Editorial de www.analítica.com
Este
último invento de consagrar el 8 de diciembre como Día de la Lealtad y
el Amor a Chávez, simple propaganda electoral en las narices del CNE, es
sólo otra demostración que Maduro no entiende que ni en abril ni a
estas alturas el problema no es Hugo Chávez sino Nicolás Maduro
Se nos aparece el Presidente
Maduro con una nueva fiesta patriótica, el "Dia de la Lealtad y el Amor
a Chávez", casualmente el 8 de diciembre. Otra ocurrencia de este
extraño empeño en alardes, banderazos e inconsistencias en el que ha
venido a derivar el chavismo. Que no ha sido precisamente una escuela de
coherencia, pero que al menos contaba con el carisma popular de Chávez
que no resolvía pero ilusionaba.
Ha dado el sucesor del
Presidente fallecido en dedicar excesivo tiempo a hablar, ofrecer y,
especialmente amenazar, pero claramente muy poco a gobernar, entendiendo
gobernar como dirigir, gerenciar y solucionar las diarias necesidades
de una República con enormes problemas. Desde abril ha demostrado su
nula capacidad para cumplir los requerimientos mínimos de un Jefe de
Estado, y todo le falla. Desde aquella desafortunada confesión de un
pájaro que le habló, a perder aceleradamente tal cantidad de votos del
chavismo que a punto estuvo de perder también las elecciones, triunfo
dudoso por los escasos votos a favor y las demasiadas señales de
manipulación, a seis desastrosos meses a cargo del Poder Ejecutivo.
Recibió así la banda
presidencial con un precario respaldo ciudadano, con una confrontación
política y con algunas esperanzas de que, ante la gravedad económica y
social que habían dejado Chávez tras sus repetidos períodos
presidenciales, y el propio Maduro en cuestionable pero real papel de
suplente, podría tomar decisiones adecuadas a una patética realidad. Un
cambio en el gabinete económico alimentó un poco más esas expectativas.
En 6 meses de viajes
innecesarios, uno de ellos en extraño desarrollo, y un uso intensivo de
cadenas audiovisuales, frases pomposas, anuncios de sabotaje y de
atentados magnicidas, el Gobierno de Maduro no sólo va mal, sino que va
peor. Nunca ha entendido la importancia de proyectar una imagen propia,
personal, que no tiene que ver con la lealtad a Chávez. Al contrario, se
ha convertido en un megáfono de la adoración al muerto. Finalmente ha
dejado la economía en manos de quien ya es un megaministro y
Vicepresidente con la economía en la mano, y parece dedicado, curioso
empeño, en aparecer siempre rodeado de generales y almirantes. Su
actitud frente al abuso guyanés es similar a su gestión de Gobierno,
blanda, ambigua, sólo que sin proclamas.
Este último invento de consagrar
el 8 de diciembre como Día de la Lealtad y el Amor a Chávez, simple
propaganda electoral en las narices del CNE, es sólo otra demostración
que Maduro no entiende que ni en abril ni a estas alturas el problema no
es Hugo Chávez sino Nicolás Maduro. Para él, ese domingo electoral será
el dia del desamor y del fracaso con la demostración adicional de que
ni Chávez tiene sucesor ni el chavismo un líder.
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