ADOLFO R. TAYLHARDAT | EL UNIVERSAL
miércoles 10 de abril de 2013 12:00 AM
Pensé dedicar esta entrega al hecho vergonzoso de que por primera vez en toda la historia de la participación de Venezuela en las Naciones Unidas nuestro país ha sido sancionado por maula. Ha quedado sin derecho a voto porque el Gobierno ha dejado de pagar la cuota que le corresponde sufragar como miembro de la Organización. Nuestro país figura como moroso junto a República Dominicana, Sierra Leona, Vanuatu, Zimbabue, Somalia, Sudán y San Tomé y Príncipe. "¡Qué vergüenza!". Esto justo cuando el país se beneficia de los altos precios del petróleo pero que son despilfarrados por este régimen irresponsable que no atiende a las principales necesidades de la población ni a sus ineludibles obligaciones internacionales.
Este y otros dos hechos ocurridos en la semana -la grosera injerencia del expresidente Lula con su declaración de apoyo al candidato oficialista, y la "guabinosa" opinión del secretario general de la OEA también sobre el proceso eleccionario- merecerían artículos separados. Pero en este momento el tema de la elección presidencial tiene la primera prioridad.
Faltan cuatro días para que los venezolanos decidan si quieren que el chavismo siga conduciendo el país dirigido hacia el despeñadero o quieren recuperarlo para encaminarlo nuevamente en la vía del progreso, del desarrollo sostenido, del bienestar para todos, de la verdadera inclusión en la cual todos podamos ayudar a hacer de nuestro país una patria libre, soberana, sin injerencias, en la cual cada ciudadano pueda beneficiarse de un nivel de vida digno y las nuevas generaciones cuenten con un futuro lleno de oportunidades para desplegar sus aptitudes y desarrollar sus capacidades creativas, en el cual las clases menos favorecidas dispongan de todos los servicios indispensables -agua potable corriente, energía eléctrica, y todos los demás beneficios esenciales que merecen los habitantes de este país bendecido por el Señor para disfrutar de un nivel de vida digno.
¿Quién es capaz de respaldar a un candidato que a pesar de su apellido ha resultado ser un personaje inmaduro? ¿Acaso no es inmadurez atacar a su contendor recurriendo en su discurso de campaña electoral al cuento infantil diciendo que Capriles le preguntó al espejo: "espejito, espejito, quién es más bonito él o yo, y el espejo le respondió: él?". ¿O cuando llama a su contrincante peluconcito", señorito, "burguesito"? "Al burguesito lo dejaremos tranquilito con su caprichito". En otra de sus apariciones públicas salió cantando: "burguesito, burguesito, caprichito, caprichito, te vamos a dar una pelita, una pelita, ponte las pilas y las pilitas". ¿Será que como él es grandote (solo de tamaño) ve pequeños a todos los demás y por eso emplea el diminutivo? O cuando dice que "el burguesito está obsesionado" con él; que su opositor cada día "está más loco y obsesionado" y tiene un plan para destruir la revolución. ¿No es inmadurez declararse hijo del fenecido gobernante y llegar a la ridiculez de pedirle la bendición a su "tío Adán"?
Pero el colmo de la inmadurez es el cuento del pajarito que le anunció que tiene asegurado el triunfo en la elección el domingo próximo. En su empeño por convertir al extinto expresidente en un santo ha inventado su propia versión de la Anunciación en la cual el espíritu de Chávez no se presentó como una paloma sino como un tucusito.
Curiosamente, el domingo pasado, justo en el momento en que Henrique Capriles caminaba hacia el podio en la avenida Bolívar, una paloma blanca se posó en la tarima, en el camino que él había recorrido. No pretendo atribuirle un significado sobrenatural a ese pequeño detalle pero no deja de ser un hecho curioso y sugestivo.
¡Y encima de todo el usurpador con aspiraciones presidenciales tiene el tupé de calificar a Henrique Capriles de narciso, cuando él es quien ha empapelado la ciudad con afiches de su fotografía y cubierto todas las paredes y los muros con graffitis de su cara! Narcisismo es presunción, egolatría, vanidad, afectación. ¿Esas consignas autoelogiosas calificándose como el "corazón de Venezuela" no son acaso manifestaciones de narcisismo heredado de su progenitor putativo?
¿Están los compatriotas que no se han decidido a votar o todavía no saben por quién sufragar o no se atreven a expresar libremente su preferencia por temor a represalias, dispuestos a contribuir a que un personaje con esas características asuma la presidencia de nuestro sufrido país?
Este y otros dos hechos ocurridos en la semana -la grosera injerencia del expresidente Lula con su declaración de apoyo al candidato oficialista, y la "guabinosa" opinión del secretario general de la OEA también sobre el proceso eleccionario- merecerían artículos separados. Pero en este momento el tema de la elección presidencial tiene la primera prioridad.
Faltan cuatro días para que los venezolanos decidan si quieren que el chavismo siga conduciendo el país dirigido hacia el despeñadero o quieren recuperarlo para encaminarlo nuevamente en la vía del progreso, del desarrollo sostenido, del bienestar para todos, de la verdadera inclusión en la cual todos podamos ayudar a hacer de nuestro país una patria libre, soberana, sin injerencias, en la cual cada ciudadano pueda beneficiarse de un nivel de vida digno y las nuevas generaciones cuenten con un futuro lleno de oportunidades para desplegar sus aptitudes y desarrollar sus capacidades creativas, en el cual las clases menos favorecidas dispongan de todos los servicios indispensables -agua potable corriente, energía eléctrica, y todos los demás beneficios esenciales que merecen los habitantes de este país bendecido por el Señor para disfrutar de un nivel de vida digno.
¿Quién es capaz de respaldar a un candidato que a pesar de su apellido ha resultado ser un personaje inmaduro? ¿Acaso no es inmadurez atacar a su contendor recurriendo en su discurso de campaña electoral al cuento infantil diciendo que Capriles le preguntó al espejo: "espejito, espejito, quién es más bonito él o yo, y el espejo le respondió: él?". ¿O cuando llama a su contrincante peluconcito", señorito, "burguesito"? "Al burguesito lo dejaremos tranquilito con su caprichito". En otra de sus apariciones públicas salió cantando: "burguesito, burguesito, caprichito, caprichito, te vamos a dar una pelita, una pelita, ponte las pilas y las pilitas". ¿Será que como él es grandote (solo de tamaño) ve pequeños a todos los demás y por eso emplea el diminutivo? O cuando dice que "el burguesito está obsesionado" con él; que su opositor cada día "está más loco y obsesionado" y tiene un plan para destruir la revolución. ¿No es inmadurez declararse hijo del fenecido gobernante y llegar a la ridiculez de pedirle la bendición a su "tío Adán"?
Pero el colmo de la inmadurez es el cuento del pajarito que le anunció que tiene asegurado el triunfo en la elección el domingo próximo. En su empeño por convertir al extinto expresidente en un santo ha inventado su propia versión de la Anunciación en la cual el espíritu de Chávez no se presentó como una paloma sino como un tucusito.
Curiosamente, el domingo pasado, justo en el momento en que Henrique Capriles caminaba hacia el podio en la avenida Bolívar, una paloma blanca se posó en la tarima, en el camino que él había recorrido. No pretendo atribuirle un significado sobrenatural a ese pequeño detalle pero no deja de ser un hecho curioso y sugestivo.
¡Y encima de todo el usurpador con aspiraciones presidenciales tiene el tupé de calificar a Henrique Capriles de narciso, cuando él es quien ha empapelado la ciudad con afiches de su fotografía y cubierto todas las paredes y los muros con graffitis de su cara! Narcisismo es presunción, egolatría, vanidad, afectación. ¿Esas consignas autoelogiosas calificándose como el "corazón de Venezuela" no son acaso manifestaciones de narcisismo heredado de su progenitor putativo?
¿Están los compatriotas que no se han decidido a votar o todavía no saben por quién sufragar o no se atreven a expresar libremente su preferencia por temor a represalias, dispuestos a contribuir a que un personaje con esas características asuma la presidencia de nuestro sufrido país?
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