Jesús Petit da Costa
El 6D el pueblo emitió su veredicto responsabilizando a Maduro del colapso total del país, por lo cual ordenó su salida inmediata en forma de un mandato imperativo que los 112 diputados electos deben cumplir. No pueden demorarlo, porque la situación empeora cada día como ha quedado en evidencia con la declaración de crisis humanitaria por la escasez de medicinas e insumos medicos.
A esto seguirá pronto la crisis humanitaria por hambruna. Y también la crisis humanitaria por la mortandad causada por los criminales que se han adueñado de las calles. El espectáculo de la cárcel de Margarita confirma que las cárceles son en verdad cuarteles de uno de los ejércitos irregulares que tiene la narco-tiranía de la delincuencia organizada. Ya los venezolanos no aguantamos más. Es demasiado.
Con el decreto de emergencia económica el mismo Maduro reconoció la hecatombe que se nos ha venido encima por su culpa. Pero en lugar de rectificar, dando un viraje que sería restablecer la economía de mercado y romper con Cuba, se propone persistir en el modelo comunista cubano, causa de la tragedia de Venezuela. Con el rechazo del decreto la Asamblea Nacional ha dado el primer paso en la dirección que le marcó el pueblo: para solucionar la emergencia económica, hay que cambiar el modelo socio-económico que la ha causado.
En lugar de Maduro entenderlo así, ha decidido dar un auto-golpe para inhabilitar a la Asamblea Nacional valiéndose del TSJ. Lo había intentado antes con el pretexto de la juramentación de los diputados de Amazonas. Su desincorporación lo frenó dejando el autogolpe en suspenso. Ahora se propone reactivarlo con el subterfugio de que el rechazo al decreto de emergencia es inconstitucional. Y al declararlo así el TSJ sustituiría a la AN aprobando el decreto. Está, pues, comprobado que Maduro no rectificará por obediencia a Cuba, de la cual es títere en el autogolpe.
Así, pues, el autogolpe es una amenaza permanente contra la AN, que Maduro terminará ejecutando a menos que la AN proceda a dar un contragolpe fulminante en dos bandas: por una parte, revocando el nombramiento de los magistrados del TSJ que fueron designados en diciembre pasado, después de la elección parlamentaria y, por la otra, emplazando a Maduro a que demuestre su legitimidad de origen con la presentación de su partida de nacimiento y las de sus padres y también el acta de defunción de Chávez, junto el informe médico adjunto.
La revocación del nombramiento de los magistrados ilegalmente designados dejaría a Maduro sin su instrumento para el autogolpe contra la AN. Si no estuvieran políticamente comprometidos para esta acción cabría esperar de ellos que, visto el cuestionamiento, demostraran la honorabilidad que les exige la Constitución presentando la renuncia. Pero en esta tiranía nadie renuncia, no quedando otra salida que la revocación, la cual debería apresurarse.
A Maduro, por su parte, hay que emplazarlo a probar su legitimidad de origen, que no ha probado. Se le debe exigir la partida de nacimiento para salir de dudas respecto al lugar donde nació (jus soli) y la nacionalidad de sus padres (jus sanguini), cuyas partidas de nacimiento también debe presentar. La AN no tiene por qué prejuzgar. Pero tampoco puede eludir su deber de exigir transparencia respecto al requisito de ser venezolano por nacimiento y no tener doble nacionalidad exigido por la Constitución al Presidente de la República.
Por otra parte, desde cuando Gómez eliminó la vicepresidencia porque su propio hijo conspiró contra él, todo vicepresidente es sospechoso de conspirar contra el presidente y más sospechoso aún de su muerte si está rodeada de misterio. Maduro era vicepresidente cuando Chávez murió tan misteriosamente que todavía no sabemos con certeza cuándo, dónde y de qué murió, porque el beneficiario de su muerte ha escondido el acta de defunción, junto con el informe médico.
Hay que exigirle a Maduro que presente esta documentación para determinar la legitimidad de la sucesión presidencial y sobre todo para que se despeje la sospecha que recae sobre el vicepresidente, que era él, por el misterio que rodea a la muerte de Chávez.
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