Editorial El Nacional
La validación de firmas para solicitar el referéndum revo-catorio, impuesta por las rectoras del CNE, fue un acto cívico sin precedentes. Los ciudadanos se movilizaron para protagonizar una demostración de ciudadanía pocas veces vista en Venezuela. La crónica de los hechos del pueblo durante los pocos días impuestos por la mafia electoral inflamó el orgullo de la sociedad y llamó la atención de los observadores extranjeros.
Los escollos colocados fueron superados a través de esfuerzos capaces de llamar la atención sobre un suceso histórico, sin antecedentes en la memoria larga y atormentada de las consultas populares. ¿Puede alguien atreverse a negar lo que sucedió, a taparlo con versiones torcidas, amañadas y parcializadas? Desde luego que sí. En representación de la directiva del PSUV, Jorgito Rodríguez, Tareck el Aissami y Erika Farías se han ocupado de sembrar sombras en uno de los caminos más luminosos de que se tenga memoria. Han afirmado que el proceso de validación de firmas fue un "gigantesco fraude".
Negando las evidencias palmarias de la realidad, tratando de oscurecer la luz que brilló en todos los rincones del mapa, han dicho que la MUD no solo se burló de la ley, sino de la buena fe de la ciudadanía, al cantar unos números sin concordancia con lo que en verdad sucedió. Que todo fue una artera fantasía, una nueva mentira de la oposición.
Lo curioso de la denuncia radica en el hecho de que los portavoces del PSUV fueron incapaces de presentar una sola prueba de sus afirmaciones. Todo fue verborrea sin fundamento, falsedad sin apoyo, la retórica altisonante y vacía de siempre. Hicieron mención de unas supuestas irregularidades en el primer capítulo de la convocatoria del referéndum, es decir, en el proceso correspondiente a la primera recolección de firmas, llevado a cabo oportunamente con éxito, sin que los datos acompañaran la ya manida y superficial denuncia.
Nada dijeron sobre lo que pasó en la validación que no fuera repetición de patrañas, nada sobre la hazaña del pueblo, nada sobre las zancadillas infinitas del CNE, tan claras como el empecinamiento de los ciudadanos en evitarlas.
El hecho de que se atrevan a negar algo tan evidente como que el sol sale todos los días y la luna todas las noches debe llamar a la preocupación. Están preparando el terreno para burlarse de la voluntad popular, para aferrarse por todos los medios al precario poder que se les escurre de las manos y los aleja de las prebendas y las vagabunderías.
Para eso harán cualquier cosa, aun la más oscura y torva. Es una temeridad pero andan en eso. Es una maroma riesgosa, sin malla que los proteja de una caída mortal, pero se lanzan de ese trapecio para que el circo no se cierre mañana, sino un poco más tarde.
Realmente se está cocinando un "gigantesco fraude", encabezado por los personajes que protagonizan la avilantez de negar uno de los hechos más relevantes de la historia contemporánea.
Mientras tanto, ¿qué dicen las rectoras del CNE, las que verifican el proceso de validación? Se toman su tiempo en la mudez de su maldad.
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