ARGELIA RÍOS | EL UNIVERSAL
viernes 5 de abril de 2013 12:00 AM
Todos lo aceptan: tanto en el oficialismo como en la oposición. Maduro no es Chávez, pero tampoco lo es ninguna de las figuras que hoy encabezan la dirección colectiva de la revolución. Nadie dentro del PSUV posee la autoridad que inspiraba el difunto comandante: ni siquiera congregados todos alrededor de su espíritu intangible, lograrán inspirar lo mismo. "El heredero" -como las cabezas de los sectores que se están disputando el poder dentro del partido oficialista- no destila el respeto del "padre fundador". Los cuestionamientos que hoy se le hacen desde las entrañas del "proceso" prueban que el presidente encargado no infunde miedo ni sumisión: allí residirán muchos de los conflictos que veremos en adelante.
Al malogrado hiperlíder jamás le habrían hecho el tipo críticas que se le está formulando a su delfín. La superioridad moral que sus seguidores le concedieron a Chávez es intransferible y fue una de las claves de su inflexible liderazgo: en ausencia de aquella condición sólo es posible vislumbrar ahora un devenir accidentado y problemático: un futuro que, sin dudas, estará colmado de los daños colaterales que la revolución experimentará, producto de sus pugnas por el reparto del poder.
La ciega lealtad que la nomenclatura le pide hoy al pueblo chavista, para honrar la última voluntad de quien fuera su jefe único, contrasta con las crudas rivalidades que protagonizan los diferentes factores del proyecto socialista. Sus rudos conflictos no han cesado si quiera en virtud del importante momento que transita la llamada "sucesión": es notable que la fidelidad exigida a su electorado cautivo no es practicada por sus exponentes, quienes, a todas luces, están desconociendo el llamado de "unidad absoluta" que Chávez les hiciera antes de morir, como parte de su testamento político.
Es una deshonesta impostura que el alto mando bolivariano solicite a sus votantes lo que sus encumbrados integrantes no se esfuerzan en dar. Por eso el "madurismo" tiene motivos para preocuparse: parte de la movilización del 14-A está en manos de sus contendientes internos. Tal vez a eso obedece el rol abiertamente partidario que se le pretende adjudicar a la FAN en esta jornada electoral. Si ella actuara como parte de la maquinaria del PSUV, entonces terminará constituyéndose, inevitablemente, en una de sus fracciones internas: una fracción armada de fusiles, que transformará por completo la dinámica del proceso revolucionario y, desde luego, de la política nacional.
Las necesidades electorales del "heredero" lo están empujando hacia un terreno harto peligroso: pero parece decidido a apelar a los cuarteles para evitar que la abstención lo ponga en riesgos tanto en el corto, como en el mediano y largo plazo.
Al malogrado hiperlíder jamás le habrían hecho el tipo críticas que se le está formulando a su delfín. La superioridad moral que sus seguidores le concedieron a Chávez es intransferible y fue una de las claves de su inflexible liderazgo: en ausencia de aquella condición sólo es posible vislumbrar ahora un devenir accidentado y problemático: un futuro que, sin dudas, estará colmado de los daños colaterales que la revolución experimentará, producto de sus pugnas por el reparto del poder.
La ciega lealtad que la nomenclatura le pide hoy al pueblo chavista, para honrar la última voluntad de quien fuera su jefe único, contrasta con las crudas rivalidades que protagonizan los diferentes factores del proyecto socialista. Sus rudos conflictos no han cesado si quiera en virtud del importante momento que transita la llamada "sucesión": es notable que la fidelidad exigida a su electorado cautivo no es practicada por sus exponentes, quienes, a todas luces, están desconociendo el llamado de "unidad absoluta" que Chávez les hiciera antes de morir, como parte de su testamento político.
Es una deshonesta impostura que el alto mando bolivariano solicite a sus votantes lo que sus encumbrados integrantes no se esfuerzan en dar. Por eso el "madurismo" tiene motivos para preocuparse: parte de la movilización del 14-A está en manos de sus contendientes internos. Tal vez a eso obedece el rol abiertamente partidario que se le pretende adjudicar a la FAN en esta jornada electoral. Si ella actuara como parte de la maquinaria del PSUV, entonces terminará constituyéndose, inevitablemente, en una de sus fracciones internas: una fracción armada de fusiles, que transformará por completo la dinámica del proceso revolucionario y, desde luego, de la política nacional.
Las necesidades electorales del "heredero" lo están empujando hacia un terreno harto peligroso: pero parece decidido a apelar a los cuarteles para evitar que la abstención lo ponga en riesgos tanto en el corto, como en el mediano y largo plazo.
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