opinión pública. Este hecho es quizás una de las causas del rechazo al acuerdo logrado hasta este momento. El problema que surge de ese defecto es que la principal fuerza de la oposición es justamente la opinión pública. Si esta se debilita se compromete su capacidad disuasiva. Otro de los errores que más me sorprendió fue la amenaza con acciones que no era posible realizar por el costo que podría tener y que hubo necesidad de suspenderlas. Después, se observó una marcada improvisación durante la primera reunión, permitiendo que se redactara el comunicado final sin revisar los detalles de redacción que permitiera asegurar el respaldo de la opinión pública. Podría quizás señalar otras fallas, pero el espacio no me lo permite. De todas maneras quiero ratificar mi respaldo a la Unidad de la oposición, ya que es la única forma de enfrentar este régimen totalitario y violador de los derechos humanos. Solo espero que estas críticas, y tantas otras que han realizado distintas personalidades e importantes sectores nacionales, sean analizadas objetivamente por la Mesa de la Unidad a objeto de revisar la actuación de nuestros delegados en las negociaciones, ya que estoy convencido de que surgirán grandes dificultades por las maniobras del régimen que obligarán a la oposición a tomar decisiones muy complejas y riesgosas. Adelante, optimismo y fe.
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