César Miguel Rondón
En el mismo programa donde acusa de insania mental a Henry Ramos Allup, Nicolás Maduro saca a bailar salsa a la primera dama. Es la primera aparición pública que tienen los tíos, una vez que los sobrinos fueron declarados culpables de conspirar para introducir droga en Estados Unidos.
No se trata de meternos en la vida privada de la gente. De opinar sobre cómo se cría o debería ser criado un hijo (tengo entendido que uno de los sobrinos fue prácticamente el hijo de crianza de la primera dama). No se trata de entrar en estos asuntos, siempre difíciles y delicados. Cada quien cría a sus hijos lo mejor que puede, con el mejor criterio posible, según su formación, sus valores familiares y su responsabilidad ciudadana.
Nadie quiere que un hijo salga malo. Pero o se es un desalmado o sencillamente no se está en los cabales si, una vez que un muchacho que uno ha criado es declarado culpable y corre el riesgo de ser condenado a cadena perpetua, mi primera aparición pública es, irresponsable e indolentemente, echar un pie.
De manera que acusar a Ramos Allup de insania mental en un contexto como este luce un contrasentido.
Si los jóvenes juzgados en Nueva York no fuesen sobrinos de la pareja presidencial, el escándalo igual sería inmenso porque se trata de una acusación severa: han sido encontrados culpables por un jurado multiétnico que decidió por unanimidad.
Pero el hecho de que sean sobrinos de la pareja presidencial, carga de dinamita el problema porque pone de bulto cuestiones demasiado graves para la vida del país.
En Runrunes, Ronna Risquez publicó el 24 de julio de 2016: “¿Por qué las declaraciones de los Flores sí conectan al Gobierno con narcotráfico y corrupción?” Escribe la periodista: “Campos Flores respondió que podría haber pasado las drogas por el aeropuerto muy fácilmente debido a quién era y debido al acceso que tiene en el aeropuerto. Añadió que no tenía necesidad de coordinar con nadie para lograr esto.
Lo dicho por los sobrinos de Cilia Flores confirma la vulnerabilidad y ausencia de controles en los aeropuertos venezolanos cuando se trata de tráfico de drogas y tráfico de influencias. Los detenidos dieron a entender que ser familia de “la primera combatiente” sería suficiente para no ser sometidos a los estándares internacionales de seguridad aeroportuaria que debe superar cualquier viajero y su equipaje.
Efraín Campos Flores y Franqui Flores aseguraron que por el aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía es muy fácil sacar sustancias ilegales. Los casos de Air France y Aeroméxico son un buen ejemplo. Afirmaron que ni siquiera necesitaban un contacto (militar).”
Luego Rísquez pasa a otro asunto: ¿Estaba al tanto la tía de las actividades de los sobrinos? “Que la primera dama y algunos miembros de la familia presidencial no supieran en qué andaban sus dos sobrinos es hasta probable. Pero que el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) y la Dirección General de Contra Inteligencia Militar (DGCIM) no tuvieran conocimiento de los negocios y actividades del hijo de crianza de la esposa del Presidente, esa no existe.
La pregunta es: ¿Qué ha hecho la Fiscalía de Venezuela ante la existencia de estos elementos y la presunta comisión de los delitos de tráfico de influencias, corrupción, tráfico ilícito de drogas y asociación para delinquir?” Quizá la Fiscalía no haga nada si los padres de crianza, los tíos, lo que hacen es bailar salsa.
Ayer El Nacional publicaba un editorial muy fuerte a propósito de este caso: “Que desde las más altas esferas del poder se haya comprometido irresponsablemente el prestigio de Venezuela causa en el ciudadano común no solo dolor e indignación, sino estupor porque aquellos que fueron elegidos para cuidar y enrumbar nuestro país no han sabido hacerlo con la probidad y la dedicación que la ley les exige.
“Que estos jóvenes se hayan podido aprovechar de su parentesco para, ante las propias narices de las máximas autoridades, usar con fines delictivos las instalaciones oficiales, los aeropuertos y los documentos diplomáticos, dice mucho de la debacle moral que envuelve al oficialismo y del insólito cinismo de sus más altos representantes.
Un cinismo intolerable porque corre paralelo a las privaciones a las que se somete al resto del país y, de forma infame, a los sectores sociales más desprotegidos.
“Que se les cierren las aduanas, los puertos y los aeropuertos a las ayudas humanitarias internacionales consistentes en medicinas y alimentos para niños y ancianos nos parece un acto repugnante y espantoso, aparte de mostrar la creciente deshumanización del proyecto bolivariano.
Pero más espantoso aún es que esos puertos y aeropuertos sean usados por los familiares de los círculos más cercanos al poder para sacar provecho de una de las actividades criminales más dañinas del planeta”.
En esas estamos. No entran medicinas, no entra la ayuda humanitaria, pero sale la droga. Esto duele e indigna porque, desde el poder, han desbaratado el país. Lo han destruído en todo, en principios éticos, morales, sociales y ciudadanos y ya uno no sabe a qué atenerse.
Quizá ellos, los tíos, tampoco lo saben y, como cantaba Héctor Lavoe “esta risa no es de loco”, se hacen los ídem para bailar salsa y eludir responsabilidades.
Para leer más editoriales: cesarmiguelrondon.com
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