Thursday, June 30, 2016

Rafael Arraiz Luca: Nueve preguntas para pensar la transición (XII)

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―Queremos comenzar por su visión del actual estado de cosas en Venezuela. ¿Qué ve, qué siente, qué le resulta inquietante?
―Es evidente que el Gobierno no quiere respetar el acuerdo que supone la Separación de Poderes en un sistema democrático, regido por un marco constitucional. El instrumento para esta violación de la Constitución Nacional es la Sala Constitucional del TSJ que, al interpretar la Constitución la está violando sistemáticamente, siempre a favor de los intereses del Gobierno y al margen del Derecho. En otras palabras: no puede decirse que en Venezuela hay un juego democrático, ya que el poder Ejecutivo y el Judicial no respetan al Legislativo. La democracia para funcionar requiere de respeto de las reglas de juego. Esta situación no puede ser más inquietante para los demócratas, para quienes creemos que la democracia es el mejor sistema de gobierno.
―Un tema, cada vez más presente en las preocupaciones venezolanas, es la cuestión de la violencia y el modo en que viene ocupando espacios en la sociedad. ¿Venezuela tiene posibilidad de realizar un cambio político sin recurrir a la violencia?
―Creo que sí es posible producir un cambio político sin recurrir a la violencia, pero depende enteramente de la voluntad del Gobierno para aceptarlo. La fuente de violencia política es el Gobierno, no la Oposición. En cuanto a la violencia delictiva, pues simplemente no va a reducirse hasta que no se tomen medidas racionales, modernas y probadas. Empezando por el incremento de la fuerza policial, que en Venezuela es de las más bajas del mundo en cuanto al número de habitantes por policía. Y la impunidad por los delitos cometidos es de las más altas del planeta tierra. Se sabe lo que hay que hacer para disminuir los índices delictivos. ¿Por qué no toman las medidas?
―De forma recurrente, hay personas que se preguntan si la sociedad venezolana ha aprendido algunas lecciones de los padecimientos de estos últimos años. ¿Hemos aprendido o todavía podríamos ser una sociedad frágil ante la tentación populista?
―Hemos aprendido muchísimo. Mis alumnos de hoy en día son radicalmente mejores, con mayor conciencia política, que los de hace 20 años. De esto no tengo la menor duda. La dificultad es pedagógica; la abundancia disolvente. En cuanto a la tentación socialista (que suele denominarse “populista”), no estoy seguro de que hayamos avanzado mucho. En general la formación económica del común de la gente es pobre, no entienden lo esencial. Se requiere de un esfuerzo de pedagogía social para esclarecer que la carestía de productos, la falta de luz y de agua, son consecuencias de políticas socialistas pre-modernas, producto de una visión infantil de la economía. Lo que se reparte se pierde, lo que se acumula y se invierte se reproduce. Esto es elemental, pero el Gobierno tiene años haciendo lo contrario. El Gobierno es un reo de su propia cárcel ideológica.
―Queremos preguntarle por la idea de fracaso. ¿Cabe establecer una relación entre Venezuela y el fracaso? De ser así, ¿qué fracasó, qué salió mal?
―Venezuela ha alcanzado el éxito en varios momentos de su historia, pero sin duda estos 17 años de socialismo pre-moderno han sido un fracaso en todos los órdenes de la vida social, económica y política. Lo importante es entender por qué fracasó el chavismo, qué hizo mal, cuáles errores no deben repetirse en el futuro.
―El tema del posible papel de los intelectuales en la vida pública, sigue siendo debatido. ¿Cómo valora Usted la actuación, en términos generales, de los intelectuales en los últimos años? ¿De qué modo, si es que ha ocurrido, ha impactado la polarización en la actividad de los intelectuales en Venezuela?
―Hay que distinguir entre intelectuales y artistas. Algunos artistas son intelectuales porque trabajan con ideas y se han formado para ello, pero son una minoría. Alejandro Otero fue un gran ejemplo en este sentido. En cambio, un intelectual produce conocimiento, está formado en el universo de las ideas con estudios formales (hoy en día el autodidactismo es ultra excepcional en el mundo intelectual en todas partes del mundo). La diferencia está clara: se puede ser un gran pintor, una actriz formidable, un cantante de primera, un poeta, un narrador, y no entender nada del mundo de las ideas; lo que no es posible es ser un intelectual y no leer, no formarse durante toda la vida. Los intelectuales en Venezuela, sin la menor duda, han hecho oposición al Gobierno. No hay conciencia crítica en las filas de los “intelectuales” que apoyan al Gobierno, y sin crítica la tarea intelectual es inexistente.
―¿Cuál es, en su criterio, el estatuto actual de la polarización política en Venezuela? ¿Se mantiene, ha cambiado?
―Sigue incrementándose y lo seguirá haciendo en la medida en que el chavismo se vaya reduciendo, pero cada día que pasa el polo de la Oposición es más grande y el del Gobierno más pequeño, pero más agresivo. Este proceso de reducción del chavismo se inició en las elecciones parlamentarias del 2010, cuando la Oposición pasó a ser mayoría (52% a 48%), luego volvió a expresarse en las elecciones entre Maduro y Capriles cuando quedaron prácticamente empatados (50% a 49%) y, en las parlamentarias del 2015 la brecha se abrió a favor de la Oposición (60% a 40%). En las elecciones que se hagan, Revocatorio o Regionales, la Oposición volverá a crecer y el chavismo seguirá su camino decreciente. El chavismo fue un fenómeno político vinculado a los precios del petróleo. Socialismo con chequera, en otras palabras.
―Se afirma, incluso con soporte en estudios de opinión, que en la mayoría de los venezolanos está presente, con fuerza, un deseo de cambio. ¿Podría intentar describir ese deseo de cambio? ¿Tiene Usted idea o intuición del cambio al que aspira la mayoría de los venezolanos?
―Los anhelos de cambio (y sus expectativas) dependen del nivel educativo de las personas, pero lo que sí es cierto es que las encuestas señalan un deseo de cambio cercano al 80% de la población. Es muy grande y en la medida en que los precios del petróleo se mantengan por debajo de los 60 $ por barril la posibilidad de recuperación del chavismo es ínfima.  
―La experiencia de procesos en otros países demuestra que la transición demanda de cierta disposición al entendimiento y a la reconciliación; de ciertos sacrificios; de ciertas energías distintas a la de la confrontación. ¿Cómo evalúa Usted la disponibilidad de estos y otros elementos para una posible transición en Venezuela?
―El talante del gentilicio venezolano es conciliatorio, con algunas excepciones. Creo que esa semilla de diálogo está presente en un sector del chavismo, pero no es el sector que toma las decisiones, que avanza por otro camino. Para los radicales conciliar es pactar, y para ellos estos son valores burgueses. Padecen de una mentalidad pre-moderna, tribal, no democrática. Son minoría, pero detentan dos poderes, todavía. En las elecciones a gobernadores perderán casi todas las gobernaciones, y el proceso languideciente seguirá su marcha. Si no las convocan, las tensiones seguirán incrementándose. Ellos tienen la tentación de darle un palo a la lámpara y declararse al margen completo de la Constitución. Espero que se impongan los resortes democráticos del chavismo, que en algunas cabezas deben estar.
―Una última pregunta: ¿tienen los intelectuales alguna asignatura pendiente con el país? ¿Falta alguna contribución decisiva?
―Los “intelectuales” que aún apoyan al Gobierno tienen la tarea pendiente de ejercer la razón crítica y formular sus reparos. Los de la Oposición tienen que buscar la manera de ser escuchados por los líderes políticos. La vida política diaria dificulta que los políticos se formen a fondo, es por eso que deben contar con gente que se dedica a investigar y pensar para que los nutran de insumos y, sobre todo, los alerten cuando han tomado caminos que ya se han probado y no han dado resultados. Sospecho que los vínculos entre el mundo académico y el político no son estrechos en la Oposición. Esto debe cambiar. Recordemos que los grandes políticos venezolanos han sido intelectuales, hombres de ideas. Dije políticos, no dije militares. Lo fueron Fermín Toro, Santos Michelena, Tomás Lander, Rómulo Betancourt, Arturo Uslar Pietri, Raúl Leoni, Rafael Caldera, por citar a unos pocos.

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