MARCOS CARRILLO | EL UNIVERSAL
sábado 13 de abril de 2013 12:00 AM
Evidentemente, los únicos que sabían con certeza cuál iba a ser el desenlace de la vida de Hugo Chávez eran los miembros de la nomenklatura cubana. Mientras lo utilizaban hasta la muerte, sin escrúpulos ni misericordia, iban maquinando qué hacer cuando el previsible desenlace se produjera. Por eso analizaron quién podría seguir sirviendo mejor a sus intereses. Muchos querían, pocos podían. Finalmente dieron con el que pensaron más manejable y lo sometieron por meses a un exhaustivo adoctrinamiento.
Pero el régimen cubano, el verdadero gobierno de Venezuela desde los comienzos del chavismo, incurrió en un error de cálculo propio de todo régimen totalitario. Quienes intentan imponer la tara totalitaria pretenden obligar a todos los ciudadanos a actuar de una manera determinada, so pena de ser reducidos por todo tipo de abusos, persecuciones, torturas y hasta la muerte. Esto explica que Fidel, ante su decadencia definitiva, haya ordenado que lo sucediera su hermano y todos hubieran obedecido sumisamente sin mayores problemas. Una población sometida por más de 50 años al hambre y la humillación termina siendo una dócil masa sin esperanza ni dignidad.
Lo que no ha logrado la ocupación cubana en nuestro país es acabar con el arraigado espíritu democrático que existe en los venezolanos, aun en la mayoría de quienes apoyaron al difunto presidente. Por ello, la reacción de la población frente a la imposición de la ficha cubana no ha sido la que los ingenieros sociales castristas pensaron. Dentro del propio chavismo hay malestar y crítica. Muchos están tomando caminos distintos y meditando decisiones libres e imprevisibles para esos asesores que piensan que los seres humanos son artefactos desechables.
En la sociedad no hay relaciones de causa-efecto. Por eso, los cálculos sacados en la isla van a terminar siendo necesariamente errados. Quienes han aprendido a vivir en libertad más temprano que tarde reaccionarán contra el oprobio totalitario, la burda incompetencia y la estupidez ramplona.
La complejidad de matices de la sociedad democrática es un elemento incomprensible para quienes sólo han conocido el terror de los Castro. He allí la gran debilidad del régimen que se quiere imponer y la gran fortaleza de quienes luchan por la democracia. Los primeros siempre serán derrotados por los segundos.
Pero el régimen cubano, el verdadero gobierno de Venezuela desde los comienzos del chavismo, incurrió en un error de cálculo propio de todo régimen totalitario. Quienes intentan imponer la tara totalitaria pretenden obligar a todos los ciudadanos a actuar de una manera determinada, so pena de ser reducidos por todo tipo de abusos, persecuciones, torturas y hasta la muerte. Esto explica que Fidel, ante su decadencia definitiva, haya ordenado que lo sucediera su hermano y todos hubieran obedecido sumisamente sin mayores problemas. Una población sometida por más de 50 años al hambre y la humillación termina siendo una dócil masa sin esperanza ni dignidad.
Lo que no ha logrado la ocupación cubana en nuestro país es acabar con el arraigado espíritu democrático que existe en los venezolanos, aun en la mayoría de quienes apoyaron al difunto presidente. Por ello, la reacción de la población frente a la imposición de la ficha cubana no ha sido la que los ingenieros sociales castristas pensaron. Dentro del propio chavismo hay malestar y crítica. Muchos están tomando caminos distintos y meditando decisiones libres e imprevisibles para esos asesores que piensan que los seres humanos son artefactos desechables.
En la sociedad no hay relaciones de causa-efecto. Por eso, los cálculos sacados en la isla van a terminar siendo necesariamente errados. Quienes han aprendido a vivir en libertad más temprano que tarde reaccionarán contra el oprobio totalitario, la burda incompetencia y la estupidez ramplona.
La complejidad de matices de la sociedad democrática es un elemento incomprensible para quienes sólo han conocido el terror de los Castro. He allí la gran debilidad del régimen que se quiere imponer y la gran fortaleza de quienes luchan por la democracia. Los primeros siempre serán derrotados por los segundos.
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