Saturday, November 19, 2016

Trump y su relación con América Latina y Venezuela

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ADOLFO P. SALGUEIRO

Guste o no: ganó Trump, esa es la realidad. Para el mundo, América Latina y Venezuela no cabe, pues, otra alternativa que tener que lidiar con él y su administración por los venideros cuatro –o a lo mejor ocho– años, en tanto y en cuanto Estados Unidos es nuestro principal cliente, principal suplidor, principal potencia de la región y muchas cosas más. Por eso es que no está de más pensar en cómo irá a ser esa relación.
Lo cierto es que Trump no tiene antecedentes ni experiencia alguna en materia internacional, como no sea la extensión global de sus negocios inmobiliarios que naturalmente no funcionan en la misma frecuencia que las relaciones entre Estados, aunque a veces parece que él no lo entiende.
También es un hecho que durante la campaña electoral el hoy presidente electo no hizo mayor hincapié en la materia internacional proponiendo políticas concretas, realizables y/o predecibles, salvo en aquellos temas que por ser de interés electoral fueron abordados en esa perspectiva: la lucha contra ISIS, el muro en la frontera con México, la renegociación de algunos acuerdos comerciales vigentes, el rol de la OTAN y su costo, etc. Poco o nada dijo Mr. Trump sobre América Latina y mucho menos sobre Venezuela, a la que –según creemos– solo mencionó una vez en un acto proselitista en Miami donde era de suponer que la mención –así fuera de pasadita nomás– de nuestro país pudiera tener alguna pegada. La conclusión es evidente: el centro de la campaña y previsiblemente de la acción de la venidera administración es la política interna cuya importancia como tema electoral y de preocupación ciudadana se reflejó en el logo del candidato triunfante: “Vamos a hacer a Estados Unidos grande otra vez”, que triunfó sobre la frase de la señora Clinton de “Juntos podemos hacerlo”.
Por lo expuesto luce difícil anticipar cómo se desarrollará la relación con nuestra región y con nuestro país. De lo que sí podemos estar seguros es de que ello no será tema prioritario y como tal habrá más omisiones que acciones y las que haya no estarán centradas en una visión global sino más bien inclinadas hacia un neoaislacionismo que parece ser la filosofía que alienta Trump y el grueso de sus seguidores de “Middle America” que le dieron el triunfo y a quienes no importó que ofendiera mujeres, negros, discapacitados, musulmanes etc.
Si la afirmación anterior resultara validada por los hechos, entonces poco podríamos esperar de la nueva administración (acompañada por un Congreso de su lado) en cuanto a la defensa de los derechos humanos, o de la democracia en Venezuela. Tal vez las prioridades frente a la región sean la lucha antinarcóticos, la inmigración, facilitar el comercio y alguna otra cosa que poco requiera de la división de los poderes o la independencia de la justicia venezolana. Si así fuere sería una mala –pero no inesperada– noticia. No obstante, la reelección de Marco Rubio como senador por Florida permite mantener la ilusión de que en las altas esferas del Partido Republicano haya alguna voz que denuncie los abusos que el chavismo/madurismo perpetra en Venezuela (siempre que hacerlo convenga al senador Rubio, naturalmente).
No está aún claro cuál es la posición de Trump sobre los recientes acuerdos de París sobre calentamiento global, aunque la filosofía general de él sugiere que más le va a importar la independencia energética de Estados Unidos que las metas climáticas a largo plazo. De ser así la posición de Venezuela –que además es hostil– como suplidor de petróleo corre el riesgo de verse disminuida sustancialmente lo cual –ideología aparte– no parece ser una buena noticia.
En cuanto a inmigración no parece muy factible que se puedan llevar a cabo las ofertas de expulsar a todos los ilegales (11 millones). La economía norteamericana en expansión y con casi pleno empleo no podría soportar el golpe pero sí luce previsible que el tema de nuevos inmigrantes, especialmente venezolanos ilegales o en busca de asilo (que son muchos) se vea abordada con mayor estrictez y severidad.
En cuanto al restablecimiento de relaciones diplomáticas a nivel de embajadores habrá que esperar a ver cómo se comporta la coprofagia local en su discurso, quién será designado nuevo secretario de Estado y cuál será el interés y prioridad de Mr. Trump en atender ese asunto.
En el tema de relaciones comerciales con bloques de naciones (Venezuela solo pertenece a Mercosur y Aladi) no parece que eso tampoco tenga buen pronóstico, toda vez que el mandatario electo ha expresado sus reservas en esquemas de infinita mayor importancia para Estados Unidos como lo son Nafta, TPP, Europa, etc. Todo ello sin olvidar que hasta la fecha el “catire” ha conversado tan solo con Macri prometiendo la mejor relación que jamás hayan tenido Estados Unidos y Argentina, y que otros países de la región están negociando tratados bilaterales como los que enfurecían a Chávez.
Este columnista entiende que lo que aquí se ha escrito no luce ni bonito ni esperanzador, pero sí es un enfoque lamentablemente realista del cual –en algunos aspectos– ojalá podamos rectificar no muy tarde.


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