JOSÉ
GUERRA.
Cada día, tanto en la prensa
nacional como en la regional, aparecen noticias de la campaña electoral que de
una vez está adelantando el PSUV. Esa campaña no consiste en la paciente labor
de convencimiento al elector con ideas y propuesta, como una vez lo hizo Hugo
Chávez, sino más se trata de otra modalidad de hacer política. En esta ocasión,
de manera descarada, los candidatos del partido de gobierno para las elecciones
del 6 de diciembre andan repartiendo de todo a pocos.
En Catia los aspirantes del PSUV
estuvieron entregando computadoras canaimitas y televisores; en El Valle el
postulado por Maduro se encargó de distribuir latas de sardinas y algunos
pollos congelados; en Margarita, la esposa del general y gobernador de Nueva
Esparta, Mata Figueroa, fue más allá y entregó neveras y cocinas a potenciales
electores, y en Barquisimeto reparten canastillas y bolsas de comida. Que un
candidato le regale algo a un elector no tiene nada de censurable. Pero este no
es el caso. Los candidatos del PSUV buscan votos distribuyendo bienes que no
son de ellos ni que fueron adquiridos con su dinero. Todo lo contrario, están
utilizando bienes públicos para hacer politiquería y de la más asquerosa.
Los comunistas y su gemelo siamés
el PSUV, siempre han pregonando necesidad de elevar el nivel de conciencia de
las masas. Este ha sido una especie de estribillo de la prédica marxista. Con
un grado de mayor formación de las masas, la revolución socialista estaría a la
vuelta de la esquina. Sucede que la grave crisis económica que sufre el país ha
hecho que esas masas populares le den la espalda al gobierno, que apenas tiene
una aprobación de 18% en los estudios de opinión, mientras que la intención del
voto del PSUV no llega a 30%, muy por debajo de su media histórica.
Vistos estos números y medida la
temperatura del descontento social, el PSUV tiró al cesto de la basura los
inservibles manuales de marxismo-leninismo y se acogió a los preceptos más
burdos del populismo latinoamericano que consiste en repartir lo que se tiene y
prometer lo que no se tiene.
Así, a Venezuela puede aplicarse
aquello que una vez dijo Pancho Villa, refriéndose a la Revolución Mexicana:
“Ahora que la revolución degeneró en el gobierno, todo ha cambiado en México”.
Y es cierto, el PSUV es una estructura totalmente clientelar, que medra de los
recursos del Estado para hacer política. Es una especie de sanguijuela adosada
a la tesorería nacional y a las exhaustas arcas de las empresas públicas, que
el mismo partido se encargó de vaciar.
Estamos obligados a denunciar la
rampante corrupción que el PSUV está haciendo en esta campaña electoral, para
que quede el testimonio y para que cuando toque investigar el desfalco hecho al
Estado venezolano, los corruptos enfrenten la justicia.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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