CARLOS MACHADO ALLISON| EL UNIVERSAL
martes 27 de agosto de 2013 12:00 AM
Bajo el reinado de Felipe II (1556-1598) y en los últimos de su predecesor, Carlos V, el flujo de oro y plata procedente de América, hizo de España el país más rico del mundo. Riqueza tan mal administrada que la Corona declaró suspensión de pagos, es decir bancarrota, en tres oportunidades: 1557, 1575 y 1596. Carlos V le dejó una deuda de 20 millones de ducados y a la muerte de Felipe II, la misma superaba los 100 millones y España pagaba 7% anual de intereses.
¿Qué hizo Don Felipe con el enorme flujo de divisas, es decir el oro y plata, que llegó desde sus colonias? Pues exactamente lo mismo que en la Venezuela socialista del siglo XXI: aumentó la burocracia, se incrementó la corrupción, compró voluntades a los realazos, gastó enormes cantidades en la propagación de su fe y dotó generosamente al ejército.
El control de los Países Bajos con el Duque de Alba, costó millones de ducados. Otros se fueron en la construcción de la "Gran Armada" que terminó hundida en el Canal de la Mancha. Intolerante como era, gastó buena plata en someter a la población morisca, preservó el antisemitismo y combatió a los protestantes.
Logró, como en la Venezuela actual, reducir la producción privada, agrícola, artesanal, científica y cultural, mientras creaba monopolios del Estado para el comercio internacional y controles, como el de la sal, cuyo precio terminó multiplicándose por cuatro. En sus últimos años, la inflación llegó al 50%, aumentó los impuestos para pagar guerras, burocracia y obras fastuosas, y concentró todo el poder, decidiendo en Madrid desde el ancho de las calles, hasta las licencias para la venta de aguardiente.
Felipe III, siguió la misma ruta y entre 1609 y 1616, alrededor de 300.000 moriscos abandonaron España, la producción de trigo y caña de azúcar se desplomó. Mientras malgastaba sus rentas, Inglaterra y Francia aumentaban la producción interna, nacían las primeras industrias y la idea del libre comercio.
Sin libertad ideológica y comercial, España quedó a la zaga de las otras potencias europeas donde crecía la burguesía, la manufactura y el comercio. Muchas minas de Perú y México se agotaron y España entró en una crisis de escasez ya que tenía que importar alimentos, textiles y manufacturas. Sin plata u oro para pagarlos, los apagones eran la norma ya que escaseaban las velas y si no ocurrió lo mismo con el papel sanitario fue porque no existía. En efecto ese papel lo comercializaron siglos después: Gayetty en 1857 y los hermanos Scott en 1880, así que no figuraba, como en la Venezuela actual, entre las cosas inaccesibles.
El fantasma conservador de Felipe II gobierna a Venezuela, mientras crece la deuda y la inflación, el colapso es la norma en la vialidad, el sistema eléctrico nacional, la producción de alimentos y petróleo, bienes y otros servicios. La dinastía aspira acabar con el sistema educativo, la ciencia, la cultura y la libertad de expresión -salvo la procacidad coprolálica de sus inquisidores- para que futuras generaciones profesen sólo la fe oficial.
¿Qué hizo Don Felipe con el enorme flujo de divisas, es decir el oro y plata, que llegó desde sus colonias? Pues exactamente lo mismo que en la Venezuela socialista del siglo XXI: aumentó la burocracia, se incrementó la corrupción, compró voluntades a los realazos, gastó enormes cantidades en la propagación de su fe y dotó generosamente al ejército.
El control de los Países Bajos con el Duque de Alba, costó millones de ducados. Otros se fueron en la construcción de la "Gran Armada" que terminó hundida en el Canal de la Mancha. Intolerante como era, gastó buena plata en someter a la población morisca, preservó el antisemitismo y combatió a los protestantes.
Logró, como en la Venezuela actual, reducir la producción privada, agrícola, artesanal, científica y cultural, mientras creaba monopolios del Estado para el comercio internacional y controles, como el de la sal, cuyo precio terminó multiplicándose por cuatro. En sus últimos años, la inflación llegó al 50%, aumentó los impuestos para pagar guerras, burocracia y obras fastuosas, y concentró todo el poder, decidiendo en Madrid desde el ancho de las calles, hasta las licencias para la venta de aguardiente.
Felipe III, siguió la misma ruta y entre 1609 y 1616, alrededor de 300.000 moriscos abandonaron España, la producción de trigo y caña de azúcar se desplomó. Mientras malgastaba sus rentas, Inglaterra y Francia aumentaban la producción interna, nacían las primeras industrias y la idea del libre comercio.
Sin libertad ideológica y comercial, España quedó a la zaga de las otras potencias europeas donde crecía la burguesía, la manufactura y el comercio. Muchas minas de Perú y México se agotaron y España entró en una crisis de escasez ya que tenía que importar alimentos, textiles y manufacturas. Sin plata u oro para pagarlos, los apagones eran la norma ya que escaseaban las velas y si no ocurrió lo mismo con el papel sanitario fue porque no existía. En efecto ese papel lo comercializaron siglos después: Gayetty en 1857 y los hermanos Scott en 1880, así que no figuraba, como en la Venezuela actual, entre las cosas inaccesibles.
El fantasma conservador de Felipe II gobierna a Venezuela, mientras crece la deuda y la inflación, el colapso es la norma en la vialidad, el sistema eléctrico nacional, la producción de alimentos y petróleo, bienes y otros servicios. La dinastía aspira acabar con el sistema educativo, la ciencia, la cultura y la libertad de expresión -salvo la procacidad coprolálica de sus inquisidores- para que futuras generaciones profesen sólo la fe oficial.
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