Adolfo Taylhardat
En el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte acaba de efectuarse un referendo de alcances trascendentales. Los británicos decidieron retirar a su país de la Unión Europea.
Los efectos o consecuencias de esta decisión todavía son objeto de análisis y, como se comprende, las opiniones divergen según que la posición del analista sea favorable o en contra del Brexit. Lo único cierto es que esa decisión impactará profundamente tanto a Europa como al Reino Unido y producirá un efecto generalizado en la economía mundial.
Algunos efectos han comenzado a sentirse. Tan pronto como se conoció el resultado del referendo, la moneda inglesa experimentó una devaluación violenta. Perdió 10% de su valor colocándose al nivel que tenía en 1985.
Al parecer los partidarios del Brexit piensan que después de su salida de la UE, el Reino Unido podrá seguir disfrutando de las ventajas que tenía como miembro. Sin embargo, la libre circulación de personas, bienes, servicios y capitales y otros beneficios están reservados a los Estados miembros. Evidentemente el Brexit debilita los logros de un proceso de integración de muchos años pero también podría fortalecerlo en algunos aspectos. Es cierto que Europa siempre consideró al Reino Unido como un socio incómodo por su reticencia inicial a integrarse a la unión y por su negativa a incorporarse a la moneda común. Al mismo tiempo, el peso del Reino Unido en los escenarios europeo y mundial se verá considerablemente disminuido. Su influencia en los temas de defensa y política exterior sufrirá una merma notable.
El retiro del Reino Unido no va a provocar la desintegración de la unión. Hay quienes piensan que otros países podrían seguir su ejemplo, pero las ventajas y beneficios que reciben, sobre todo los más débiles económicamente, son muy importantes y difícilmente renunciables. La UE ha sido la tabla de salvación de países que se vieron al borde de la bancarrota.
Durante la campaña que precedió al Brexit una de las consignas de los favorables a la salida fue “recuperemos el control” como si la condición de miembro de la Unión Europea habría privado al país de su capacidad para decidir sus propios asuntos, como si hubiera significado una pérdida parcial de la soberanía nacional.
Los británicos se caracterizan por un cierto grado de soberbia, sobre todo las generaciones de adultos mayores. Esto quedó evidenciado en la composición etaria del voto. En el referendo participó solamente el 72% del electorado. El resultado fue 51.9 % a favor y 48.1 en contra. Prácticamente la mitad de los ingleses prefería permanecer dentro de la UE. El 56% de los que votaron en contra de la salida corresponde a la población con edades comprendidas entre 18 y 49 años lo que indica que la juventud británica es pro-europea y que el resultado final del referendo es obra de los adultos mayores que no experimentarán los efectos de esa decisión.
Ya se habla de la posibilidad de que el parlamento británico decida desconocer el resultado del referendo y aparentemente hay una petición firmada por tres millones de personas pidiendo la realización de un nuevo referendo.
La población de Escocia está en desacuerdo con la separación del Reino Unido de la UE. Líderes políticos han comenzado a hablar públicamente de secesión y se habla de convocar un referendo para consultar a la población cuyo 52% quiere permanecer dentro de la Unión Europea. De manera similar, en Irlanda del Norte han surgido voces que rechazan el retiro del Reino Unido de la UE: el presidente de Irlanda del Norte opina que el resultado del Brexit puede servir de motivo para la unificación de Irlanda porque en el gobierno británico perdería el poder de representar los intereses de la población de Irlanda del Norte. El movimiento unionista está estimulando a la población a obtener el pasaporte irlandés.
Estas son, a vuelo de pájaro, algunos aspectos relevantes de lo que ha significado para los británicos el Brexit. Si Escocia e Irlanda deciden tomar su propio camino, ya no habrá Gran Bretaña sino una “Pequeña Bretaña”. Este es un resultado que probablemente no se previó cuando se convocó el referendo.
Mientras tanto, aquí en Venezuela avanzamos con paso firme hacia un referendo que tendrá también efectos trascendentales: abrirá el camino para transformar la Venezuela disminuida que tenemos actualmente en la gran Venezuela que todos deseamos.
El proceso de validación de firmas que acaba de cumplirse es la demostración clara de que Venezuela no se doblega. Han sido 18 largos años durante los cuales la moral del venezolano ha resistido toda clase de agresiones y vejámenes, pero también ha sido fiel a su compromiso de mantenerse dentro de los límites de la legalidad, la constitucionalidad y la defensa de la democracia.
El referendo es irreversible. Se han superado todas las trampas e intentos de sabotaje. Todavía faltan dos pasos importantes por cumplir, pero el pueblo, con el mismo espíritu que ha desplegado hasta ahora, superará cualquier nuevo intento de parte de un gobierno que pretende impedir que se lleve a cabo este año porque el resultado “está cantado”. En mi humilde opinión será de 80 contra 20 y el año próximo podremos tener un presidente legítimo, venezolano por nacimiento, producto de la voluntad de todos los venezolanos.
Los británicos tomaron una decisión que posiblemente les acarreará más inconvenientes que beneficios. Nosotros, en cambio, estamos resueltos a rescatar nuestro país de las garras del enjambre de aves de rapiña que sin escrúpulos y sin el más mínimo remordimiento está dedicado a expoliarlo.
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