Vladmiro Mujica
Hay que reconocer que el régimen venezolano ha adquirido una considerable maestría en el diseño y construcción de realidades a la medida. En el lenguaje gubernamental Venezuela es no solamente uno de los países donde mejor se vive en el mundo, sino que nuestro país marca la pauta para el crecimiento de una nueva utopía de felicidad para el pueblo, ejemplo y norte del mundo. El asunto puede mover a risa, pero hay que tomárselo muy en serio porque la gente en el seno del gobierno que se dedica a fabricar realidades a la medida lo hace con mucha seriedad y profesionalismo. Tomemos algunos ejemplos que ilustran la gravedad del asunto.
Frontera colombo-venezolana: Con una combinación habilidosa de distorsiones y falsificaciones, el gobierno venezolano toma una situación real y objetiva, la de una frontera permeable, plagada de conflictos y abierta al contrabando, y transforma a Colombia en el causante directo de la escasez en Venezuela. La dimensión de este despropósito es enorme, pero con una mano en la cintura, nuestro gobierno la defiende en todos los escenarios e inclusive se atreve a publicar un remitido a página completa en el New York Times donde presenta cifras duras sobre el número de desplazados por los conflictos armados en Colombia. Intrigado por el origen de estas cifras, me tomé el trabajo de encontrar el documento de Acnur, el Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los Refugiados, que obviamente le sirvió de fundamento a quienes montaron el soporte documental para el remitido en el diario neoyorquino. Después de varias horas invertidas localicé dos tablas: una que apoyaba lo dicho en el remitido del gobierno sobre el número de desplazados colombianos en relación con otros países del mundo, y otra, la verdaderamente importante en la que se señala el número de desplazados por la violencia que abandonan su país. En esta tabla por supuesto antes que Colombia está una decena de países encabezados por Siria, Afganistán, el Congo, etc. El asunto podría pasar por una curiosidad intrascendente, pero en realidad ilustra de manera muy profunda el proceder de un gobierno que ejerce la desinformación deliberada prácticamente como doctrina de Estado.
Lo mismo se puede afirmar sobre el supuesto número de seis millones de colombianos en Venezuela. ¿De dónde salió este número que todo el mundo repite como si fuera cierto? Combinando dos distorsiones de la realidad el gobierno ha sido capaz de arrinconar en buena medida al gobierno de Santos, que necesitaba mostrar desesperadamente un éxito en las negociaciones de paz con la Farc, casual y convenientemente mediadas por Venezuela.
OLP: Jugando con el sentimiento de una población que clama desesperadamente por una política y acciones claras contra las bandas criminales cuyo poder, organización e influencia se han ido propagando en Venezuela hasta constituirse en un micro-estado criminal que en muchos casos reemplaza al verdadero Estado, el gobierno ha emprendido lo que algunas organizaciones de derechos humanos han denominado, y con razón, una razzia contra los pobres. Las OLP son procedimientos abiertamente inconstitucionales disfrazados de guerras contra el hampa que sirven como demostración de mano dura contra el crimen de un gobierno que precisamente por su inacción, cuando no su abierta tolerancia, ha permitido que Venezuela se transforme en uno de los países más violentos y peligrosos del mundo.
Petróleo: Sobre este tema el entramado de desinformación y construcción de realidades pre-fabricadas es verdaderamente alucinante. Comenzando con la falsificación de la historia que constituye el atribuirle a Chávez la nacionalización de la industria de hidrocarburos, algo que, en rigor, ocurrió durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez. La verdad del asunto es que la proporción de la producción nacional que proviene de la petrolera estatal Pdvsa ha disminuido en relación a la proporción asociada con las petroleras internacionales. En verdad lo que ha ocurrido es un profundo proceso de desnacionalización y endeudamiento de Pdvsa, que se pretende presentar exactamente como lo contrario.
Lo mismo se aplica al intento de atribuirle a la caída de los precios petroleros el desastre de desabastecimiento que plaga a la economía venezolana. Cuando Chávez entró en Miraflores el año 1999, el precio del petróleo era de unos 9 dólares por barril. Aún con todos los ajustes por depreciación de la divisa norteamericana, el precio actual de más de 45 dólares por barril es mucho mayor que lo que encontró el chavismo. El verdadero problema es el rentismo exacerbado, que ha crecido impúdicamente durante estos 15 años a pesar del discurso en contra de la revolución, y la destrucción del aparato productivo nacional.
Inversión social, educación y salud: Según la cosmogonía chavista, que se repite internacionalmente como un mantra, todos los indicadores económicos y sociales han mejorado en el paraíso tropical revolucionario. Sobre este tema el velo de la realidad falseada se ha ido desgarrando lentamente, víctima de la terca realidad de las colas, la escasez de productos básicos y el calvario de conseguir medicinas y servicios médicos. Pero el gobierno es terco e insiste en que cuando a usted le parece que pasa hambre, en realidad come bien tres veces al día.
Para ilustrar las enormes contradicciones sobre esta materia y poner de relieve la influencia venezolana que se deriva de la combinación del chantaje imperialista petrolero, que nuestro país ejerce desembozadamente, y la necesidad de mantener el mito de los totalitarismos buenos de izquierda frente a los malos de derecha, nuestro país obtiene reconocimientos de la Unesco y la FAO por lo bien que adelantamos el combate contra la pobreza.
Como he insistido en muchas oportunidades en este espacio: Despreciar los argumentos y las fantasías del chavismo es un grave error. Nuestro deber como ciudadanos informados y comprometidos con el nacimiento de otra realidad distinta a esta pesadilla, es evidenciar la desinformación y la construcción de realidades a la medida en las que el régimen chavista es verdaderamente creativo y letal en su acción de comunicación directa con el pueblo.
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