Fausto Masó
6 Abril, 2013
Al anunciar la destitución del director de Corpoelec en Aragua, Maduro mata dos pájaros de un tiro: busca chivos expiatorios de los apagones y coloca en entredicho al presidente de la empresa, al hermano de Chávez, Argenis, reafirma su autoridad y les pone un límite a los herederos políticos del presidente, sus verdaderos rivales, la familia del difunto presidente; golpea la mesa para mostrar autoridad, y frente al desastre eléctrico se lava las manos, les echa la culpa a otros. Continuarán los apagones, cada vez con mayor frecuencia.Todo esto indica la gravedad de la crisis eléctrica igual que la del manejo del dólar. Un gobierno de Maduro representaría un desastre nacional porque carece de equipo, de asesores, reemplazó la meritocracia que dirigía Edelca y Pdvsa por un conjunto de militares y viejos izquierdistas, no dispone de asesores como Pedro Tinoco, Miguel Rodríguez o de un gerente como Sucre Figarella, capaz de crear la CVG, o de los técnicos que construyeron y administraron el Metro de Caracas durante varios períodos presidenciales, o en los primeros tiempos de la democracia, de un Héctor Hurtado.
Agréguese que faltan los dólares y que manejan torpemente los que quedan en caja como lo demuestra esta última subasta, el país no soporta más tiempo al actual equipo de gobierno.
Por la calle la gente detiene su carro sin el menor recato, las gandolas siguen estrellándose contra los puentes de la autopista y provocando enormes trancas, por los barrios asesinan a supuestos jefes de banda.
A Chávez lo acompañó la suerte hasta el final, murió de la mejor forma, ideal para convertirse en una figura histórica de la izquierda internacional, sin pagar las consecuencias del fracaso económico; mantuvo al mundo en vilo con su larga agonía, durante dos años la prensa seguía la noticia de su enfermedad, y por último la confesión en diciembre pasado de que marchaba a La Habana a morir culminó una vida dramática y, sobre todo, mediática. Durante cuatro meses el gobierno anunciaba que Chávez estaba triunfando en su lucha hasta que su muerte conmocionó a América Latina, lo que no hubiera sucedido de fallecer víctima de un infarto, o después de abandonar Miraflores.
Pérez asesinado el 4 de febrero hubiera pasado a la historia como un mártir de la democracia. Rafael Caldera y Luis Herrera fallecen después de largos años alejados de la actualidad o envejecidos.
Otro gran fracasado, el Che Guevara, se volvió un mito por su muerte en las selvas bolivianas; de haber escapado del cercado de las tropas bolivianas y regresado a la isla, hoy vegetaría como otros jefes guerrilleros participando en los planes para retornar al capitalismo.
El Che carga con la responsabilidad de la derrota de la izquierda guerrillera, como ministro de Industrias acabó con la economía cubana, pero su muerte dramática lo convirtió en mito.
Para colmo de suerte, a un mes del final de Chávez la oposición sabiamente lo olvida y concentra sus ataques en Maduro, que a su vez lo representa como un segundo Cristo.
Todo el mundo deja tranquila la memoria de Chávez. ¿Por ahora?
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