EDITORIAL
EL NACIONAL
Cuando
vemos las imágenes del encuentro del pasado lunes en el Teatro Negro de Harlem
de Nueva York entre Nicolás Maduro y representantes de la comunidad
afrodescendiente, espera uno que, en algún momento, se escuchen las notas de
“The Entertainer”, la popular pieza de Scott Joplin con que Milos Forman
musicalizó su filme Ragtime (1981), o que aparezca en el
escenario “el trompetista de la vecindad” para amenizar la reunión.
En
cambio, la súbita aparición del mandatario bolivariano dándole con furia al
tambor, en un derroche de payasearía populista buscando adhesiones a causas que
por errores del régimen están en trance de perderse (Guyana, por ejemplo), sí
que fue inaudita. ¡Aleluya!
La
congregación en ese recinto de demagogos antillanos, voceros de la “diáspora
africana” y pícaros de diversa laya que, elevando sus manos al cielo,
reclamaban venganza por actos cometidos contra sus requetetatarabuelos,
jurídicamente prescritos e históricamente en vías de reparación –lo demuestra
que el primer dignatario del “imperio” sea un miembro de su etnia–, tienta la
pluma del editorialista para calificar ese bochinche –lo que es políticamente
incorrecto, pero endemoniadamente divertido– de merienda de oscuros matices.
¡Aleluya!
De
entrada, el animador de la velada prefiguró la trayectoria de los disparos
–“Nadie puede negar sus ancestros, porque entonces no estaríamos aquí”– para
dar inicio a una cadena de invocaciones y evocaciones de pasadas injusticias
ante la cual el telespectador se preguntaba qué pito tocaba el señor Maduro en
esa verbena a beneficio de nadie, sino de un liderazgo oportunista animado por
las agallas de Danny Glover, el actor –invitado a la inhumación de Negro
Primero en el Panteón Nacional– que se embolsilló 18 millones de dólares para
producir y dirigir una película sobre Toussaint-Louverture, prócer de la
emancipación haitiana, que nunca veremos porque nunca se hizo. ¡Aleluya!
¡El señor
es bueno!, clamó el reverendo Dennis Dillon y dio paso a las incoherencias de
Yvette Modestin, directora ejecutiva del Encuentro de la Diáspora Afro en
Boston, que a su vez cedió el micrófono al senador Bill Perkins. ¡Aleluya!
Bailando
hicieron oír sus solos lastimeros unos cuantos vivianes de postín anotados en
el tírame algo, Nicolás, que a cambio te damos gospel para tu bienestar
espiritual. Esta suerte de oral jam session, sincrético black
party de ensayadas improvisaciones, se prolongó con la intervención de
fervorosos y fervorosas hermanas y hermanos allí arremolinados para, a juzgar
por el ornato y la parafernalia memorialista, “ad maiorem Chávez gloriam”,
prodigar loas a la revolución bolivariana y cánticos al Señor para ver ¡oh
milagro! si caía de las alturas el ansiado maná rojo, pues del negro no hay
porque sus precios caen como las hojas muertas del otoño neoyorquino.
Para consuelo, un cierre de
comedia negra: Maduro salmodiando un rosario de lugares comunes. ¡Aleluya!,
tres veces aleluya.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
No comments:
Post a Comment