TOMAS HORACIO HERNÁNDEZ | EL UNIVERSAL
domingo 7 de abril de 2013 12:00 AM
Nicolás mientras más habla, más mete la pata. Parece insólito que habiendo tenido 3 meses para preparar su candidatura y teniendo los mismos asesores que tuvo el difunto presidente Chávez, su discurso sea tan pobre.
Era de esperarse que su campaña electoral se centrara en la imagen del comandante y en el manejo del luto colectivo. Pero de ahí a que cada vez que hable diga el nombre de Chávez hay un largo trecho. Van casi 6 mil veces que repite su nombre en 30 días y dado que le queda 1 semana de campaña nos podemos esperar al menos 3 mil veces más. La insistencia en refugiarse en Chávez y en su programa de gobierno es que en principio eso garantizaría una victoria muy cómoda, pero en política 1 más 1 no siempre es 2.
Cada vez que Nicolás sale de su zona de confort, (léase cada vez que no habla del comandante supremo), sus palabras retumban en los círculos críticos chavistas. Nicolás no ha logrado la manera de diferenciarse de manera contundente de Henrique Capriles y eso lo está atormentando. Es decir, yendo más allá de los insultos y del discurso violento de Nicolás, este personaje no ha podido promover el socialismo radical que muchos seguidores chavistas esperan. Si a esto le sumamos que Henrique muy hábilmente ha tendido puentes con sectores inconformes del chavismo y a su vez garantiza la continuidad de las misiones, la situación para Nicolás se pone mucho más compleja que lo esperada.
En los últimos días las grandes ideas promovidas por Nicolás, las que estuvieron pensadas por largas horas, se resumen en: crear el plan desarme, anunciar una comisión anticorrupción, hablar con pajaritos, declararse hijo de Chávez, llamar copión a Capriles, insultar a la oposición, recordar que fue un humilde chofer, y repetir hasta el cansancio que debe cumplir el legado del comandante. Antes estas maravillas es inevitable preguntarse: ¿De verdad Nicolás? ¿Esto fue lo mejor que pudiste preparar en 3 meses?
En los pocos días que quedan de campaña, Henrique Capriles debe seguir haciendo lo que está haciendo; tender puentes al chavismo, enfrentar a Nicolás y a su equipo, vender la idea de que podemos vivir mejor, acercarse a las fuerzas armadas y demostrar seguridad en cada acción. Este comportamiento del candidato de la unidad hará que Nicolás apele a su peor arma: la lengua.
Cuando Henrique reta a Nicolás, este siempre muerde el anzuelo. Por eso es que desde este lado de la acera debemos aplaudir esas acciones impulsivas del humilde chofer. Mientras más hable, más se le ven las costuras, más aburre su discurso, más se dan cuentan sus seguidores de que Nicolás no es Chávez y más aumentan la probabilidades de una desmovilización roja.
Los días que quedan serán claves, pero por ahora, nada está escrito en piedra.
Era de esperarse que su campaña electoral se centrara en la imagen del comandante y en el manejo del luto colectivo. Pero de ahí a que cada vez que hable diga el nombre de Chávez hay un largo trecho. Van casi 6 mil veces que repite su nombre en 30 días y dado que le queda 1 semana de campaña nos podemos esperar al menos 3 mil veces más. La insistencia en refugiarse en Chávez y en su programa de gobierno es que en principio eso garantizaría una victoria muy cómoda, pero en política 1 más 1 no siempre es 2.
Cada vez que Nicolás sale de su zona de confort, (léase cada vez que no habla del comandante supremo), sus palabras retumban en los círculos críticos chavistas. Nicolás no ha logrado la manera de diferenciarse de manera contundente de Henrique Capriles y eso lo está atormentando. Es decir, yendo más allá de los insultos y del discurso violento de Nicolás, este personaje no ha podido promover el socialismo radical que muchos seguidores chavistas esperan. Si a esto le sumamos que Henrique muy hábilmente ha tendido puentes con sectores inconformes del chavismo y a su vez garantiza la continuidad de las misiones, la situación para Nicolás se pone mucho más compleja que lo esperada.
En los últimos días las grandes ideas promovidas por Nicolás, las que estuvieron pensadas por largas horas, se resumen en: crear el plan desarme, anunciar una comisión anticorrupción, hablar con pajaritos, declararse hijo de Chávez, llamar copión a Capriles, insultar a la oposición, recordar que fue un humilde chofer, y repetir hasta el cansancio que debe cumplir el legado del comandante. Antes estas maravillas es inevitable preguntarse: ¿De verdad Nicolás? ¿Esto fue lo mejor que pudiste preparar en 3 meses?
En los pocos días que quedan de campaña, Henrique Capriles debe seguir haciendo lo que está haciendo; tender puentes al chavismo, enfrentar a Nicolás y a su equipo, vender la idea de que podemos vivir mejor, acercarse a las fuerzas armadas y demostrar seguridad en cada acción. Este comportamiento del candidato de la unidad hará que Nicolás apele a su peor arma: la lengua.
Cuando Henrique reta a Nicolás, este siempre muerde el anzuelo. Por eso es que desde este lado de la acera debemos aplaudir esas acciones impulsivas del humilde chofer. Mientras más hable, más se le ven las costuras, más aburre su discurso, más se dan cuentan sus seguidores de que Nicolás no es Chávez y más aumentan la probabilidades de una desmovilización roja.
Los días que quedan serán claves, pero por ahora, nada está escrito en piedra.
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