Thursday, October 31, 2013

El artículo 41 de la constitución y la doctrina Chávez

En: http://www.lapatilla.com/site/2013/10/31/trino-marquez-el-articulo-41-de-la-constitucion-y-la-doctrina-chavez/

Trino Márquez

La nacionalidad de Nicolás Maduro se ha convertido en un problema de Estado del cual el régimen no logra zafarse. Peor todavía: tiende a agravarse. Es una piedrita en el zapato del heredero. El oficialismo trata de restarle importancia al asunto, relegándolo a un segundo plano, pero no consigue hacerlo. El obstáculo está allí, sin que las evasivas del involucrado, ni la partida de nacimiento mostrada por Tibisay Lucena, logren despejar las dudas existentes. Cada declaración o explicación oscurece aún más el panorama. El incordio es de enorme importancia política y jurídica porque el enredo lo creó el mismísimo Hugo Chávez. Conviene reconstruir brevemente la historia.
En el artículo 182 de la Constitución de 1961 se lee: “Para ser elegido Presidente de la República se requiere ser venezolano por nacimiento, mayor de treinta años y de estado seglar.” Todo de lo más simple, con el fin de cumplir con la sencillez de los principios democráticos. Nada de discriminaciones odiosas o formas encubiertas de chauvinismo.
Al comandante Chávez no le pareció conveniente esta forma escueta de redactar un artículo donde se establecían las condiciones que tenía que reunir quien aspirara al alto honor de presidir la República, de allí que se las ingenió para proponer, tal como era su estilo, una forma rebuscada y engorrosa de redacción en la que mezcló el cargo de Presidente con el de Vicepresidente Ejecutivo, Presidente de la Asamblea Nacional, magistrados del TSJ, Fiscal, Contralor, ministros y otros altos funcionarios del Gobierno central.
En 1999 -en pleno apogeo de su popularidad, cuando desfrutaba de un cómodo 82% de aceptación, y la oposición estaba convertida en polvo cósmico- aparecieron sus primeros síntomas de paranoia. Pensó que el imperio o cualquier otro país foráneo, por ejemplo Colombia, podía diseñar una estrategia orientada a que un extranjero adoptara la nacionalidad venezolana, con el fin expreso de que ese país se apoderara de las inmensas riquezas naturales de la nación y subordinara los poderes públicos a intereses extraños. Vio amenazado el petróleo, el hierro, la bauxita, el Guri, la petroquímica.
Para impedir que esa siniestra estrategia pudiese materializarse, se le ocurrió que para aspirar a la Presidencia de la República, además de venezolano por nacimiento, mayor de treinta años y de estado seglar, como indicaba la Carta Fundamental del 61, era necesario señalar taxativamente en el Artículo 41de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) que “sólo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo… Ministros relacionados con la seguridad de la Nación…” (negritas mías). Propuso la pureza de origen. Como respaldo él tenía a su tatarabuelo Maisanta. Sus obedientes acólitos en la Constituyente obedecieron la orden como si se tratase de un mandato imperial y la incluyeron en la Carta.
Por lo tanto, lo de “sin otra nacionalidad” fue cortesía del teniente coronel. Fue él quien concibió lo que podría calificarse como la doctrina Chávez en esta materia. En la época en que la ideó gozaba de buena salud. No podía imaginarse que “su hijo” y legatario sería víctima de su delirio paranoide.
Nicolás Maduro no ha podido demostrar que nació en Venezuela, a pesar de que hasta ahora ha mencionado cuatro sitios distintos como cuna. Las pruebas, por lo demás contundentes de quienes han realizado las pesquisas, apuntan a que vio la luz en la hermana República. En este ambiente, ya resulta cuestionable que haya ejercido los cargos de Canciller y Vicepresidente, a los cuales se les aplica el artículo 41 de la CRBV. No se diga, entonces, el de Presidente.
Si Maduro es tan chavista como dice, lo mínimo que debería hacer es respetar el legado doctrinario de su “padre”. Por respeto a la memoria de su idolatrado comandante, tendría que demostrar de forma fehaciente que nació en algún lugar de Venezuela y que es un digno defensor de la doctrina Chávez en lo concerniente a la pureza de sangre, asunto que tanto preocupó a su mentor. Si no logra hacerlo, la lealtad con su progenitor debería conducirlo a la renuncia. Demostraría así que es un cabal defensor de los principios establecidos por el fundador de la revolución bolivariana

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