TRINO MÁRQUEZ | EL UNIVERSAL
lunes 15 de abril de 2013 12:00 AM
Nicolás Maduro ganó las elecciones de ayer, luego de haber multiplicado a la enésima potencia todos los abusos de poder cometidos por su antecesor en las campañas electorales. Henrique Capriles y la oposición, a pesar de la extraordinaria campaña realizada, no pudieron contrarrestar el peso de todo el Estado, volcado para favorecer de manera descarada y obscena al elegido de Hugo Chávez.
Maduro aprovechó la deificación del caudillo para triunfar. Se cubrió con su manto protector. Pero, de ninguna manera el espíritu del comandante le garantizará la estabilidad a su gobierno. El ahora Presidente Electo ha resultado muy mal alumno. Imita al maestro, cuando debería esculpir su propio perfil. En más de 4 meses al frente del Ejecutivo los problemas nacionales se han agravado: el bolívar fue devaluado; la inflación, la escasez y el desabastecimiento, repuntaron; la inseguridad personal continúa diezmando la población; la crisis eléctrica se profundiza; los inversionistas se alejan cada vez más del país; la caída de la producción petrolera no se detiene. No hay ningún signo que lleve a pensar que es el hombre que las dificultades de la nación requieren. Carece de liderazgo y brillo.
El gran desafío de Maduro ahora, cuando la imagen de Chávez se desvanece, consiste en sobrevivir en un cuadro tan complejo como el que se abre frente a sí. No podrá seguir vampirizando su figura. Tendrá que asumir solo la condición a la que más le teme: ser Presidente de una República laica. ¿Cuáles rasgos de Chávez se mantendrán? El carácter populista, intrínseco al proyecto. El papel protagónico de los militares es otro componente que permanecerá y, posiblemente, se acentuará. La debilidad estructural del heredero requiere la tutela castrense. Será el suyo un régimen militar-cívico, aunque sea un civil quien lo presida.
¿Cuáles aspectos tendrían que cambiar? El sesgo marcadamente ideológico. Chávez era un ideólogo, movido por ideas fijas acerca del modelo socioeconómico y sociopolítico que quería implantar. Este ideal engendró los numerosos problemas que hoy se observan. Maduro tendrá que ser más pragmático por la cantidad de dificultades prácticas que debe resolver. No dispone de mucho tiempo para ocuparse de la construcción del socialismo del siglo XXI y del Estado Comunal. Estas eran las preocupaciones de Chávez, quien quería "refundar la República" y sustituir el capitalismo por el socialismo. Los retos del nuevo gobernante son más terrenales. Está obligado a garantizar la gobernabilidad de su precario mandato.
Maduro tendrá que abandonar el caudillismo y el personalismo. Su falta de magnetismo debería sustituirlo por la consulta permanente al entorno partidista. Su estilo de conducción deberá ser más colectivo. Tendrá que incorporar las voces de otros actores, entre ellos gobernadores con peso específico, como Arias Cárdenas y Vielma Mora. Tendrá que respetar la descentralización y mantener el Consejo Federal de Gobierno, organismo que se reúne solo esporádicamente.
La vocación expansionista del socialismo del siglo XXI también tendrá que sufrir cambios, sobre todo recortes. La necesidad de concentrarse en los asuntos internos, determinará que Maduro no disponga de tiempo ni recursos para andar en aventuras que signifiquen el fortalecimiento del ALBA o al fomento de acuerdos internacionales dirigidos a promover a Cuba y contrarrestar el peso de Estados Unidos en América Latina.
¿Cuáles rasgos deberían atenuarse? La presencia de los cubanos y de los hermanos Castro deberá reducirse. Chávez mantuvo una relación enfermiza con el dúo que martiriza a la isla caribeña desde hace cincuenta y cuatro años. El costo para Venezuela de esa conexión ha sido demasiado alto. El país lo ha pagado con menos inversión en educación, salud, infraestructura. Ese flujo tendrá que mermar porque puede costarle demasiado caro al Presidente.
El esquema intervencionista también debería moderarse. El pragmatismo al que se verá obligado el mandatario para sobrevivir, disminuirá el peso de burócratas anacrónicos como Jorge Giordani, eterno protegido de Chávez. La resolución de los cuellos de botella de la economía y las finanzas, demanda la presencia de funcionarios con un sentido de realidad más aguzado. No es insensato imaginar que se produzca un acercamiento con empresarios privados, sin cuya participación será imposible resolver las enormes carencias existentes. Maduro y su gobierno tendrán que cambiar para sobrevivir.
Maduro aprovechó la deificación del caudillo para triunfar. Se cubrió con su manto protector. Pero, de ninguna manera el espíritu del comandante le garantizará la estabilidad a su gobierno. El ahora Presidente Electo ha resultado muy mal alumno. Imita al maestro, cuando debería esculpir su propio perfil. En más de 4 meses al frente del Ejecutivo los problemas nacionales se han agravado: el bolívar fue devaluado; la inflación, la escasez y el desabastecimiento, repuntaron; la inseguridad personal continúa diezmando la población; la crisis eléctrica se profundiza; los inversionistas se alejan cada vez más del país; la caída de la producción petrolera no se detiene. No hay ningún signo que lleve a pensar que es el hombre que las dificultades de la nación requieren. Carece de liderazgo y brillo.
El gran desafío de Maduro ahora, cuando la imagen de Chávez se desvanece, consiste en sobrevivir en un cuadro tan complejo como el que se abre frente a sí. No podrá seguir vampirizando su figura. Tendrá que asumir solo la condición a la que más le teme: ser Presidente de una República laica. ¿Cuáles rasgos de Chávez se mantendrán? El carácter populista, intrínseco al proyecto. El papel protagónico de los militares es otro componente que permanecerá y, posiblemente, se acentuará. La debilidad estructural del heredero requiere la tutela castrense. Será el suyo un régimen militar-cívico, aunque sea un civil quien lo presida.
¿Cuáles aspectos tendrían que cambiar? El sesgo marcadamente ideológico. Chávez era un ideólogo, movido por ideas fijas acerca del modelo socioeconómico y sociopolítico que quería implantar. Este ideal engendró los numerosos problemas que hoy se observan. Maduro tendrá que ser más pragmático por la cantidad de dificultades prácticas que debe resolver. No dispone de mucho tiempo para ocuparse de la construcción del socialismo del siglo XXI y del Estado Comunal. Estas eran las preocupaciones de Chávez, quien quería "refundar la República" y sustituir el capitalismo por el socialismo. Los retos del nuevo gobernante son más terrenales. Está obligado a garantizar la gobernabilidad de su precario mandato.
Maduro tendrá que abandonar el caudillismo y el personalismo. Su falta de magnetismo debería sustituirlo por la consulta permanente al entorno partidista. Su estilo de conducción deberá ser más colectivo. Tendrá que incorporar las voces de otros actores, entre ellos gobernadores con peso específico, como Arias Cárdenas y Vielma Mora. Tendrá que respetar la descentralización y mantener el Consejo Federal de Gobierno, organismo que se reúne solo esporádicamente.
La vocación expansionista del socialismo del siglo XXI también tendrá que sufrir cambios, sobre todo recortes. La necesidad de concentrarse en los asuntos internos, determinará que Maduro no disponga de tiempo ni recursos para andar en aventuras que signifiquen el fortalecimiento del ALBA o al fomento de acuerdos internacionales dirigidos a promover a Cuba y contrarrestar el peso de Estados Unidos en América Latina.
¿Cuáles rasgos deberían atenuarse? La presencia de los cubanos y de los hermanos Castro deberá reducirse. Chávez mantuvo una relación enfermiza con el dúo que martiriza a la isla caribeña desde hace cincuenta y cuatro años. El costo para Venezuela de esa conexión ha sido demasiado alto. El país lo ha pagado con menos inversión en educación, salud, infraestructura. Ese flujo tendrá que mermar porque puede costarle demasiado caro al Presidente.
El esquema intervencionista también debería moderarse. El pragmatismo al que se verá obligado el mandatario para sobrevivir, disminuirá el peso de burócratas anacrónicos como Jorge Giordani, eterno protegido de Chávez. La resolución de los cuellos de botella de la economía y las finanzas, demanda la presencia de funcionarios con un sentido de realidad más aguzado. No es insensato imaginar que se produzca un acercamiento con empresarios privados, sin cuya participación será imposible resolver las enormes carencias existentes. Maduro y su gobierno tendrán que cambiar para sobrevivir.
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