Tuesday, June 28, 2016

Al límite: El país en tensa calma. Momentum para Venezuela?

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Luis Garcia Mora

¿A qué vino Thomas Shannon a Caracas realmente? ¿Qué hablaron él y Maduro? ¿Qué hará Maduro? ¿Renunciará como se lo están pidiendo desde fuera y desde dentro de su partido, del chavismo, y desde la propia comunidad internacional, para que se puedan convocar a elecciones en 2017 y así desactivar esta bomba perversa?
La ecuación venezolana luce explosiva por la potencial crisis humanitaria admitida en dos grandes aspectos, el de alimentos y medicamentos, tanto por USASUR como por la OEA, Estados Unidos y el Vaticano, convencidos de que esta crisis es como 10 veces mayor a la de CAP en 1989-92, y una de las peores del mundo.
Con un Maduro que ni lava ni presta la batea. Y en medio de un estallido generalizado y disperso hasta ahora, pero cuya masa crítica sin embargo aumenta día a día.
Masa crítica que, para que el Presidente tenga idea, es un fenómeno que adquiere vida propia y le permite sostenerse y crecer, y que en física es una cantidad mínima de materia combustible capaz de producir una reacción nuclear en cadena.
Y en política, una cantidad mínima de personas arrechas, necesarias para que se produzca un fenómeno que, no por coincidencia se cuentan en todas partes por millones, y dispuestas a eyectarlo por la vía del Revocatorio.
Que juntos y motivados, con el apoyo de la comunidad internacional, por la frustración y el hambre, están entrando en un tono de pronóstico reservado.
Lo que apremia una negociación política que solo la ignora el que perdió la chaveta. Negociar. Hablar. Discutir. Llegar a algún arreglo. Con lo que queda. Que pueda aún salvarse. Sin que acabe con todo.
Negociar, negociar o matarse
No solo por las violaciones de los derechos humanos, el narcotráfico y las cárceles, o la amnistía. También porque –como se decía el jueves tras firmarse el cese del fuego bilateral y definitivo en La Habana, entre la guerrilla más antigua de América Latina, las FARC y el gobierno de Colombia, entre Santos y Timochenko (ojo: tras 50 años de sangre, conflicto y muerte) –, “la guerra es más costosa en recursos humanos y materiales, pero es más dolorosa por sus víctimas y sus horrores”.
Y en esto estamos aquí aunque no lo creamos.
Ante la amenaza de una eventualidad dolorosa (aunque con distintos contornos) hoy. Con el peligro cierto de un estallido generalizado, por un lado. Con una OEA que no logra decidir si interviene o no en nuestra crisis, y aplica la Carta (aunque desde esta semana se abrió la puerta interamericana a la discusión y el debate, aprobándose con 20 votos contra 12 la discusión del informe del secretario general Luis Almagro). Y con la firme convicción de una mayoría responsable de la población de que no hay forma de salvar al proyecto político fallido que Maduro encarna, pero que sin embargo no se puede salir de este, dentro de un combate total en el que hay que destruir al adversario, sino con un manejo político, civilizado, pacífico y democrático de la situación, pues aun saliendo de esta camarilla, aunque su apoyo haya dejado de ser mayoritario, aún existe y está ahí la una buena porción del país, que sin las culpas directas de quienes lo han arruinado, no dejarán de ser parte del juego político entonces sí democrático.
Y que permitirán en sana ley que lo desequilibrado se equilibre.
Para lo que es urgente adelantar una negociación en dos bandas. La del poder y la de un ajuste. La de un acuerdo de reforma que permita –a la mayor brevedad posible– el destranque de una situación planteada, como dijo Pepe Mujica en Londres, “en términos apocalípticos”.
Sin esa visión de un Maduro y su caterva aterrados, convencidos de que si aflojan los rebasan, sin entender que de esto sólo se sale haciendo política y no con una visión guerrerista.
Con el apoyo del Papa, de UNASUR y de Washington, y una garantía de la oficialidad de las Fuerzas Armadas de que se evite después de unas elecciones presidenciales, el revanchismo y la represión generalizada.
De no negociarse con pragmatismo y unas bolivianas bien puestas, la posibilidad de un conflicto social generalizado (como ya lo observa hasta el inefable Dieterich) generará el manotón militar.
Y ante esto el pueblo se debe auto determinar, debe votar.
La señales
A diferencia de otros ajustes como el de CAP 2 y Caldera 2, en este se inserta la hiperinflación, la escasez y una potencial crisis humanitaria que lo hace más complejo y difícil, ante el cual desde el estamento más sensato del espectro opositor, se mueven dos opciones.
Hay una opción compartida de los equipos que vienen manejando propuestas de solución a esta inédita crisis económica con hondas repercusiones sociales, con otros factores interesados en la solución de la crisis venezolana, con algunas diferencias, de grado menor, en cuanto a cuantificación de la deuda externa venezolana y mecanismos de obtención de recursos frescos de los multilaterales, léase FMI, BM, CAF, etcétera.
Con coincidencias en 90% y con un enorme avance en la agenda de discusión que no existía hace un año, en que se creía que el chavismo llegaba al 2018. La crisis aún no se había generalizado. Sobre todo, repetimos, en sus dos aspectos más terribles, el de los alimentos y el de los medicamentos.
Hay señales claras de división en declaraciones como las de Miguel Rodríguez Torres, Alcalá Cordones y las de un grupo de gobernadores y militantes del PSUV y de Marea Socialista, en las que plantean su apoyo al revocatorio o a declarar la falta absoluta del presidente y proceder a una nueva elección, tras su renuncia.
Así como la de esta semana, de un histórico radical como Juan Barreto, quien declaró que había gente dentro del chavismo que sugería que el presidente Maduro debe renunciar pues si se cuenta en el referéndum acaba con el PSUV, y que lo más barato para el que quiere que el partido se salve es que se vaya.
Esto no era verdad en el chavismo hace 4-5 meses atrás.
Hoy lo es hasta para sectores de las fuerzas armadas primigenias del chavismo, dirigentes ideológicos y sus fuerzas emergentes.
Junto con la humillación que significa para millones de venezolanos el verse aplastados por el hambre y la crisis, además de las groseras trapisondas de las autoridades electorales para impedir el revocatorio (lo de Margarita fue sencillamente inmundo).
El revocatorio de Chávez en 2004 se montó en 40 días y las elecciones presidenciales del 14 de Abril casi inmediatamente, semanas después de la muerte del hombre.
La crisis argentina otra vez
El jueves la canciller argentina Susana Malcorra, advirtió que el proceso de negociación debe llegar lo antes posible para evitar una crisis extrema, pues Venezuela puede caer muy rápido a una situación de crisis semejante a la que vivió su país en 2001.
No el “Caracazo”, sino el “Argentinazo”, ¿por qué?
Porque (con todas sus desemejanzas) fue el producto de una crisis histórica como esta (de forma simultánea económica, política, social e institucional) por una revuelta popular generalizada bajo el lema “¡Que se vayan todos!”, y que causó la renuncia de Fernando de La Rúa sumiendo al país en una inestabilidad en la que cinco funcionarios ejercieron la Presidencia.
Con la imposición del “corralito” (disposición que restringía la extracción de dinero en efectivo de los bancos, junto a una crisis mayor donde la mayor parte de las personas que participaron en las protestas fueron autoconvocadas y no respondían a ningún partido político, sindicato o cualquier organización social estructurada.
Que, entre otras cosas, pudiera ser lo que ha empujado a Shannon a venir (que es un tipo que dice que la guerra si deja de ser Guerra Fría se convierte en guerra de verdad), más allá de la formalidad de reactivar relaciones.
¿El interés de USA? Que no se vaya a desbordar el problema. Que no se desestabilice Venezuela.
¿Qué hará Maduro? ¿Qué responderá con un país a punto de explotarle en la cara?

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