VÍCTOR SALMERÓN | EL UNIVERSAL
martes 16 de abril de 2013 12:00 AM
Con una mayoría precaria de tan solo 1,5% Nicolás Maduro ha logrado mantener el poder. A esta fragilidad política se añade una situación económica que no ayudará a recuperar popularidad, al contrario, el modelo sustentado en gasto público a toda costa, ampliación del tamaño del Estado y controles comienza a colapsar y los efectos apenas inician el ascenso hacia la superficie.
Fustigado por una brecha entre ingresos y gastos en las cuentas públicas que alcanza la enormidad de entre 15 y 19% del PIB no ha habido más alternativa que devaluar la moneda, algo que se traducirá en mayor inflación porque los productos importados costarán mucho más. El Banco Central le ocultó al país las cifras de marzo, porque con toda seguridad desnudan el despegue de los precios.
La madeja de empresas públicas, construida con proyectos inconclusos, estatizaciones y expropiaciones hace aguas. Las pérdidas son crecientes como lo demuestran la memoria y cuenta de los ministerios respectivos. Sidor, Inveval, Ferrominera del Orinoco, Corpoelec, reportan pérdidas crecientes.
El control de cambio está agotado. No ha impedido la salida de divisas ni la devaluación pero genera escasez por el retardo en la entrega de dólares al sector privado que, después de tantos intentos por exterminarlo, aún representa 58% del PIB.
La posibilidad de continuar bombeando gasto público como hasta 2012 complementando los altos precios del petróleo con endeudamiento acelerado e impresión de billetes en el Banco Central ya no es posible en las mismas dimensiones y el recorte en la inyección de bolívares y de dólares frena el crecimiento.
La única idea que ha esbozado Nicolás Maduro es continuar con el Plan de la Patria, que propone la economía comunal. El rompecabezas diseñado en las leyes indica que las comunas serán formadas por agrupaciones de ciudadanos organizados conocidas como consejos comunales, a su vez, cada comuna tendrá empresas que asumirán atribuciones que hoy pertenecen a las gobernaciones y alcaldías, mientras que el banco comunal administrará el dinero que fluirá desde el Estado y el parlamento comunal aprobará las normas que aparecerán en la gaceta comunal.
Las empresas comunales serán la expresión del hombre nuevo. Sus integrantes "no tienen derecho o participación sobre el patrimonio" y el reparto de ganancias, que en la ley se menciona como "excedentes económicos", cuando existan, "se hará a través de la reinversión social en beneficio de la colectividad".
¿Puede un presidente con piso político de anime llevar adelante este proyecto? ¿La renta petrolera cada vez más insuficiente para mantener la estructura burocrática y de subsidios puede asumir nuevas cargas, experimentos comunales que reporten pérdidas?
Salvo un salto inusitado en los precios del petróleo, la idea de la economía comunal luce cuesta arriba.
Fustigado por una brecha entre ingresos y gastos en las cuentas públicas que alcanza la enormidad de entre 15 y 19% del PIB no ha habido más alternativa que devaluar la moneda, algo que se traducirá en mayor inflación porque los productos importados costarán mucho más. El Banco Central le ocultó al país las cifras de marzo, porque con toda seguridad desnudan el despegue de los precios.
La madeja de empresas públicas, construida con proyectos inconclusos, estatizaciones y expropiaciones hace aguas. Las pérdidas son crecientes como lo demuestran la memoria y cuenta de los ministerios respectivos. Sidor, Inveval, Ferrominera del Orinoco, Corpoelec, reportan pérdidas crecientes.
El control de cambio está agotado. No ha impedido la salida de divisas ni la devaluación pero genera escasez por el retardo en la entrega de dólares al sector privado que, después de tantos intentos por exterminarlo, aún representa 58% del PIB.
La posibilidad de continuar bombeando gasto público como hasta 2012 complementando los altos precios del petróleo con endeudamiento acelerado e impresión de billetes en el Banco Central ya no es posible en las mismas dimensiones y el recorte en la inyección de bolívares y de dólares frena el crecimiento.
La única idea que ha esbozado Nicolás Maduro es continuar con el Plan de la Patria, que propone la economía comunal. El rompecabezas diseñado en las leyes indica que las comunas serán formadas por agrupaciones de ciudadanos organizados conocidas como consejos comunales, a su vez, cada comuna tendrá empresas que asumirán atribuciones que hoy pertenecen a las gobernaciones y alcaldías, mientras que el banco comunal administrará el dinero que fluirá desde el Estado y el parlamento comunal aprobará las normas que aparecerán en la gaceta comunal.
Las empresas comunales serán la expresión del hombre nuevo. Sus integrantes "no tienen derecho o participación sobre el patrimonio" y el reparto de ganancias, que en la ley se menciona como "excedentes económicos", cuando existan, "se hará a través de la reinversión social en beneficio de la colectividad".
¿Puede un presidente con piso político de anime llevar adelante este proyecto? ¿La renta petrolera cada vez más insuficiente para mantener la estructura burocrática y de subsidios puede asumir nuevas cargas, experimentos comunales que reporten pérdidas?
Salvo un salto inusitado en los precios del petróleo, la idea de la economía comunal luce cuesta arriba.
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