Humberto
Seijas Pittaluga
Los alumnos estábamos sorprendidos y no
queríamos creerlo. El profesor que dictaba
Sociología durante mi posgrado en Northwestern explicó que algunas sociedades
primitivas no eran capaces de deducir por la vía relacional algunos hechos de
la vida. Hasta allí, entendíamos. Pero después nos puso un ejemplo y quedamos
pasmados: nos explicó que los hotentotes y los bosquimanos de África meridional
no relacionaban la preñez de las mujeres con las relaciones sexuales; que esas
sociedades pensaban que, así como un árbol, luego de haberse desarrollado, y
sin razón aparente, da frutos; así llegaba un momento en el cual las mujeres
tenían hijos. Que fue a finales del
siglo XIX, vistas las realidades de la vida colonial —al empezar a aparecer zambos
con ojos zarcos, pelo liso y piel más clara— cuando surgió la comprensión. Añadió más: con los maoríes de Nueva Guinea
sucedió lo mismo, pero peor, porque algunos de ellos solo se toparon con el
hombre blanco bien entrado el siglo XX.
Este introito se debe a que hace poco pude
conocer unas encuestas que me hicieron decirme: “No somos hotentotes pero no razonamos;
igualito que ellos”. En esas mediciones,
un altísimo porcentaje de los entrevistados asevera que sufre los embates de la
inseguridad, el desempleo, lo caro de la comida (cuando la encuentran), lo
precario de las instalaciones sanitarias pero más adelante dicen que volverían
a votar por los rojos. O sea, no son
capaces de correlacionar las circunstancias difíciles que atraviesan para la
mera supervivencia, con la ineficiencia, corrupción, nepotismo, antiparabolismo
y exceso de trabas que caracterizan a los actuales detentadores del poder. Que no lo hayan entendido al comienzo,
pase. ¡Pero ya vamos para quince años de
lo mismo! Y siguen…
Lo han hecho tan mal, que el PUS —vista la
crujía que tienen que atravesar el 8-D—, en una admisión tácita de sus
ineficiencias y latrocinios, decidió que el 65 por ciento de sus alcaldes y
concejales no repita. Y los reemplazó
por un pelotero por aquí, un actor por allá, un animador por acullá. Gente que nada sabe de la organización
municipal; mucho menos, de su administración.
Que ni siquiera son de esas poblaciones, por lo cual han tenido que
ordenarle al ministerio de elecciones que se hagan los locos con los tres años
de residencia en la zona que exige la ley, y que cambie sus lugares de votación
cuando sea necesario. Los inocentes no
son capaces de entender que esos candidatos son los menos idóneos para resolverles
los problemas y dicen, pobres acríticos, que van a votar por quien les ponga el
partido.
Son los mismos que afirman, varias preguntas
más adelante, que somos el país más feliz del mundo. Y que si no tenemos papel tualé, si la comida
se pudre en los puertos, si se raciona algunos productos, si los precios han
subido 37 veces en estos 14 años es porque los empresarios son unos muérganos
que no entienden que hay que trabajar a pérdida porque así lo decidió el
gobierno.
No logran percibir que las desinformaciones de
la cúpula gobiernera, empezando por el Inmaduro, cuando dice que la tragedia de
Amuay se debió a un sabotaje del imperio, por medio de sus lacayos criollos, lo
que busca es esconder la incapacidad del régimen para hacer eficientes y seguras
las instalaciones petroleras —o sea, como eran hace quince años. Por eso, la gobernadora de Falcón tiene el
tupé de pedir que se allane la inmunidad
de María Corina dado que dizque “está vinculada con la explosión en la
refinería”. Es que hay gente sencilla de
mente que compra esa babiecada —y la del chafarote al mando del CEOFAN cuando
sale con el chorro de babas del "sabotaje que ha sufrido el sistema
eléctrico". Gente que no relaciona
los dispendiosos regalos a los demás países con la miseria que cunde en esta
tierra que fue de gracia. Que no
entiende que los apagones se deben a que las plantas eléctricas que debían
estar instaladas aquí, están dando energía en Nicaragua y Cuba; que no hay
transformadores, ni cables, ni tan siquiera bombillos porque algunos vivos se
cogieron unos reales.
En fin, que no logran entender que la
corrupción es, necesariamente, una faena que solo se realiza desde el gobierno;
que, consecuentemente, no se puede acusar a la oposición de ella. Que, por tanto, la exigencia de poderes
habilitantes que hace Mientras-tanto no apunta hacia los corruptos (sus
corruptos) sino que es una marramuncia idéntica a la que hizo el difunto
fallecido que se murió: pidió poderes para combatir los estragos causados por
las lluvias y los usó para todo menos para solucionarle los problemas a los
damnificados. Quienes todavía, a más de cuatro años después, siguen en unos
“refugios” en los que diariamente peligran sus vidas, sea por la insalubridad
que campea, sea por las acciones de los malandros que los azotan.
La tarea de todos los venezolanos sensatos, sabedores
de las añagazas rojas, es hacer que esos paisanos nuestros, suerte de hotentotes
contemporáneos vean la realidad del país.
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