Dr. José Machillanda
El
tutelaje militar por perverso, servil y adulante, confundido con el
desgobierno de Maduro, su incapacidad y sus fracasos, además, de la
terquedad de quienes le acompañan en su desgobierno, todavía creen que
pueden hociquear a Venezuela sin enterarse que con su rotundo fracaso
verificado por la mayoría de los venezolanos, han permitido que se
visibilice y aclare un proceso de reconocimiento y diferenciación en el
campo de lo político-militar, en el cual se ha identificado a un
importante sector de “militares indignaos”. Es decir al conjunto o masa
importante de oficiales subalternos, superiores, generales y almirantes,
que aún permaneciendo a lo interno de la estructura militar, no validan
para nada el empleo que por la vía de una cúpula militar sumisa,
después insolvente, posteriormente claudicante y ahora sometida, han
aceptado que se instrumentalice y emplee al componente armado en
política y más grave aun… en apoyo a las acciones subsidiarias del
gobierno comunista de Maduro.
El
tutelaje militar en su pretensión de tolerar a Nicolás Maduro sobre
quien existen serias sospechas de que no puede ser Comandante en Jefe de
las Fuerzas Armadas, ha
desarrollado de manera compulsiva y patética un parte-aguas a lo
interno del componente armado, en el cual, se reconocen de manera
concreta expresiones, actitudes y acciones de rechazo franco y abierto a
la supuesta condición de Maduro como Comandante en Jefe. Y es que lo que se juega políticamente, geopolíticamente y desde el punto de vista de la seguridad pública, no es poca cosa.
Pero es que además todo cuanto acontece entre el tutelaje militar y
Maduro, es de bulto, que se inscribe en una grave violación a la
Constitución, a la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas, pero sobre todo y
antes que todo, constituye un engaño y una burla a la población
venezolana que
no distingue como parte del estado-nación a quién y qué es la oposición
y al oficialismo y/o entre el chavismo y los partidos políticos.
El
tutelaje militar de manera inmoral y anti-histórica se confunde con el
chavismo comunista para ejecutar un gobierno radical, excluyente,
anacrónico, primitivo, que ha logrado destrozar el encaminamiento
legítimo hacia el progreso que Venezuela aproximaba en la década de los
90’, pero igualmente han tratado de destruir y contener el anclaje del
venezolano en la democracia, en el respeto a la ley y en la decencia
ciudadana, transformándolo todo en un quehacer bochornoso, grotesco,
indecente, que ha generado una reacción nacional en la cual se entiende
como necesario que
Nicolás Maduro y sus tutores militares, abandonen el poder y si no lo
hicieran los venezolanos estamos dispuestos por la vía política y a través de la resistencia civil a pedirle la renuncia.
En este cruce de camino los “militares indignaos” sin repetir atajos
inconstitucionales, juegan un papel crítico como grupo de presión en la
ecuación política que embarga y compromete la gobernabilidad y la
estabilidad de Venezuela como país.
Los
“militares indignaos” ingresaron “tiempo ha”, a las academias militares
para ser profesionales de las armas y así se han mantenido a pesar del
“momento político militar revolucionario impuesto por Chávez”, pero,
ellos están contestes que su única función es hacer la defensa para la
República, no obstante el entuerto de la historia que los ha puesto a
que convivan, casi subsistan, con mucho dolor y vergüenza con hombres
torcidos, cobardes e inmorales, que han abrazado al comunismo fidelista
como una logia para repartirse la renta petrolera y más grave aún,
quebrar y fracturar el porvenir, la paz y la armonía que se merece
Venezuela. Estos militares fidelistas-comunistas, torcidos al extremo,
pusieron a un lado el ethos militar y construyeron la “logística pura”
para el narcotráfico que hoy avergüenza a Venezuela como narco-estado.
Los
“militares indignaos” saben, están conscientes de su delicado rol en el
ambiente político real y sobre todo en el entorno interno militar, por
lo tanto, no aspiran, ni anhelan nada mas que no sea el enrutamiento de
la ecuación política venezolana que ya casi es un imposible, por cuanto
quien hace de Presidente proclamado no puede ser Comandante en Jefe, y
eso lo tienen ciertamente claro. Estos hombres militares, no quieren
felicitaciones, ni que nadie los elogie, ni quieren tumbar al gobierno, pero lo que sí están claros es que el país ha perdido la brújula.
Ha perdido la brújula desde cuando el Tribunal Supremo de Justicia el 9
de enero y el 8 de marzo de 2013 y más tarde el CNE permitieron que
Nicolás Maduro quien no reunía las condiciones para competir en el
proceso electoral de la presidencia, fuera nominado para tal hecho con
las consecuencias que hoy devienen. Devienen en el grave terremoto
político militar que estremece a Venezuela y que duerme en los
cuarteles, en los buques, en las bases aéreas, en los comandos
regionales y en cuanta organización armada existe en donde cotidiana y
sostenidamente se barajea el cómo, para reordenar lo referente al
Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.
Los
oficiales indignaos todos, sin nombre, ni grado, ni fuerza, ni arma,
son venezolanos, se sienten profesionales de las armas y de la defensa,
tienen amor por el terruño, saben de su responsabilidad frente a la
sociedad y tienen claro que la historia los enjuiciará en este crítico y delicado momento en el cual la ambición, el primitivismo y la locura y apego por el ejercicio del poder,
ha conducido a la República a un atolladero, en el cual el poder social
es decir, las fuerzas de producción, las fuerzas de consenso y las
fuerzas de coerción organizadas, serán el vector político que clausure
esta crítica e insoportable condición de desquiciamiento, en el cual
está sumergida la República y para ello requerirá —seguramente— el
soporte de los “militares indignaos” como grupo de presión.
Es
el momento en Venezuela y frente a la intolerable coyuntura política
del NO, del no a la habilitante, del no al CESPPA, del no a la
militarización de la política, del no al a militarización de la
sociedad, del no al Comandante en Jefe, del no al engaño y es el tiempo
del SÍ, para que la
organizaciones del poder social y el movimiento de líderes emergentes y
de partidos amantes de la democracia, se esmeren en crear un “ambiente
político único”, que permita que los “militares indignaos”, y partes
importantes de esta sociedad puedan hacer saber a Venezuela y al mundo
que no tienen Comandante en Jefe y que en Venezuela hay una gravísima
crisis política.
El
momento político no es el del 45 ni es el del 58, es un momento en el
cual los procesos de la globalización y el crecimiento de la cultura
política, permiten que la legitimación “sea reflexiva” y el ejercicio de
la democracia se haga por “apropiación” y ambas coincidan con un
esfuerzo civilista, cívico, firme en su demanda, enérgico en sus
acciones, para que Venezuela sin asomarse al monstruo del golpe de
estado, pueda desmontar como país civilizado un conjunto de errores y
posiciones bastardas y simplistas que ya resultan intolerables e
insoportables. Intolerables e insoportables por cuanto no se puede
dentro del contrato social que rige desde hace 60 años la vida política
de los venezolanos permitir que los responsables del tutelaje militar,
los mismos que usaron las bocas de fuego para tratar de derrocar a un
presidente y mataron a nobles soldados, oficiales y muchísimos
venezolanos, puedan creerse que van a continuar siendo gobierno para
destrozar de manera definitiva la República.
Es
el momento de los honestos, de los no corrompidos, de la mayoría de los
venezolanos trabajadores decentes y dignos, para que por la vía de la
organización política hablen a quienes movilizados tendremos que detener
el exabrupto de Nicolás Maduro. Es el momento para pensar en el país y
estar claros y convencidos, de que Venezuela tiene un destino mejor y
superior en el devenir, es tiempo también para inferir los riesgos, pero
controlarlos y finalmente… es tiempo para que los “oficiales indignaos”
reconozcan como hombres de armas, como ciudadanos, muchos de ellos
padres, miembros de la todavía familia militar honesta y diáfana, que la
historia los ha colocado a no ser temerarios ni valientes, si no a ser
ciudadanos-soldados y de manera mesurada casi
científica, saber decirle con firmeza pero con altura a esta masa de
incapaces y de políticos amorales que en Venezuela existe otro país.
Otro
país que no es de sueños, mucho menos bucólico, ni de leyenda, mucho
menos de fetichismo y de imaginario, un país concreto, que respeta la historia pero la interpreta,
que no cree en anécdotas sino en historiología, que acepta la
Constitución como súper ley y que como plan de ruta, nos permitirá
alcanzar en un camino lento y largo pero cierto, el crecimiento y el
desarrollo que le es propio a un territorio y a una población como la
venezolana, extraordinaria, hermosa y buena, que tiene muchos años
confundida porque no existe un buen gobierno, y el mal gobierno que
existe nos ha llevado a estas condiciones de máximo sufrimiento que nos
obliga a repensar en el nuevo país.
El
nuevo país privilegiará al poder social atado a la ley, reconocerá el
soporte de los “militares indignaos” como grupo de presión y facilitará
que la nueva generación de hombres que hacen finta en la política,
terminen por acerar sus voluntades, acicatearse en el sacrificio por la
gente, arriesgar en los momentos difíciles y críticos, para que terminen
de aprender a ser líderes políticos sin bravuconadas, sin lenguaje
escatológico, sin interjecciones, entendiendo
que lo que requiere la política después de la democracia inacabada, no
es una revolución, es la democracia con legitimidad reflexiva que
permita la apropiación del ciudadano del hecho político, que es lo que
en el siglo XXI se reconoce como la contra-democracia.
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