ANGEL GARCÍA BANCHS | EL UNIVERSAL
lunes 8 de abril de 2013 12:00 AM
Para conciliar intereses conflictivos, las repúblicas, y las sociedades democráticas, cuentan con instituciones, reglas, normas, pactos, y la separación de los poderes públicos; mientras las autocracias sólo cuentan con la autoridad del autócrata, dictador, o caudillo; y lo cierto es que hoy día, Venezuela no cuenta, ni con lo uno, ni con lo otro. Por tanto, por definición, estamos en transición.
La transición implica que, sin importar quién gane las elecciones presidenciales el 14A, el país al día siguiente pasará a ser ingobernable.
Hasta hace muy poco, el hoy difunto caudillo era quien conciliaba y resolvía conflictos, giraba órdenes y hacía enroques en cadenas nacionales de radio y TV para controlar a las distintas elites y grupos de poder que conforman lo que se ha denominado el chavismo. Era él el único capacitado, al haber destruido la institucionalidad y concentrado el poder. Sólo él podía mantener la gobernabilidad, determinar el reparto y controlar a las mafias: la mafia para la entrega de los dólares baratos en Cadivi y la emisión del Rusad; la del extinto Sitme; la de los puertos y las aduanas; la de las importaciones del Estado; la de la permisología y emisión de documentos y certificados por parte del gobierno; la de la GNB y el paso de las drogas; la de la colocación de los depósitos gubernamentales; la del manejo de los fondos extrapresupuestarios como el Fonden, Fondo Chino, etc.; la mafia para gestionar pagos de deudas a proveedores por parte de Pdvsa y los Ministerios; y, en fin, el resto de las mafias detrás de las cuales se mueven anualmente más de unos, estimo, 10.000 millones de dólares.
El problema no es la estanflación (recesión con inflación), la escasez, la devaluación, la caída del poder de compra del salario, o del consumo. Tampoco es la inseguridad, la crisis eléctrica, la de los hospitales o de los liceos públicos. El problema son las elites; sí, los antagónicos grupos de poder del chavismo. Eso es lo que hará al país ingobernable. Por supuesto, no será hoy, ni mañana, sino después del 14A, cuando el interés común (la unidad del chavismo durante las elecciones) sea superado por sus intereses conflictivos (cuando se deba determinar quién se quedará con el control de Cadivi, Sitme, los puertos y aduanas, las importaciones del Estado, el manejo de la permisología, el de la GNB y las drogas, la colocación de los depósitos gubernamentales, el Fonden y el Fondo Chino, o las mafias de Pdvsa y los Ministerios, por mencionar unas pocas).
Estamos en transición, aunque el 14A venga otra vez un fraude en camino. De allí que, con mayor razón, mi llamado sea a votar con motivación y energía: si lo hacemos, aunque nos roben nuevamente, participaremos de la transición que nos depara el destino.
El país marcha hacia su reinstitucionalización. Es un error pasar por alto que fuimos ejemplo de Democracia en América Latina. Detrás de la locura que hoy vivimos, subyacen, reprimidos, nuestros valores y principios. Sabremos, sin duda, recuperar y relegitimar las instituciones, y lo haremos en equipo. Cierto, faltan un par muy malos, pero, años muy buenos para Venezuela vienen en camino.
La transición implica que, sin importar quién gane las elecciones presidenciales el 14A, el país al día siguiente pasará a ser ingobernable.
Hasta hace muy poco, el hoy difunto caudillo era quien conciliaba y resolvía conflictos, giraba órdenes y hacía enroques en cadenas nacionales de radio y TV para controlar a las distintas elites y grupos de poder que conforman lo que se ha denominado el chavismo. Era él el único capacitado, al haber destruido la institucionalidad y concentrado el poder. Sólo él podía mantener la gobernabilidad, determinar el reparto y controlar a las mafias: la mafia para la entrega de los dólares baratos en Cadivi y la emisión del Rusad; la del extinto Sitme; la de los puertos y las aduanas; la de las importaciones del Estado; la de la permisología y emisión de documentos y certificados por parte del gobierno; la de la GNB y el paso de las drogas; la de la colocación de los depósitos gubernamentales; la del manejo de los fondos extrapresupuestarios como el Fonden, Fondo Chino, etc.; la mafia para gestionar pagos de deudas a proveedores por parte de Pdvsa y los Ministerios; y, en fin, el resto de las mafias detrás de las cuales se mueven anualmente más de unos, estimo, 10.000 millones de dólares.
El problema no es la estanflación (recesión con inflación), la escasez, la devaluación, la caída del poder de compra del salario, o del consumo. Tampoco es la inseguridad, la crisis eléctrica, la de los hospitales o de los liceos públicos. El problema son las elites; sí, los antagónicos grupos de poder del chavismo. Eso es lo que hará al país ingobernable. Por supuesto, no será hoy, ni mañana, sino después del 14A, cuando el interés común (la unidad del chavismo durante las elecciones) sea superado por sus intereses conflictivos (cuando se deba determinar quién se quedará con el control de Cadivi, Sitme, los puertos y aduanas, las importaciones del Estado, el manejo de la permisología, el de la GNB y las drogas, la colocación de los depósitos gubernamentales, el Fonden y el Fondo Chino, o las mafias de Pdvsa y los Ministerios, por mencionar unas pocas).
Estamos en transición, aunque el 14A venga otra vez un fraude en camino. De allí que, con mayor razón, mi llamado sea a votar con motivación y energía: si lo hacemos, aunque nos roben nuevamente, participaremos de la transición que nos depara el destino.
El país marcha hacia su reinstitucionalización. Es un error pasar por alto que fuimos ejemplo de Democracia en América Latina. Detrás de la locura que hoy vivimos, subyacen, reprimidos, nuestros valores y principios. Sabremos, sin duda, recuperar y relegitimar las instituciones, y lo haremos en equipo. Cierto, faltan un par muy malos, pero, años muy buenos para Venezuela vienen en camino.
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